Vía La Nación Escrito por Jorge Aráoz Badí | Agradecidos con María Elisa Flushing por haber envíado el artículo
Hace rato que Mozart atravesó las paredes de las salas de conciertos y de ópera y se hizo callejero, popular y fácilmente accesible. Ortodoxos de la música contemplan con desaliento esta masiva notoriedad, como si se hubiera vulgarizado una joya artística, sin comprender que hay creadores capaces de resistir cualquier embestida populista y no necesitan ser retocados ni preformados para lograr acogida inmediata. Entre las cosas que más molesta a los guardianes de la pureza, figura el hecho de que al desparramar enorme información sobre Mozart, muchos se convirtieron en entusiastas adeptos, aún sin conocer la mayor parte de su obra y suponer que apenas se limita a la Pequeña Serenata Nocturna o la Sinfonía en sol menor.Lo cierto es que Mozart no necesitó mayor disponibilidad que ese par de composiciones para apoderarse de las preferencias y originar ideas musicales en la cabeza y el gusto de la gente. Tanto poder no es común en un creador musical. Sólo parecen haberlo logrado aquellos que, como soñaba Tolstoi, han transformado la energía de su breve momento y su pequeño espacio en un interés con amplitud y vigencia permanentes. Son los únicos capaces de avanzar en la cultura de masas y estimular para que se consuman sus materiales, mucho más allá de los pocos que actuaron como elemento inicial de seducción.
Hoy, 27 de enero, se cumplen 257 años del nacimiento de Mozart. Y dentro de tres días se cumplirán 216 del nacimiento de Franz Schubert. Los especialistas en horóscopos pueden obtener conclusiones de notable atractivo ante el hallazgo de dos prodigiosos ingenios musicales con el mismo signo. Pero a simple vista, lo primero que se puede advertir, es que la obra de ambos tiene las mismas raíces. Tanto Mozart como Schubert son lo que gente de la música califica como compositores de esencia vocal, así como a Beethoven y Haydn, entre otros, se los considera compositores de raigambre instrumental.
Por otra parte, la diferencia entre ambos, reside en el hecho de que Schubert (todavía) no ha dado su batalla de cultura popular clásica. Cuánto tardará en convertirse en material de consumo social es algo muy difícil de predecir, aunque es evidente la mayor vivacidad febril en las formas públicas de distribuir información musical, cosa que alienta las expectativas. Nadie puede negar el cambio complejo que gradualmente se está produciendo en la manera de administrar y adquirir cultura musical con la acción intensa de una tecnología cada vez más perfeccionada. Todo esto, rápidamente, se metamorfosea en educación. Y, como se sabe, la educación mejora los gustos..