La Orquesta Filarmónica de Bogotá (OFB) les enseña a los niños de colegios distritales a creer en la música como elemento para transformar el mundo.
Por Édgar Puentes * | Vía: www.elespectador.com
La música no existe afuera de la mente humana. Es una construcción intrínseca, interna, de nuestro cerebro. Por eso, su desarrollo en los seres humanos ocupa un lugar fundamental en las estrategias de comunicación, aprendizaje y relación social. Nacemos con ella y estamos expuestos a ella a diario. Sin embargo, si se cultiva desde temprana edad, los resultados son increíbles.
Lo vemos en nuestros niños. Todos aman la música, pero aquellos que realmente viven y construyen la experiencia a partir de la interpretación de un instrumento, de la integración en modelos complejos, como las orquestas sinfónicas, o en el desarrollo de la complejidad del lenguaje musical, obtienen una mayor capacidad para leer el mundo en el contexto social. Y no solo eso, optimizan el desarrollo de la empatía y la transformación de las emociones más primitivas a patrones sofisticados de integración entre la emoción y el saber.
La prueba está en la experiencia de la Orquesta Filarmónica de Bogotá (OFB) a través de sus procesos de formación en los colegios distritales, que ha llegado a 17 de las 20 localidades. Los resultados nos han demostrado el profundo impacto de la formación musical en la escuela, donde los niños evidencian cambios profundos en su actitud, en su desempeño en clase, en su capacidad de focalizar intereses y de enfrentar procesos hasta el final.
Y no solo les cambia su forma de leer el mundo, también los enamora. Un bello ejemplo lo vivimos en uno de los tantos colegios en donde desarrollamos procesos de formación musical. Un año después de haber iniciado el proyecto, realizamos un concierto de música de cámara. Ese día fuimos testigos de la increíble actitud de los pequeños que, con la máxima concentración, prestaban atención a la interpretación de nuestros músicos.
Al finalizar el evento, muchos levantaron sus manos. Estaban llenos de preguntas. Una niña de 6 años dijo: “Maestros, tengo dificultades en la digitación en primera posición en el violín, ¿me podrían ayudar?”…Otro, de 8 años, preguntaba sobre el mantenimiento de su instrumento, un contrabajo, y sobre variantes de afinación. Poco a poco iban surgiendo más y más interrogantes.
Lo que más nos sorprendió fue ver a un grupo de pequeños que nos hicieron la siguiente propuesta: “Maestros, nosotros tenemos el arreglo de El republicano, del compositor Luis A. Calvo, justo el tema con el que ustedes terminaron su concierto. ¿Podríamos sentarnos y tocarlo, para que ustedes nos corrijan y nos den indicaciones de cómo hacerlo mejor?”.
Esta anécdota me lleva a pensar que cuando en una sociedad como la nuestra, donde los medios privilegian formas musicales comerciales, hay proyectos de formación como el que adelantamos a través de la OFB, en el que los músicos ayudamos a que nuestros niños se interesen en formas musicales y de pensamiento diferentes, más complejas, que les dan perspectivas sobre la profundidad de la vida, sobre el poder de la creatividad, la creación y el enriquecimiento, que a nivel personal encuentran al involucrarse en la interpretación musical, al aprender sobre ellos mismos y sobre los demás, a través de su instrumento y el universal lenguaje de la música.
Por eso creo que cuando no formamos a nuestros niños en la música, desconocemos nuestra historia evolutiva y les privamos de la sofisticación del manejo emocional, de la experimentación de la creatividad y la expresión libre, de la capacidad de desarrollar y optimizar el enorme potencial de la mente humana. Los proyectos musicales en nuestros colegios han tenido un impacto enorme y han demostrado la importancia de involucrarlos en la práctica y en la experiencia de la música, como parte de su vida diaria. A la larga, los resultados, como los que acabo de contar, inspiran a seguir creyendo en proyectos que alegran y transforman vidas en poco tiempo.
* Integrante del programa Conciertos Didácticos de la OFB.