Vía: ABC.es | Escrito por Marta Moreira
Coincidiendo con el bicentenario del compositor alemán, el director indio ensaya «Otello» de Verdi en el Palau de les Arts de Valencia
Zubin Mehta (Bombay, 1936) es de esa clase de directores de orquesta que no necesita recalcar su maestría con actitudes altivas. Su trato es amigable y directo, sin florituras. Es un indio con maneras mediterráneas, que ríe a carcajadas cuando se lo pide el cuerpo, pero no tiene reparos en parar en seco y elevar la voz cuando quiere enfatizar determinados mensajes. Sobre todo los orientados a defender la gestión de la intendente del Palau de les Arts, Helga Schmidt.
El maestro ha comenzado esta semana los ensayos de la producción de «Otello» que abrirá el 1 de junio el VI Festival del Mediterrani del teatro valenciano, en el que participa como director musical y presidente. Ayer, en el momento de realizar esta entrevista, la ópera de Verdi no contaba con un tenor para el papel protagonista. El lituano Kristian Benedikt -segunda opción después de la cancelación de Aleksandrs Antonenko- no cubrió las expectativas del director en los primeros ensayos. «Encontrar un cantante para Otello ha sido siempre muy difícil, porque no todos los tenores tienen la fuerza y la capacidad interpretativa que requiere el papel. Es un rol con un peso muy wagneriano. Plácido [Domingo] lo tiene, pero ni Carreras ni Pavarotti lo tenían, lo cual no es una crítica a su calidad».
Mientras encuentran a su Otello -cuyo nombre se hará público esta misma semana-, Mehta se regocija con el Jago al que da vida el barítono Carlos Álvarez. «Es maravilloso, y eso que éste también es un papel difícil de cantar e interpretar, porque todo lo que dice durante la ópera es falso. Su verdadera alma y sus pensamientos solo salen en el credo [Credo in un Dio crudel].», explica.
La puesta en escena de la ópera de Verdi corre a cargo del director Davide Livermore, que ha optado por concentrar los cuatro actos en una misma escenografía, de aspecto impactante pero parca en elementos y adaptable a las diferentes escenas con la introducción de pequeñas variaciones. «Es un montaje coherente con la coyuntura económica. Me gusta mucho que tenga forma de circunferencia. Me recuerda a la tradición shakespeariana del Globe Theater, pero con métodos modernos», apunta.
Es conocido que Mehta mantiene una batalla pública con los recortes en el sector cultural. Particularmente los del Palau de les Arts, que nació en 2006 con un presupuesto anual de 34 millones de euros y ahora se mantiene con 11,2 millones. El nuevo paradigma de la austeridad ha dado al traste con una de las grandes ilusiones del maestro indio: repetir en su integridad la Tetralogía de Wagner que firmó junto a La Fura dels Baus. «Para mí ha sido una tragedia», sentencia.
-Wagner, de cuyo nacimiento se cumplían ayer 200 años, es todavía un compositor maldito para muchos judíos. ¿Cuánto tiempo más cree que tiene que sufrir el estigma de que Hitler lo convirtiera en la banda sonora del nazismo?
-Bueno, ¡a todos los directores nos encanta Wagner!
-Precisamente hace dos años, el actual titular de la Orquesta del Palau de les Arts, [el israelí Omer Meir Wellber] confesó en una entrevista con ABC que él nunca dirigiría una obra de Wagner.
-Prefiero no comentar nada sobre Wellber porque sencillamente eso es absurdo. Ésa es su elección, pero representa al 1 por ciento del total. Los más grandes directores hebreos han dirigido a Wagner. En el centenario del Anillo que se celebró en Bayreuth dirigieron tres judíos: Levine, Barenboim y Solti.
-¿Qué opinión tiene de la polémica generada por el «Tannhäuser» de Düsseldorf, con la escenificación de asesinatos en cámaras de gas durante el Tercer Reich?
-Los directores de escena alemanes tienen una obsesión con eso. No me gusta, es innecesario.
-¿Qué diferencia encuentra entre la Orquesta del Palau de les Arts que se encontró en 2006 y la que tiene hoy enfrente?
