Vía: elimpulso.com/ Escrito por Violeta Villar Liste
La historia de Cristo Vassilaco Gómez nada tiene de típica en el mundo de la academia musical. Joven en sus exactos 27 años pero con la madurez ganada a pulso en la vida, integra la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar del Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela y todavía celebra la reciente temporada en La Scala de Milán, cuando críticos y público reconocieron de pie el desempeño del talento venezolano.
Pero este relato comienza en tiempo pasado, cuando sus abuelos, Luis Antonio Gómez y Nohemí de Gómez, junto a su madre, Camela Gómez Mendigaña, procedentes de Bogotá, probaron suerte en Agua Viva, después de pasantía en el estado Miranda. En el pueblo de vocación artesanal la abuela Nohemí se hizo famosa con sus helados, con las tizanas y los jugos naturales, hasta que la enfermedad la convirtió “en la niña de la casa” (en palabras de su nieto) y ahora es la tía Zulma Gómez, quien está al frente del negocio de tradición familiar.
Su padre, venezolano, de origen griego y quien le legó el inconfundible Vassilaco, un día no volvió más al hogar de Cristo pero su madre se hizo fuerte en la adversidad. Fue padre y madre y gracias a ella “nunca me faltó nada”, dice sin ceder al resentimiento.
Lo mío era el fútbol
Nació en Barquisimeto pero su infancia transcurrió en el municipio Palavecino. Estudió en el colegio Gabriela Mistral (ahora Curimagua) de Agua Viva, en El Paraíso de los Ángeles y el María Santísima de Cabudare.
“Lo mío siempre fue el fútbol, la bicicleta…”. Recorría las calles de una Agua Viva muy verde y en aquella época apenas poblada.
Su debut en la música fue vestido de payaso para cantar el Payasito saltarín en concierto de primaria. Adolescente, su voz era infaltable en los festivales de bachillerato y después, con música venezolana, rancheras, boleros y vallenatos cautivaba en las fiestas privadas.
“Mi sueño era cantar igual a Vicente Fernández y Javier Solís”. Eran sus ídolos, hasta que un día probó en el Conservatorio de Música Vicente Emilio Sojo de Barquisimeto y conoció un mundo extraordinario del cual ya no se apartaría.
De la mano del tenor Aquiles Machado
Las clases en el Conservatorio de Música fueron el aliciente para lo que vino después. Los amigos le hablan de la presencia en la capital larense del gran tenor larense Aquiles Machado, quien ofrecería un seminario.
“Canta lo que quieras”, le dijo Machado y él se atrevió con Granada. Al maestro le gustó y quedó seleccionado. Luego tuvo experiencia similar con otro gran maestro, Idwder Álvarez, con quien perfeccionó la técnica vocal en sesiones organizadas en el Museo de Barquisimeto.
Le dijo: “Tienes que irte a Caracas para continuar tu carrera porque hay más oportunidades. Piénsalo”.
Él, en ese momento de sus 21 años, sentía el temor de cambiar su trabajo estable por la nada. Pero la decisión llegó cuando los maestros Gustavo Dudamel y José Antonio Abreu le solicitan a la Companía de Ópera de Occidente, voces oscuras porque habría audición para integrar el coro de la ópera Carmen en Caracas.
El nombre de Cristo Vassilaco no era un extraño. Recuerdan su “pasantía” y lo llaman delConservatorio. De allí sale con un libro cuyo grosor compara con el de la Biblia y un CD para memorizar la pronunciación de la ópera.
“El desafío fue complejo pero creyeron en mí y eso me ayudó”. La vida en Caracas lo cautivó. La formación en los talleres y los seminarios. Medirse con las voces profesionales. Le solicita una audición a la profesora Lourdes Sánchez, directora de la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar y directora general de coros del Sistema Nacional de Orquestas, quien luego de escucharlo y admitirlo en la Coral le ofrece una beca.
Él le pidió unos minutos para hacer una llamada a la persona más importante de su vida, su madre, quien lo bendijo con un sí espléndido que cambió su historia.
“Todo con Dios, nada sin Él”. En el trabajo entendieron, le aceptan la renuncia y en Caracas se le abrieron las puertas.
Hoy por hoy su rutina es inalterable. De lunes a viernes, de dos de la tarde y hasta las siete de la noche, recibe clases en el Centro Nacional de Acción Social por la Música y los fines de semana son de conciertos.
“Pertenecer al Sistema cambió mi vida de manera positiva. Valoro y agradezco la oportunidad”. Si antes admiraba a Vicente Fernández, ahora es Plácido Domingo su inspiración. Lo conoció, estrechó su mano, supo de su humildad y profesionalismo.
En su horizonte profesional repite el lema del Sistema: Luchar, cantar y tocar. Su meta es llegar con voz de solista a los escenarios del mundo, mientras, en su mundo personal, no pierde la humildad. Sigue siendo el muchacho de Agua Viva, quien canta rancheras si lo pide la ocasión y apenas llegar a su casa larense, devuelve con abrazos y música los afectos de quienes un día lo animaron a creer y trabajar por sus sueños.
De La Scala a la Guasa
Bajo la dirección del maestro Gustavo Dudamel y con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, el Coro Nacional Juvenil Simón Bolívar al cual pertenece Cristo Vassilaco tuvo un desempeño de lujo en La Scala de Milán.
“Para nosotros fue un reto porque nos convertimos en el primer coro latinoamericano que ha cantando en La Scala. Hicimos historia. Cada concierto fue mejor que otro”. En la actualidad, como parte de otros proyectos, integra Es Guasa Ensamble.
Son 16 personas, todos también miembros de la Coral, quienes, a partir de esta experiencia tutelada por El Sistema, se ocupan del repertorio venezolano, de su infinita riqueza musical, incorporando piezas de cada región del país.