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La biografía escrita (y ampliada) por María Susana Azzi expone la vida y obra de un artista que supo encontrar la universalidad del ritmo tanguero rioplatense.
Vía: www.mdzol.com |
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“Sí, es cierto, soy un enemigo del tango; pero del tango como ellos lo entienden. […] Somos muchos los que queremos cambiar el tango, pero estos señores que me atacan no lo entienden ni lo van a entender jamás. Yo voy a seguir adelante, a pesar de ellos”. Con una vehemencia demostrada en una entrevista de 1954, Astor Piazzolla ya se perfilaba como un artista de vanguardia, que buscaba romper esquemas y realzar el tango en una integración con otros estilos musicales; escenario que presagiaba a uno de los músicos más importantes del siglo XX.
La música de Piazzolla habla sobre él, sobre el tango y Buenos Aires, sobre los cambios y las emociones cargadas de nostalgia, melancolía y anhelo. Esa historia, tan personal como colectiva, se ve reflejada en su repertorio marcado por el ímpetu de la innovación en el tango con la inclusión de ritmos del jazz y la música clásica. Famosas composiciones de su autoría como Adiós Nonino, Balada para un loco, Chiquilín de Bachín y las Cuatro Estaciones Porteñas, más sus conciertos para orquesta, son una muestra del poder narrativo de las melodías piazzollianas.
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“Astor Piazzolla es el producto de una tradición y la ruptura de esa misma tradición”, reza la primera frase de la biografía de Piazzolla redactada por María Susana Azzi y publicada recientemente por Editorial El Ateneo, que es, en realidad, una generosa ampliación de la obra Le Grand Tango: The Life and Music of Astor Piazzolla, la cual coescribió en el año 2000 con el investigador estadounidense Simon Collier.
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La biografía de Azzi (y Collier) expone la vida y obra de un músico que se atrevió a desafiar los cánones fuertemente arraigados en la cultura tanguera y transformó una música considerada populosa’ en una melodía universal que relata las vivencias de las calles porteñas.
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Para ello realizaron un exhaustivo trabajo que abarcó muchos años de investigación y análisis, al cual sumaron numerosas entrevistas a familiares, amigos y conocidos que pasaron en algún momento por la vida de Piazzolla.
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Piazzolla “nunca pensó que debía seguir esta o aquella escuela. Fue fiel a sí mismo, siempre, y eso es lo que un artista debe ser”, esgrime el violinista Gidon Kremer
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Esta combinación de datos y testimonios propone un texto biográfico rico e íntimo, que no teme en contraponer los aspectos públicos y privados del músico marplatense sin alejarse demasiado de la objetividad, y tampoco intentan crear interpretaciones forzadas sobre los hechos.
Dividida en tres grandes partes con varios subcapítulos ordenados cronológicamente, esta obra permite descubrir los acontecimientos que marcaron cabalmente a Piazzolla e influyeron en su música: sus primeros años en Mar del Plata y Nueva York; sus gustos por el jazz y lo sinfónico; su retorno a la Argentina y sus primeras incursiones en la escena del tango; sus estudios sobre música clásica con Alberto Ginastera; su trascendental encuentro en París con la directora y profesora Nadia Boulanger; sus diferentes orquestas de quinteros, octetos y nonetos; su consagración en Europa; y la revaloración de su trabajo artístico en la escena cultural argentina durante los últimos años de su vida.
Piazzolla “nunca pensó que debía seguir esta o aquella escuela. Fue fiel a sí mismo, siempre, y eso es lo que un artista debe ser”, esgrime el violinista Gidon Kremer en una de las dos entrevistas incluidas en la biografía, junto con la del violonchelista Yo-Yo Ma, que define a la música del compositor argentino como “una pasión infinita, [que] está llena de anhelo, y al mismo tiempo es tremendamente contemporánea”.
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Azzi explica magníficamente la fórmula’ que Piazzolla supo aprovechar al máximo: “Su intención artística fundamental fue combinar su empuje renovador del tango con el placer que le causaba experimentar cruzando fronteras y explorando diversas culturas y géneros musicales”, logrando un sonido propio con el cual “destiló algo completamente único y diferente”.
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“Piazzolla fue un músico, cuya directriz en su vida fue la música, su vida fue la música. Por la música sacrificó su vida personal. Por la música sacrificó su vida comercial, fue leal a su propia expresividad creativa, jamás se vendió”, señaló Azzi a MDZ.
