Vía: www.ideal.es | G. S. | GRANADA
Anne-Sophie Mutter, la violinista alemana, fue anoche la gran protagonista del Festival con un extenso repertorio que interpretó junto al pianista Lambert Orkis
La violinista alemana Anne-Sophie Mutter se dio a conocer al mundo en 1976, cuando con solo trece años de edad tocó junto a la Filarmónica de Berlín por invitación de Herbert von Karajan. Muy pronto, aún adolescente, se consolidó como una de las solistas más famosas y brillantes del panorama musical internacional. En una esplendorosa madurez, y con el piano de uno de sus más conocidos y detallistas acompañantes, el estadounidense Lambert Orkis, se presentan por primera vez en el Festival de Granada, con un extenso repertorio que incluye obras en las que se combina color, hondura y lirismo, no exentas de las más variadas dificultades técnicas y artísticas. El recital cuenta con el patrocinio de Cosentino.
–Es su primera vez en el Festival de Granada. Dentro de la escena internacional, ¿considera Granada una de las grandes ciudades musicales de Europa?
-En general España en los últimos años ha experimentado un gran crecimiento musical, entre otras razones porque la Reina Sofía es muy aficionada a la música y ha apoyado eventos como el Festival de Granada, la construcción de auditorios en Valencia y Zaragoza, contribuyendo a la creación de escenarios y público. España se ha convertido en un país muy interesante para tocar, que ha sabido mantener su tradición. Aún recuerdo mi debut en el Teatro Real en 1978 como un concierto especial en ese gran edificio. Por tanto, Granada y la Alhambra, que ya conocía como turista, y su Festival, es uno de los pocos festivales en los que siempre tocaré al aire libre, por su importancia histórica y artística.
–El Festival de Granada tiene en su memoria la figura de Hebert von Karajan, que en 1973 con la Orquesta Filarmónica de Berlín interpretó tres grandes programas sinfónicos. ¿Que representa Karajan en su vida?
-Por supuesto, mi vida musical comenzó y estuvo marcada por trece años de colaboración con Karajan. Incluso ahora, cuando oigo una orquesta en la radio y siento un efecto extremadamente electrizante, que los músicos tocan en el filo de su asiento, entonces es Karajan dirigiendo. Particularmente, me interesa su búsqueda de la perfección, siempre era capaz de llegar más allá, de sacar de la música y de mí misma algo que ni siquiera yo sabía que existía. Es una filosofía que yo he adoptado.
–Hay otra figura importante esta noche, el pianista Lambert Orkis, con el que toca desde 1988. En veintisiete años de colaboración puede haber muchos cambios, pero seguro que han crecido en esta época como dúo.
-Sin duda, empezamos haciendo un gran repertorio, pero lo más importante es que siempre nos hemos divertido mucho haciendo música juntos. Nos conocemos muy bien en el escenario, pero también fuera de él. Mantenemos siempre un diálogo y una tensión entre el violín y el piano, logrando una íntima comunicación.
Concentración y aire fresco
–En el concierto presentan un gran programa representativo de la tradición alemana, con Brahms y Beethoven en la primera parte, pero también prestan atención a obras de la tradición mediterránea, latina, en la segunda, con Respighi y Ravel. Como decía Nietzsche. ¿Hay que mediterraneizar la música?
-Absolutamente, hay una relación entre Respighi y Ravel a través de una mujer, Jelly d’Arányi, que estrenó Tzigane en 1924, probablemente con el violín con el que yo toco, que perteneció a ella anteriormente. El inicio del concierto requiere gran concentración, pero en la segunda parte, con las sonoridades de Ravel y Respighi, entra un aire fresco con el que disfruto intensamente.
–Hablenos de sus proyectos sociales, su fundación para jóvenes músicos y su colaboración en diversas iniciativas para mejorar el mundo en el que vivimos.
-En Europa tenemos que comprometer a la sociedad con la música, porque los gobiernos no están muy interesados en la cultura y la educación. Debemos hacer comprender que la música es un lenguaje, y que, si cantamos juntos, mejoramos la sociedad, la convivencia y las emociones que compartimos.