Vía: www.elobservador.com.uy | Por Nicolás Tabárez
Ernesto Holman estaba tocando su instrumento predilecto, el bajo, cuando entró en trance y tuvo una visión. En ella, 12 soldados mapuches le indicaron hacia donde debía llevar su carrera.
Hasta ese momento, este músico chileno se dedicaba al jazz tradicional, aunque confiesa que ya estaba bastante aburrido. Luego de esta revelación, decidió incorporar dentro del género los ritmos ancestrales de las culturas americanas.
Ahora llega a Montevideo en el marco de una gira latinoamericana, para brindar una charla hoy en el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI), sobre la influencia de los ritmos ancestrales en la música actual, y un concierto en la sala Zitarrosa mañana.
Holman, que se considera, además de músico, un “antropólogo autodidacta”, comenzó a integrarse a la comunidad mapuche Kallfulikán luego de hablar con un machi (chamán mapuche) tras su “despertar místico”. Este intercambio lo influenció en su música y en su forma de ver el mundo. El músico considera que en el mundo actual globalizado “se nos olvida quiénes somos” y menciona un viejo adagio indígena de su país: “Nadie sabe a dónde va si no sabe de dónde viene”.
De todas formas, acepta las influencias extranjeras, como de hecho, es el jazz. “Nosotros los sudamericanos no inventamos la olla de teflón, la trajimos del hemisferio norte. Pero el caldo, lo que va adentro de la olla, lo elegimos nosotros. Con la música es igual. El jazz y sus instrumentos vienen del norte, pero nosotros le aportamos nuestra identidad”, explica. Esta combinación es llamada etnojazz por Holman.
El músico considera que hay un embelesamiento con lo que proviene del norte, con la influencia por ejemplo del cine. “Nos identificamos con los poderosos, no con los débiles, por eso generan esa atracción”, dice. Y agrega: “No podemos ser como ellos, es por eso que debemos realizar una búsqueda espiritual de conexión con nuestra tierra”. Esto genera que haya un rechazo a la identidad y a la sonoridad indígena, algo que él se esfuerza por evitar y modificar.
A pesar de la influencia de su convivencia con los mapuches, Holman aclara que la “música mapuche” como tal no existe. Este pueblo no maneja la música como algo estético, sino que tocan sus instrumentos con una intención ritual: “Se toca como sale, es la tierra la que indica como tocar”.
Esta idea la lleva a su música y será algo de lo que muestre en la charla que dará en el MAPI. La inquietud de Holman de buscar la relación con lo indígena era compartida por uno de los bajistas más importantes de la historia, el estadounidense Jaco Pastorius, a quien el chileno conoció en Nueva York.
“Él me vino a saludar a mí. Tuvimos una especie de conexión y, en un momento, él tocó solo para mí durante unos 20 minutos”, rememora el artista.