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La Camerata de Caracas nos conmoverá “Con un mismo sentimiento…”, título del nuevo espectáculo que montarán en la Capilla de la Escuela de Enfermería de Sebucán, el viernes 27, sábado 28 y domingo 29 de Octubre a las 6 pm.
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Para explicarnos ¿de qué se trata?, la directora fundadora de la Camerata y creadora de este concierto, la maestra Isabel Palacios nos entrega este texto:
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Camerata de Caracas – Dirección Isabel Palacios
VIERNES 27 / SABADO 28 / DOMINGO 29 – 6 p.m
Colaboración de Bs. 10.000,00
RESERVACIONES: cameratadecaracas@gmail.com
Escuela Nacional de Enfermería. UCV. Sebucán. Calle Miguel Otero Silva
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Un cuaderno lleno de anotaciones, nombres, títulos de canciones, un sin fin de curiosidades que te mueven desde hace mucho y hacia un mismo sentimiento. Una idea muy arraigada y digerida: sólo existen dos tipos de música, la buena y la mala, la que entra y se va y la que se queda adentro. Un sentimiento que envuelve a la humanidad en estos últimos tiempos y que no nos permite movernos por caminos fáciles, que te obliga a dirigirte hacia adentro y te invita a hurgar en tu memoria, en tu amor, tu rabia, tu melancolía y a buscar tus arraigos ancestrales. Una pregunta aún sin respuesta. Un alma sensible y unos ojos cansados.
Vamos con esos sentimientos que surgen como resultado de una profunda emoción y como almas sensibles, nos permitimos el riesgo de estar conscientes de nuestro estado anímico: esos impulsos hacia aquello imaginado, deseado o temido. Nuestras emociones pueden ser breves en el tiempo, pero pueden también generar sentimientos que subsisten a lo largo de los años, poco a poco nos conectamos con esas emociones, las entrelazamos en la memoria y las identificamos como “un mismo sentimiento”.
Y nos ayuda en este viaje nuestro sexto sentido, el común, conformado por los conocimientos y las creencias compartidos por una comunidad y considerados a través del tiempo, como válidos. Ese extraordinario sentido que no requiere de estudio o investigaciones teóricas, surge en la vida cotidiana a partir de las de las relaciones sociales y las experiencias vividas, se nutre del legado que recibimos durante la crianza y vive en la herencia de una cultura.
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Primer Movimiento – Amar
En una sobria y bella capilla un repique de campanas nos mueve en el tiempo y nos traslada hacia un extraño medioevo: unas nos anuncian que algo va a ocurrir y otras, que ya ocurrió. En el altar una vela está encendida. Al rededor de esa luz se entonarán cantos de arrullo al Niño Dios pero los cantos a ese niño bendito se transforman movidos con un mismo sentimiento y pasarán a ser cantos a los niños del mundo y así se juntarán una ninna nanna del Lazio con la tradicional berçeuse a Colas, una nanita andaluza con una canción de cuna sefardí o venezolana; a la madre se le llamará mareta en catalán y al niño pitenzin en Nahuatl y los cocos que los asustan serán el zorro Ngüru en Mapuche o el brasilero Marambá. Se cierra este primer movimiento con la veneración, el respeto a la madre primera y nuestra primera súplica: Salve Regina.
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Segundo Movimiento – Arraigar
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Las campanas nos hablan otra vez, pero ahora son un llamado a la vida, al trabajo. El hombre crece, hecha raíces, se asienta y construye. Es amor pero de otro tipo, un amor extraordinario que no depende de nadie, vive en nosotros y se alimenta del aire, del agua, de la tierra y de la luz. Tiene nombre propio, es el de la tierra en que nacemos y ella hace surcos dentro de nuestra emoción.
Es esa tierra que no se quita aunque te laves las manos, esa tierra que se nos queda adentro y nos alimenta con un mismo sentimiento. Se escuchan cantos de trabajo y faenas que como el árbol de raíces profundas, florece, da frutos y sus ramas se han entretejido tanto que una lavandera venezolana canturrea sus penas con el agua, mientras que su hermana, una hilandera francesa de la edad media, al aire teje sus quejas, y los ganaderos de la España renacentista contrapuntean con tonadas de ordeño y de molienda con cantores de los llanos del Guárico.
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Tercer Movimiento – Creer
Las campanas nos llevan ahora al templo de la fe donde tres obras, unidas por una profunda espiritualidad y solemnidad, nos abren sus puertas. Los profundos textos bíblicos cuentan su historia emergiendo con la pureza de los más extraordinarios sonidos, de las armonías más evocadoras y las melodías más cautivantes. Tres obras que como una trinidad musical se distancian y se unen con un mismo sentimiento: la fe de los hombres que existe a pesar de los males y por sobre ellos.
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Cuarto Movimiento – Odiar
Pero el ser humano tiene la posibilidad de amar y de creer, pero igual que al lado de la luz existe la tiniebla, existe la aterradora capacidad de odiar, de romper, de quebrar, de dividir.
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La ambición del poder y de destruir y a eso le hemos dado un nombre a través de la historia: GUERRA ¡Guerra es mi estado! Y en ese furor, en esa ceguera y en esa ira incontenible nacen cantos tan antiguos y tan rituales que todavía hoy nos paralizan.
Se escucharán trompetas, campanas de alerta y tambores y sobre ellos los gritos de ¡guerra! de Monteverdi o el viejo Mateo Flecha. Pero serán los cantos de la Edad Media, de los guerreros armados, de las huestes de Daniel, de los cruzados frente a Jerusalén invadida y de los Templarios suplicando paz los que con un mismo sentimiento nos invadan, nos aterren y nos demuestren con sus pedales arcaicos, como una misma profunda nota puede sostener tanta rabia. Y construido sobre ese grito se elevará el extraordinario Kyrie del hombre armado del borgoñón Dufay.
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Quinto Movimiento – Penar
No hay guerra sin muerte, y la muerte nos lleva al ritual, al funeral, al sordo sentimiento del duelo, la pérdida y el vacío. Ese sentimiento lo sonará Henry Purcell quien ha escrito la más hermosa partitura a ese dolor en su dramática Fanfarria y sus Tres Sentencias Fúnebres.
Sonarán de nuevo las campanas… a la guerra le sigue la huida, el éxodo, la melancólica despedida, la herida del exilio, y no importa cuándo ocurrió, no importa dónde… nos importa el por qué de ese mismo sentimiento… y una vez más enlazaremos cantos en la historia y geografía de esta tierra bendita en la que vivimos.
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