El fallecimiento de Alirio Díaz, uno de los más grandes maestros de la guitarra del siglo XX, el 5 de julio de 2016 a la edad de 92 años, fue un evento triste para la multitud de amantes de la guitarra que asistieron a sus recitales y compraron sus numerosas grabaciones. Su forma de tocar era fenomenal, llena de vigor e intuición, y completamente diferente a cualquier otro guitarrista de su época.
Díaz estudió durante cinco años con Raúl Borges (amigo tanto de Agustín Barrios Mangoré como de Antonio Lauro) y luego tuvo la oportunidad de aprender directamente de Regino Sáinz de la Maza y Andrés Segovia, recibiendo así una poderosa tradición de técnica y sabiduría musical. A pesar de ello, siempre tocó en un estilo único e individual, logrando una maestría en sus interpretaciones con una musicalidad sin esfuerzo y una valentía cautivadora.
Sus raíces musicales se encontraban en la música folklórica de su natal Venezuela, y de joven tocaba el cuatro, la guitarra y el mandolín, aunque sin saber leer música. A los 19 años, comenzó a recibir clases de guitarra de Borges, y en los siguientes cinco años aprendió las bases de la técnica clásica. En 1948, Díaz se encontró por primera vez con las ediciones de Segovia.
En noviembre de 1950, Díaz se trasladó a España gracias a una beca del gobierno venezolano y estudió durante tres años con Sáinz de la Maza en el Real Conservatorio de Madrid. Durante los meses de verano, Díaz se inscribió en los cursos de Segovia en Siena, estudiando con el gran maestro desde 1951 hasta 1963. En 1954, fue ascendido a asistente de Segovia, asumiendo una amplia gama de responsabilidades.
La trayectoria inexorable de Díaz hacia la cumbre de la jerarquía de la guitarra siguió un período inusual de aprendizaje y dedicación. Para el mundo se convirtió en el embajador de la música venezolana, pero también era un maestro en cualquier repertorio que tocara, destacando ya sea en música renacentista, en las complejidades de Bach o en la exuberancia y pasión del Concierto de Aranjuez de Rodrigo e Invocación y Danza (dedicada a él).
Su técnica era verdaderamente deslumbrante, se perfilaba como el Horowitz de la guitarra, un virtuoso insuperable para quien tocar siempre fue natural y fácil. El sonido que producía en la guitarra era verdaderamente suyo: vibrante, colorido, lleno del cálido sur, con un impulso cautivador pero siempre elegante, equilibrado y completamente musical.
Era un intérprete profundamente admirado e inmensamente querido tanto por el público en general como por los guitarristas. Alirio Díaz fue un gran músico que elevó el arte de la guitarra a alturas sin precedentes. Sus logros en interpretación, grabaciones y ediciones son testimonios permanentes de uno de los grandes artistas de nuestro tiempo.