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– Esta biografía parte de su ensayo con Simon Collier Le Grand Tango: The Life and Music of Astor Piazzolla’, cuya primera edición se publicó hace 18 años, aunque usted ya venía trabajando sobre la temática del tango. ¿Qué la motivó a realizar una profunda y exhaustiva investigación sobre la vida de Piazzolla?
– Me recibí de antropóloga y no tenía muy claro qué investigar. Hacía dos años que tenía esta pregunta existencial. Un día, después de una gran búsqueda interior, sentí la respuesta: el tango. ¿Por qué el tango? En el estudio de tango encontramos una clave para comprender la trama esencial de la sociedad argentina: el melting pot.
La sociedad argentina siempre ha sido un melting pot o crisol de razas y sin duda lo fue durante todo el siglo XX: la Argentina fue una sociedad abierta donde no existieron ghettos. El tango como institución informal que acogió a decenas de miles de inmigrantes -especialmente italianos-, es un ejemplo muy regio de eso. La investigación del tango es la historia del multiculturalismo en la sociedad argentina y es el rescate de redes sociales y de símbolos de identidad cultural.
Es una experiencia multivocal que cuenta la historia de personas muy diversas; es la aceptación de la diversidad y la inclusión de lo marginal dentro del sistema. No sólo es un vehículo que acelera la integración cultural sino que el tango es un integrador multicultural. En el estudio del tango encontré una clave para comprender la trama esencial de la sociedad argentina moderna. Así, el tango expresa temas culturales con los cuales el argentino se identifica; el tango moldeó la psicología de mucha gente. En una sociedad de inmigrantes con raíces aún jóvenes, cuando los padres y el estado no brindaron una educación que reflejara las necesidades del país, el tango fue la respuesta a esta omisión.
Con Simon Collier se nos ocurrió la idea de este libro en el curso de un almuerzo en Recoleta de Buenos Aires día de noviembre de 1994 y comenzamos a trabajar en él a mediados de 1995. Esta es una biografía, la vida un músico cuyas decisiones vitales como ser humano siempre influyeron en su obra. En sentido literal, la gloriosa música Piazzolla puede hablar por sí misma.
Collier falleció de cáncer en febrero de 2003. Esta edición actualizada y aumentada en más de 100 páginas, la hice sola.
– Piazzolla fue un verdadero innovador en el tango. ¿Cree que el género necesitaba una renovación en aquel momento?
– La década del 50 trajo tiempos más difíciles para la Argentina. Perón fue derrocado y el país entró en una etapa de decadencia y empobrecimiento, con sus recursos seriamente agotados, mientras la intervención de los militares en la política se volvió alarmantemente repetitiva. La Época de Oro del tango llegó a su fin. Los cafés de tango cerraron, al igual que los cabarets, las confiterías, los salones de baile y los dancings; los clubes de fútbol y de otros deportes no tenían recursos para organizar las grandes fiestas de la década anterior. Aunque en 1950 Perón decretó que el 50% de la música que se transmitiera por radio debía ser argentina, y aunque este acto de proteccionismo cultural en principio podría haber estimulado al tango, en realidad sólo resultó favorecida la nueva generación de músicos que estaba formando la magnífica tradición del ‘neo-folclore’ y que pronto competiría con el tango en el afecto del público. La música folclórica se difundió más que el tango, las orquestas típicas grababan cada vez menos y el mercado discográfico disminuyó considerablemente.
Otro factor vital para la decadencia del tango fue la virtual asimilación de la comunidad de inmigrantes a la sociedad argentina, un proceso que restringió considerablemente el papel del tango como catalizador de diversas nacionalidades dispares.
Las grandes orquestas de los años 40 poco a poco fueron reemplazadas por conjuntos más pequeños, de entre tres y nueve integrantes, y la relación entre la orquesta y el público cambió. Mientras que en las décadas anteriores la gente tenía una participación activa, ahora sólo pagaba la entrada, se sentaba y escuchaba. El hábito de ir regularmente a escuchar tango decayó -hubo cada vez menos habitués, y los músicos tocaban cada noche para un público diferente.
Lo que finalmente surgió a partir de estos ‘conciertos’ de tango -que constituyeron la gran innovación de los 50 y los 60- fue ‘el nuevo tango’, un desarrollo de la tendencia ‘evolucionista’ de la década del 20 (cuyos pioneros fueron Julio De Caro, Juan Carlos Cobián y Enrique Delfino) que se proponía desarrollar los recursos de la música. Los conjuntos del ‘nuevo tango’ tocaban el ‘tango de cámara’, cuya esencia fue la unión de dos elementos: el repertorio tradicional del tango y músicos sobresalientes.
