Vía: www.correodelcaroni.com/ Lau lau / Alexis Mora
Miles Davis, líder de un sonido transformado, siempre supo que debía hacer grabaciones memorables. Sus discos están considerados piedra volcánica. Fue un cerebro en el mundo del jazz, pues casi todos los grandes creadores del mundo de la música saben que los sonidos son como la vida: perecederos.
Inspirados en Franz Kafka y Gregorio Samsa, o escondidos en clubes nocturnos de baja ralea, el jazz se transformó con el paso de los años en una expresión artística inmensa. Este sonido, muchas veces asociado a una imagen antigua y en blanco y negro, un día despertó con la reflexión de que su tiempo en la música apenas comenzaba. Y llegó el nujazz.
Bien por azar o bendición de las artes a escala global, algunos buenos discos de jazz -rarezas al fin y al cabo- se consiguen en Venezuela como gotas de agua en el desierto, pero se consiguen. La web puede ofrecer tantas opciones, remezclas, canciones inéditas y discos fantasmas, que el comprador podría quedar estresado ante una oferta tan variopinta. Y allí nace la pregunta: ¿qué clase de jazz hace exactamente que vibre el corazón de sus seguidores? ¿latinjazz, bebop, experimental, nujazz o exultación armónica convertida en corazonadas? La respuesta, muy sencilla: es todo eso y mucho más.
El jazz actual es un pastiche que nos involucra como oyentes en ese juego de mezclar ironía, energía, simplicidad, rudeza, delicadeza y emoción a través de sesiones y discos memorables. En el universo del jazz, las ecuaciones cuadran al no recurrir inmediatamente al plagio sonoro.
En todo caso este estilo musical rebusca entre las ofrendas de la música para redescubrirse, hasta revelarnos que es un mito convertido en muralla, logrando ese punto exacto de cocción que le ha llevado a ser ese movimiento global que este jueves, 30 de abril, celebró su día -proclamado por la Unesco- en el concepto de la libertad y la creatividad.