La discapacidad de Adrian Anantawan no le ha supuesto ningún problema para convertirse en uno de los violinistas más virtuosos del momento
Vía: www.lavanguardia.com/ Por MIRIAM ELIES
Suenan las notas de un piano. En el momento en que el arco roza las cuerdas, Adrian cierra los ojos y desliza sus dedos por el mástil del violín. La sala se inunda de una emotiva melodía. Es la partitura que el gran maestro John Williams compuso para La lista de Schindler. Sus párpados permanecen caídos y se sume en el delicioso sonido que emana del instrumento, como tantas otras veces ha hecho.
Se llama Adrian Anantawan y nació sin la mano derecha. Los médicos creen que la extremidad no se desarrolló porque el cordón umbilical se le enrolló en el brazo. A pesar de las evidentes dificultades para tocar, es uno de los violinistas más reconocidos del momento.
De descendencia asiática, nació en Ontario (Canadá) en 1983. Confiesa que su infancia no fue un camino de rosas. Adrian se dio cuenta de que era diferente a los otros niños cuando empezó la escuela. “No tenía muchos amigos, pero los que tenía eran cercanos”, reconoce.
A los 10 años decidió probar con el violín. “Empecé a interesarme por la música gracias a un profesor que tuve. Me decanté por ese instrumento porque mi padre lo tocaba cuando era más joven. Desde que lo cogí por primera vez hasta ahora el violín me ha dado la motivación que necesitaba”, explica a ‘La Vanguardia’.
Utilizar el arco de la forma correcta fue lo más difícil. Fabricaron una prótesis a su medida para que pudiera sostenerlo y tuvo que desarrollar su propia técnica porque no hay mucha gente como él que haya decidido tocar el violín. “Intentaba imitar a la gente que yo admiraba. Me fijaba mucho en mi profesor. Fue todo un desafío. Tuve que experimentar mucho para poder conseguir el sonido que quería que saliera del violín.” Y practicó tanto que logró lo que muchos creían que nunca haría: el pizzicato (pellizcar las cuerdas con la yema de los dedos). “Sólo utilizo mi mano izquierda y lo hago bastante deprisa”, cuenta satisfecho.
Sus padres jugaron un papel crucial en su relación con la música. El artista reconoce que siempre le motivaron para ser el mejor sin importarles su condición, y asegura que gracias a ellos fue capaz de dar lo mejor de sí mismo con el violín.
Lo mismo ocurrió con sus profesores. “Creyeron en mí. Por eso a pesar de mi discapacidad he tenido éxito y soy lo que soy en la actualidad. Al final el único impedimento podía haber venido de mí y yo siempre he confiado en mi capacidad. Es importante luchar y creer en uno mismo, sin tener en cuenta lo que los demás piensen”, asevera. Eso sí, los largos ensayos también contribuyeron a su gesta: tocaba siete horas al día.
Hasta el día de hoy, no hay ninguna composición que no haya podido tocar
Aunque se ha subido cientos de veces sobre el escenario, admite que al principio siempre se pone nervioso. Hasta que encuentra su espacio y acaba conectando con el público. “Hay algo importante en la música que hace que todos los humanos lo sintamos. Es una experiencia única”, explica.
Adrian cuenta que la música le ha aportado muchas experiencias en la vida. “Me ha dado la oportunidad de poder conectar con diferentes personas en distintos lugares alrededor del mundo. Es un lenguaje universal.” Y no es para menos. Su gran talento le ha llevado a tocar ante destacadas personalidades como el papa Juan Pablo II o el actor y director de cine Christopher Reeve. O incluso el Dalai Lama. “El día que toqué para él interpreté una pieza de Johann Sebastian Bach. No recuerdo lo que me dijo, pero sí el contacto humano y la pasión que emanaba de él”. Escogió al compositor alemán por la “magia especial” que ocultan sus composiciones. “Cada vez que toco sus piezas descubro algo nuevo, tanto en la música como a nivel personal”.
La experiencia de Adrian sirvió para que muchos discapacitados se atrevieran a romper las barreras y experimentaran con la música. Consciente de ello, decidió fundar la VMI INITIATIVE, una organización que se encarga de buscar avances tecnológicos con los que adaptar los instrumentos para músicos con discapacidades. “El objetivo es que sean capaces de tocar por sí solos”, explica. Y manda una reprimenda a los gobiernos que ofrecen ayudas deficientes al colectivo. “Tendrían que darse cuenta de lo imprescindible que es tener un apoyo. En mi caso yo he tenido éxito por la gente que me ha rodeado. Sin Stephen Hawking no conoceríamos muchos de los descubrimientos que ha hecho sobre el universo. Puede que no todos podamos resolver los problemas del mundo, pero sí podemos aportar nuevas ideas.”
Sobre su futuro, asegura que todavía tiene un largo camino por descubrir a través de la música. “¡Soy un aprendiz!”, reclama. Es difícil de creer. Hasta el día de hoy, no hay ninguna composición que no haya podido tocar.