Vía: DW.de | Por: María Santacecilia | Editora: Emilia Rojas
Nuevos aires llegan a la Filarmónica de Berlín y a la discográfica Deutsche Grammophon con el clarinetista Andreas Ottensamer. En entrevista con DW, habla sobre “Portraits”, su primer disco con el sello alemán.
Tiene 24 años y aspecto de modelo de pasarela. El clarinetista austriaco Andreas Ottensamer acaba de aterrizar en las filas de la Filarmónica de Berlín y es el nuevo fichaje estrella de Deutsche Grammophon. ¿Aún hay más? Sí, mucho más, lo mejor de todo: toca maravillosamente el clarinete y lo demuestra en su primer disco como rutilante fichaje del poderoso sello amarillo. Su título es Portraits (Retratos) y en él se incluyen obras que van desde Domenico Cimarosa hasta la compositora estadounidense Amy Beach, pasando por Louis Spohr, Claude Debussy y George Gershwin.
De tal palo, tal astilla: su padre y su hermano son clarinetistas de la Filarmónica de Viena y en su casa respiró la música clásica desde pequeño. Después de estudiar piano y violonchelo, el joven Andreas se decantó por el instrumento familiar. Pero él ha ido un paso más allá. Lejos de quedarse sentado detrás de su atril, Ottensamer se ha convertido en estrella mediática. Su video de presentación del disco no tiene desperdicio: él toca embutido en un elegante traje oscuro para una hermosa joven de rasgos centroeuropeos con la que se cruza por la calle. Ambos sugieren belleza, talento, juventud y romance. Todo ello confirma la tendencia a servirse de lo visual y el giro hacia lo pop que vive el mundo de la música clásica. Ottensamer es su exponente más reciente.
Deutsche Welle: ¿Por qué se titula Retratos su primer disco con Deutsche Grammophon?
Andreas Ottensamer: Es un título cuidadosamente escogido. Estas piezas “retratan” la versatilidad de mi instrumento y ofrecen una panorámica de géneros y épocas. Todas ellas están relacionadas con mi etapa de formación musical. Eso me da la oportunidad de mostrar al oyente la música que me ha influenciado y acompañado hasta ahora.
El repertorio es bastante original para ser el primer disco de un clarinetista, ya que ha escogido, entre otras, una pieza de Cimarosa, que es más bien conocido por sus óperas, y otra de Spohr, un virtuoso del violín. ¿Por qué estas y no otras obras de la literatura para su instrumento?
Durante mis estudios, toqué el Concierto de Copland y el número uno de Spohr. El clarinete es el único instrumento de viento de madera que cuenta con un repertorio romántico extenso y mi prioridad era grabar uno de esos conciertos. Claro que me arriesgué al escoger Spohr y no Weber, pero siempre tuve la sensación de que la música del primero no está suficientemente reconocida. El de Copland es el ejemplo perfecto de la versatilidad del clarinete para convertirse en instrumento de jazz. El Concierto de Cimarosa es, ciertamente, muy operístico. De esta manera, hago un guiño a la Ópera Estatal de Viena, donde se enraizan mis primeras experiencias profesionales.
Se ha convertido usted en el primer clarinetista solista fichado por Deutsche Grammophon. ¿Necesitaba el público artistas que tocaran otros instrumentos y no siempre violinistas y pianistas?
Es un honor grabar para DG y, ciertamente, una cuestión interesante el hecho de ser el primer clarinete que fichan. Pienso que el aficionado de hoy desea ampliar su “repertorio” y escuchar instrumentos que se salgan un poco de lo habitual, aunque no describiría necesariamente el clarinete como “exótico”. Además, creo que ha habido un cambio en el sentido de que al público le interesa más la persona que el instrumento que toca. Hay repertorio fantástico para muchos instrumentos y es estupendo poder descubrírselo a la gente.
Es usted un intérprete que gesticula y se mueve al tocar. ¿Hasta qué punto es importante para usted el movimiento en la música?
Es difícil juzgar cuando se trata de mí mismo. Pero pienso que soy un clarinetista vivaz y adoro moverme al compás del sonido. Forma parte de la (e)moción.
Está usted fuertemente enraizado en Viena. ¿También es vienesa su forma de hacer música?
Desde luego, mi influencia primera es la tradición musical vienesa, que además es una de las más sólidas del mundo. El estilo, el sonido, el concepto conforman por sí solos todo un universo. El clarinete vienés –ligeramente diferente del alemán- tiene una larga y cuidada tradición. Me preocupa mucho mantener todo eso. Pero cuando llegué a Berlín, conocí un mundo completamente nuevo del que quise impregnarme. Especialmente inspiradores para mí son algunos colegas de la Orquesta Filarmónica, sobre todo los instrumentistas de viento madera.
¿La Filarmónica de Viena y la de Berlín tienen distintas sonoridades “clarinetísticas”?
Actualmente no. Hace tiempo que la tradición vienesa se ha integrado en la berlinesa gracias al trabajo de Alois Branhofer. Mi compañero de atril es Wenzel Fuchs, que también es austriaco y trabajó antes en Viena. Compartimos la misma filosofía “clarinetística”.
Es usted solista y músico de orquesta, pero con su instrumento también tiene un enorme campo para la música de cámara. ¿Es importante ese terreno para usted?
Es parte integral de mi vida como músico. Acabo de ser nombrado director artístico del Festival “Buergenstock Momente”, en Suiza, y cada nueva experiencia en ese ámbito me enriquece. Dentro del repertorio de cámara, adoro la música que Johannes Brahms compuso para nosotros.