Otras figuras clave de la ‘vanguardia’ de los 60 fueron Atilio Stampone y el bandoneonista Eduardo Rovira. Pero el músico de tango más importante, en todo sentido, de esos años y de los últimos tiempos fue Astor Piazzolla.
Aunque Piazzolla mantuvo el espíritu del tango, introdujo la disonancia, la armonía cromática y una gama más amplia de ritmos, con el resultado de que su música halló mucha resistencia de parte de los puristas y resultó muy compleja para la mayoría de los tangueros; entre el público de sus conciertos abundaban los amantes del jazz y la música clásica, y no tocaba tango bailable. El precio de la entrada también era diferente, y como consecuencia de todas estas características, muchas veces fue insultado en las calles de Buenos Aires.
– ¿Por qué tardó tanto en lograr reconocimiento, especialmente en la Argentina, donde su éxito fue un poco más rezagado que en Europa? ¿Influyeron las tensiones con las corrientes tradicionalistas del tango?
– El tango llegó a París en 1907 de la mano de Villoldo y cuando estalló la Primera Guerra Mundial, el tango regresó a Argentina ya legitimado por París y las grandes ciudades europeas. Entonces la clase alta porteña lo aceptó. Con Piazzolla ocurrió lo mismo: aceptado en París, algo mayor fue el reconocimiento porteño que recibió su música. Por lo cual deduzco que tenemos una dificultad para aceptar nuevas mezclas, para aceptar una fusión: el mundo de hoy es mezcla y fusión.
Piazzolla fue un gran emprendedor. Los inmigrantes que llegaron a esta tierra tenían intrínseca esa capacidad de emprender. Piazzolla emprendía como compositor, arreglador, director, intérprete, emprendía nuevas composiciones, nuevos conjuntos, nuevos viajes, nuevas giras, nuevas grabaciones, nuevos conciertos, llegaba a hacer 200 conciertos al año. Fue un gran trabajador para lo que él sentía su música, la música que quiso imponer en todo el mundo.
¿Cómo definirlo? Siempre me hacen esa pregunta. Fue un músico, cuya directriz en su vida fue la música, su vida fue la música. Por la música sacrificó su vida personal. Por la música sacrificó su vida comercial, fue leal a su propia expresividad creativa, jamás se vendió. Por la música sacrificó su salud; cuando los médicos le decían “Piazzolla no toque más, dedíquese a crear, a componer, pare la máquina”, él era feliz en el escenario y disfrutaba inmensamente de ese diálogo y esa entrega con la audiencia.
Creo que aunque tardío, en el 2018, en que conmemoramos los casi 26 años del fallecimiento de Astor Piazzolla, es un buen momento y un punto de partida para acercarnos a su vida y a su música. Se conoce su obra en Argentina, superficialmente. Él escribió 3.500 obras, grabó cerca de 1.000, y es por eso que la SACEM, en París, lo considera uno de los compositores más prolíficos de la humanidad, en el mismo panteón que Mozart. Es por eso que los invito a todos a acercarse a su obra.
– No solo sus técnicas instrumentales sobre el bandoneón fueron excepcionales, también tenía una extraordinaria capacidad para componer partituras y sabía muchísimos sobre otros instrumentos, aunque permitió a sus músicos improvisar en los conciertos y grabaciones.
– “Una máquina de laburar”, lo califica su hijo. Astor escribía muy rápido, con una captación casi instintiva de los aspectos técnicos, algo muy evidente en la velocidad con que hacía los arreglos. Cuando Máximo Perrotti le pidió un arreglo de El choclo para la orquesta de Radio El Mundo, él lo hizo en cuarenta y cinco minutos, mientras tomaba mate.
Cuando componía, era capaz de una concentración absoluta, que ni “terremotos, guerras o estados de sitio” podían quebrar, como dijo una vez. Describió en cierto detalle a su hija Diana el proceso de composición. Podía estar sentado horas enteras frente al piano, le confesó, sin escribir una sola nota. Luego, “en un instante, lo que yo llamo un instante casi de iluminación, de magia,de dolor y placer, aparece la idea principal y respiro con tranquilidad”. Las etapas posteriores, como”el desarrollo lógico de la obra, su coherencia interna, la orquestación”, podían presentarle alguna dificultad, y nunca se sentía seguro de la calidad de la obra hasta que la ensayaba con sus músicos.
