Vía: VíveloHoy.com | Por Catalina Maria Johnson
CHICAGO – “Yo no lo decidí, me crié así. Mi padre era saxofonista clásico; él nunca tuvo la habilidad de improvisar, pero le gustaba escuchar la música de Benny Goodman, de la orquesta de Ellington, le gustaba mucho el sonido de Stan Getz, comenta Paquito D’Rivera, magistral compositor, saxofonista y clarinetista cubano.
A D’Rivera le han otorgado once premios Grammy y por su última grabación recibió nominación al Grammy Latino del 2013 por Mejor Álbum Instrumental. Más a lo largo de su distinguida trayectoria musical ha recibido reconocimiento no solo como solista con las más distinguidas orquestas del mundo sino entre muchos otros galardones, fue nombrado Maestro del Jazz por National Endowment for the Arts en el 2005.
Por teléfono desde su hogar en Nueva York, D’Rivera, habla de una niñez sin grandes distinciones entre el jazz y la música clásica (fue considerado niño prodigio y a los seis años ya actuaba en público) al explicar cómo ha logrado destacar a nivel mundial en ambos mundos musicales dice: “Yo me acostumbré a eso, a escuchar y tocar todo tipo de música. Me encanta la música de Brahms o de Stravinsky, y me dedico a hacer las dos cosas–las dos, las tres, ¡lo que aparezca! Y también soy Géminis, ¡me aburro de hacer la misma cosa todos los días! Lo único que puedo comer todos los días, ¡es frijoles!”.
Más su mayor pasión la reserva para el jazz, explica, debido la libertad musical que le ofrece al artista.
“Claro, yo me aburriría mucho si tuviera que pasarme -me ha sucedido unas pocas veces- un concierto completo sin yo poder improvisar algo. Y por eso yo amo la música de jazz, porque me da la oportunidad de hacer eso, de improvisar, que es lo que más me gusta hacer en mi vida”, destaca.
Sin embargo, afirma repetidamente que día tras día, amanece con los deseos de explorar nuevas músicas, y de hecho, su última grabación y la nominada al Grammy Latino, es un proyecto con los Hermanos Assad de Brasil. Explica D’Rivera que siempre le ha encantado la música brasileña: “Aquí [en Nueva York] he conocido a muchos músicos brasileños y he sido aceptado por ellos, me llaman mucho ellos para trabajar. Eso me encanta, eso es una de las cosas que más me ha gustado, disfrutar del aprendizaje”. Además, considera el maestro cubano que los músicos brasileños “… han logrado la combinación más balanceada y perfecta de melodía, ritmo y armonía”.
También nombra un artista de Chicago, extraordinario guitarrista de ascendencia chilena y paquistaní, Fareed Haque, como alguien de quien aprendió.
“Fareed es un guitarrista muy versátil, lo mismo hace jazz que música clásica, y él me reintrodujo a la música clásica latinoamericana– la música de Villalobos, de Agustín Barrios Mangoré…el paraguayo”, además explica que toda experiencia e influencia las va incorporando al jazz, “…este lenguaje maravilloso que es una música de inmigrantes”.
Afirma con pasión el maestro cubano: “Este es un país multinacional y multinacional. Este país lo hicieron los inmigrantes y los esclavos. El jazz tiene ese espíritu, el espíritu del inmigrante, del que viene de otro lado, y viene y hace su contribución. Y los latinos, incluyendo toda la gente del sur del Río Bravo, hemos tenido una contribución muy fuerte a la cultura americana y a la economía. Y la música no es ninguna excepción”.
Todo forma parte del eterno aprendizaje de un músico, dice D’Rivera, sin atarse a ninguna regla ni rechazar elementos ni antiguos ni contemporáneos, ni electrónicos ni acústicos, “Mi papá ponía todo tipo de música en el tocadisco que él tenía, y decía, como decía Ellington, ‘solo hay dos tipos de música, la buena y la mala’”.