Vía: www.latercera.com/ Rodrigo González M.
El destacado músico chileno se presenta este martes en el Centro CA 660, donde tocará a Schubert y Chopin.
A veces las palabras en español se les escapan a Alfredo Perl. Le gusta encontrar sinónimos para las documentadas explicaciones que da sobre las obras que tocará mañana y el martes en Chile, pero nuestro diccionario no es suficiente. Con una residencia permanente en Alemania que oscila entre la pequeña ciudad renana de Detmold y la gran capital Berlín, Perl comenta que probablemente no pase más de 30 días al año en Chile. El resto es un continuo dínamo calendarizado de trabajo que se reparte entre clases, dirección de orquesta y su piano. No hay forma de practicar el español, entonces.
“Relacionándome con alumnos o dirigiendo me toca siempre hablar en alemán. Antes viajaba más por Europa, pero ya no tanto, aunque hace poco estuve en Bucarest (Rumania) tocando el Quinteto del compositor rumano George Enescu”, comenta con su característico acento chileno con matices germanos: “Por ejemplo, en este concierto voy a tocar obras de madurez de Chopin, que no es el Chopin galante, convencional y tan melódico que todo el mundo ubica. No es ese Chopin inconfundible y único. No es ese Chopin…, ¿cuál es la palabra en castellano? En alemán hay una muy clara que es ‘eindeutigkleit’, que sería algo así como “inambigüo”, pero eso no existe en español no?”.
Aquella faceta musical, que él también denomina como la de “un Chopin enojado”, es la que desplegará en la segunda parte de sus conciertos, que incluye la Polonesa Fantasía en La Bemol Mayor Opus 61, los Dos Nocturnos Op. 62, las Tres Mazurkas Ops. 63 y la Barcarola en Fa Sostenido Mayor Op. 60. En la primera sección de las presentaciones (hoy en la Universidad Federico Santa María a las 19.30 horas y el martes a las 20 horas en el Teatro del CA660) interpretará la Sonata N° 18 en Sol Mayor D. 894 de Franz Schubert, que de la misma forma que el repertorio de Chopin corresponde a la etapa final del compositor.
“Chopin vivió 39 años y Schubert apenas 31, así que en ambos casos hablamos de obras tardías de compositores que murieron extremadamente jóvenes. Schubert falleció apenas un año después que Beethoven, en 1828. Sin embargo es totalmente diferente: las composiciones de Schubert son muy largas, mientras que Beethoven se toma la mitad del tiempo en decir lo mismo”, cuenta.
¿Físicamente es muy agotador tocar a Schubert?
No en particular o no más que Beethoven, que puede presentar bastante más densidad. Lo que pasa con Schubert es que no tiene ningún problema en repetir tres o cuatro veces un mismo tema. Es mucho más expansivo y en sus obras hay bastante dolor debajo de una aparente tranquilidad. Esta sonata en particular tiene dos niveles de percepción: el primero es radiante y evoca tal vez paisajes de los Alpes austríacos, pero el segundo es de consuelo, con algunos exabruptos y volcanes de tensión.
¿Era parte de la personalidad del compositor también?
Efectivamente. Franz Schubert tenía muchos amigos poetas, hacían las famosas “Schubertiadas”, pero en el fondo era un tipo muy solitario y triste. Pero para llegar a ese abismo y esa soledad tienes que levantar una capa. En cambio, en Beethoven el conflicto es inmediato, está ahí, expuesto.
¿Y cómo era la personalidad de Frédéric Chopin?
Es curioso, dicen que era muy mal genio. Lo único que puedo decir es que estas obras son muy diferentes a las más conocidas de él, las más convencionales y galantes, que son también más complacientes. Este Chopin, en cambio, mira hacia el futuro y en este período estaba definitivamente al comienzo de una nueva etapa creativa. Son obras de una modernidad increíble, con una forma muy osada de tratar la armonía. Tiene cadencias que no son fáciles de seguir para el oyente. La Polonesa Fantasía, incluso, es considerada una obra ingrata: no es la clásica Polonesa Heroica ni la Polonesa Militar.
¿Qué le pareció ganar el premio Echo Klassik, el más importante de la música clásica en Alemania?
La verdad de las cosas es que no me lo esperaba. Pero supongo que si lo obtuvimos es porque hicimos las cosas bien. Fue para una grabación de La canción de la Tierra, en una versión de Arnold Schoenberg (donde Alfredo Perl dirige a la Orquesta de Cámara e Detmold).
¿Cómo ve el panorama musical alemán?
Indudablemente es un país privilegiado: en Berlín la oferta musical es increíble, mientras que Detmold, con apenas 30 mil habitantes, tiene 400 conciertos al año. Sin embargo el gran problema de Alemania es el mismo que hay en todo el mundo: ¿cómo atraer gente joven a los conciertos clásicos? ¿Cómo llegar? Es probable que a los muchachos no les interese ver un concierto clásico porque es no es cool o porque es visto como raro que te interese un compositor que murió hace 300 años. El desafío es renovar el público y llegar a esos chicos.
¿Tiene alguna preferencia por algún pianista del momento ?
La verdad es que a estas alturas ya no. Lo que sí me interesa es ampliar mis gustos: por ejemplo nunca me fui muy operático, pero hace poco, aprovechando que vivo en Berlín donde los conciertos son muy baratos, fui a ver a Daniel Barenboim en la sala Philharmonie de Berlín donde dirigió exclusivamente a Schoenberg, el padre de la música atonal. Y fue increíble: es música muy difícil, pero la gente aplaudió con un fevor de público de rock.