Vía: Melómano | Por Tomás Marco
Cualquier observador de la vida musical española acaba teniendo que reconocer que los avances obtenidos por la misma en los últimos treinta años han sido espectaculares. Eso es cierto si miramos al terreno de los auditorios, el número y calidad de las orquestas, los teatros de ópera e incluso la enseñanza profesional por denostada que sea. Pero casi nadie se acuerda de la música de cámara que sigue siendo una asignatura pendiente en no menor medida que hace medio siglo.
La anterior afirmación podría parecer chocante si nos quedamos en el número de conciertos pues la música de cámara es más fácil de hacer y resulta relativamente más barata. En ese sentido no deja de cultivarse y de crecer. Pero no mediríamos la buena salud orquestal por el número de orquestas extranjeras que hacen aquí su agosto sino por las que residen en el país y en ese sentido la música de cámara arrastra una situación que debería haber sido superada hace tiempo.
De hecho, el siglo XIX, que sigue describiéndose como la trabajosa ascensión de la música sinfónica frente a la teatral, tampoco mostró una especial proclividad a la música de cámara , que no hay que confundir con el recital, y se tardó en conocer los cuartetos de Beethoven, por ejemplo, tanto como sus sinfonías. De hecho, el mismísimo Pablo Sarasate, a quien injustamente se le tiene por un menospreciador de Brahms (simplemente por no tocar un concierto dedicado a su competidor Joachim que hacía lo propio con otros) fue el principal impulsor de la música de cámara de Brahms sufragando con su dinero, además de con su arte, sesiones de música de cámara durante sus estancias en Madrid.
Nuestra historia está llena de esforzados cuartetistas como Francés o Del Campo en Madrid y Crickboom o Toldrá en Barcelona. Después de la guerra civil, entidades paraoficiales como la Agrupación Nacional de Música de Cámara o el Cuarteto de Radio Nacional, luego convertido en Quinteto de la RTVE, realizaron una labor impagable que se fue extinguiendo con la muerte de sus practicantes. No creo ni que nadie se molestara en suprimirlos oficialmente. Y es que ese esfuerzo se hacía vocacionalmente, con muy poco sostén económico y, por supuesto, ganándose la vida los miembros de esas agrupaciones no con la música de cámara sino con la pertenencia a una orquesta o/y la docencia.
En la actualidad, la situación viene a ser la misma. Hay, por supuesto, cuartetos, tríos y quintetos que realizan una encomiable labor pero siempre a salto de mata entre otras obligaciones y con una cierta indiferencia del entorno social y musical. En los últimos años quizá la única agrupación que ha intentado vivir sólo con su actividad de cámara sea el Cuarteto Casal que ha podido engancharse a ciertos circuitos internacionales. No es que haya sido un ejemplo desde el punto de vista del repertorio español pero sí ha alcanzado una independencia y una calidad que se desearía para otros muchos pero que no acaba de llegar.
Hay, por supuesto, otros cuartetos meritorios en la España actual. Desde los largos años de servicio del Arcana, el Hispánico Numen u otros ya en retirada hasta los modernos Saravasti, Picasso, Bretón etc. hay vocación y dedicación. En el trío, la dilatada dedicación de agrupaciones como el Mompou han sido continuados por el Arbós y en todos estos casos la incidencia sobre el repertorio español, moderno o histórico, ha sido muy importante .Pero el problema de base es el mismo: hay que hacerlo como una actividad secundaria lo que limita el tiempo y la posibilidad de actuaciones y más aún el competir con las innumerables agrupaciones extranjeras que nos visitan y de las que a veces hay que echar mano en festivales, ciclos etc. hasta para afrontar el repertorio español.
De momento nadie se ha planteado el sostener agrupaciones de cámara exclusivamente dedicadas a ello. Y sería más fácil y más barato que promover orquestas nuevas. Los ingleses se plantearon hace tiempo la posibilidad del cuarteto en residencia y muchas instituciones se han aplicado a ello, por ejemplo universidades. Claro que no veo yo a un Rector Magnífico español, incluso de los que – rara avis- dicen gustar de la música, planteándose la creación de un cuarteto residente en la Universidad. Pero tampoco lo veo en Comunidades, Diputaciones o Ayuntamientos que en cambio están lampando por una orquesta que nunca llegará porque no se puede pagar. O en las Obras Sociales y Culturales de esas Cajas de Ahorros que tanto dinero despilfarran en pura pirotecnia supuestamente cultural. Agrupaciones capaces de crear un núcleo cultural, enseñar un repertorio, estrenar, reponer…en fin una Arcadia que no llegaremos a ver por barata que sea pero que es indispensable para que la vida musical del país acabe por ser completa y variada y no sólo crezca unilateralmente.
Y ¿por qué no? Porque culturalmente el país sigue en manos de clases directivas y políticos paletos que están dispuestos a gastarse millones en traer a los Tres Tenores (aunque preferentemente se decantan por Oasis o U2) que en gastarse bastante menos en una labor de base. Y las demás instituciones culturales y crediticias acaban dependiendo de esos políticos. Al final, la encrucijada de la música de cámara acaba en una encrucijada de política cultural. O sea, política a secas.