-Desde los inicios fue una orquesta espectacular, gracias a la labor de selección del maestro Lorin Maazel (que también es judío y dirige Wagner, por cierto). El único problema es que, aunque los músicos principales son los mismos, los tutti van y vienen porque ahora no hay dinero para mantener una orquesta de más de cien músicos. Esto también ha afectado a las programaciones, que se han adaptado a óperas para formaciones pequeñas como «La Traviata» [programada en Valencia para octubre].
-¿Y en cuánto a la evolución de su sonido?
-Con el Anillo consiguieron una sonoridad que ya es para siempre. Una orquesta que puede interpretar todo el Anillo puede tocarlo todo. La prueba de que esta orquesta es excepcional se puede comprobar en el DVD que editamos de la Tetralogía, con el que hemos ganado ya nueve premios. Nadie en el extranjero puede creer que ese sonido venga de Valencia. Igual estoy equivocado, pero tengo la sensación de que ni el público ni la prensa española aprecian esto ni saben lo que tienen aquí.
-Quizás no han sabido valorar del todo ese Anillo porque en España el público suele inclinarse más hacia la ópera italiana.
-Sí, «Il Trovatore» y «Otello» venden muy bien siempre, pero por ejemplo Barcelona es una ciudad muy wagneriana. Hay que entender que la tradición tiene que fomentarse, no se crea sola. Por eso si siempre estamos programando ópera italiana, nunca conseguiremos construir una tradición alemana. Y yo la echo en falta en Valencia.
-¿Le parece acertada la elección de Omer Meir Wellber como director titular de la Orquesta?
-No quiero hablar de él porque no le he visto nunca dirigir, ni concierto ni ópera. Así que no sé qué decir.
-Esta misma semana ha aprovechado su primera reunión con el presidente del Gobierno valenciano, Alberto Fabra, para «arrancarle» el compromiso de que no habrá más recortes en el palacio de ópera. ¿Cómo fue ese encuentro?
-Le dije: «¿Queréis aquí un nivel internacional o no? Porque si no lo queréis, yo me voy. Le puedo asegurar que si no hay un nivel alto, a mí Valencia no me interesa.
-Teniendo en cuenta el contexto actual, ¿le pareció convincente la promesa de Fabra?
Sí, le he creído. El presupuesto que tiene ahora el Palau de les Arts es ridículo. Y aun así esta temporada se ha conseguido traer a Chailly y a Plácido Domingo, que no va a muchos sitios. Y eso es gracias a Helga Schmidt, su intendente.
-¿Qué opinión le merecen las críticas que sigue recibiendo por la supuesta «voracidad» de sus gastos y su sueldo?
-Me han molestado mucho porque son todo mentiras. Sé que Helga paga sus facturas de hotel, ¿por qué la prensa dice lo contrario? Sé cuánto gana Helga [60.000 euros anuales], y es una décima parte de lo que ganan el resto de intendentes del mundo. Pregunte cuánto gana el señor Mortier. El intendente de la Ópera de Florencia gana 250.000 euros, y es normal. Por otra parte, es lógico que un director artístico viaje mucho, porque tiene que ir a ver otras producciones. Criticar eso es absurdo. Sinceramente, no creo que el problema con Helga sea su sueldo.
-¿Es Schmidt la razón de que gente como usted o Plácido Domingo vengan a Valencia? ¿Qué pasaría si la sustituyeran por un gestor local?
-Primero tendría que saber cuál es la filosofía de ese gestor, y si no tuviera garantía de que el nivel de calidad se fuera a mantener, me iría. Helga conoce a todo el mundo, levanta el teléfono y habla directamente con Chailly, Gérgiev, Muti, Abbado o Domingo. No habla con representantes. La gran ventaja de tener a alguien como ella es que trata a esos artistas como amigos, y consigue que le hagan hueco en la agenda, que bajen sus cachés o que acepten un retraso en el pago. A mí me pidió hace dos años que me redujera el caché y lo hice porque me lo pedía ella. Eso no lo va a conseguir un gestor local.