Carecía de amor propio cuando se trataba de pedir consejo. Oscar López Ruiz recuerda un par de ocasiones en que le solicitó que mirara sus partituras. En la primera oportunidad,en 1972, lo consultó sobre las partes de los bronces en su arreglo de La primera palabra, la poderosa canción que compuso con Ferrer. Doce años más tarde, lo llamó desde Punta del Este para que revisara Tango Suite, escrita para los guitarristas brasileños Sergio y Odair Assad.
La sensibilidad de Piazzolla en cuanto a las demandas de composición para instrumentos distintos suyo era notable, aunque no se sentía del todo seguro con respecto a los bronces. Astor tenía una inusitada rapidez para aprender. Gran parte de sus conocimientos sobre la guitarra, por ejemplo, los tomó de Horacio Malvicino en la época del Octeto, para lo cual bastó un solo encuentro con este en su departamento.
– ¿Una cualidad prevalecía sobre la otra en su fuero interno (es decir, en su gusto por tocar o componer) o era una equidad que estaba fuertemente consolidada?
– Cito a Yo-Yo Ma, en el Prólogo del libro, quien dice: “En un mundo ideal, los compositores serían asimismo ejecutantes, como lo fue Piazzolla; tendrían actuaciones diurnas y nocturnas y verían la interacción evidente que se da entre quienes están en el escenario y el público. Cuando la inspiración proveniente de esas experiencias se suma al instinto del compositor, los resultados son magníficos.
Creo que Piazzolla tenía un oído sorprendente para los estilos musicales y combinó los estilos elegidos -el jazz, Bartók, Stravinsky- integrándolos en una fusión indisoluble, una voz muy personal y apasionada”.
– Además de Alberto Ginastera y Nadia Boulanger, ¿qué otros referentes trascendentales tuvo Piazzolla en su trayectoria artística?
– Piazzolla solía decir que tuvo tres maestros: Alberto Ginastera, Nadia Boulanger y Buenos Aires. Con Alberto Ginastera aprendió composición y analizó las partituras de Béla Bártok, quien había explorado sistemáticamente la música de los campesinos húngaros. Entre los discípulos de Nadia Boulanger figuraron compositores como Copland, Harris, Thomson, Carter, Quincy Jones y Piston. Fue esta mujer quien no tardó en decirle que “su música estaba bien escrita, pero le faltaba sentimiento…,” fallo que solía emitir a la mayoría de sus discípulos. Esto descorazonó mucho a Piazzolla; cuando a regañadientes Piazzolla mencionó que hacía tango, y en bandoneón, ella exclamó: “Me encanta esa música.” Luego persuadió a Piazzolla de que tocara uno de sus tangos al piano, y él eligió Triunfal. Al llegar al octavo compás lo tomó de las manos y le dijo firmemente: “Aquí está Piazzolla. No lo abandone nunca.”
Buenos Aires es el tango y sus orquestas, donde Piazzolla aprendió los yeites, el canyengue, la roña y la mugre característicos del género. Aníbal Troilo fue el músico porteño que le transfirió estos secretos.
Agregó un cuarto maestro: su padre, Vicente Piazzolla. ‘Nonino’ le regaló su primer bandoneón, un símbolo cultural y musical que marcó a su hijo para siempre.
– ¿Qué visión tiene sobre el legado de Piazzolla en las generaciones futuras? ¿Piensa que perdurará mucho tiempo o podría ocurrir otra disruptiva como la que supo protagonizar hace más de 60 años?
– La música de Astor Piazzolla perdurará. Cada vez la ejecutan más músicos en todos los continentes, con los más diversos instrumentos y formaciones. Es una música tan bien escrita, tan original, que integra ya el repertorio de músicos de jazz, de tango, de música clásica, y de cuanto género esté por venir. Las realizaciones y homenajes musicales siguen y siguen; no es nuestra tarea hacer una crónica de ellos. Tampoco necesitamos buscar explicaciones al permanente interés por Piazzolla, un interés que manifiestamente crece.
Su música habla por sí misma, y continuará haciéndolo, qué duda cabe, en el año 2020, y también quizás en el año 3000, si la raza humana perdura hasta un punto tan lejano para nosotros.
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