Vía: www.larazon.es/ Por Madrid.
Daniel Barenboim tiene claro que su orquesta West Eastern Divan no va a solucionar el conflicto entre Palestina e Israel, pero defiende, en una entrevista con Efe, que “ha cambiado la vida de todos los que han pasado por ella”, incluido él mismo, que la dirige.
Barenboim (Buenos Aires, 1942) la impulsó en 1999 con el literato palestino Edward Said, como un taller para jóvenes músicos de Israel y otros países de Oriente Medio para combinar el estudio musical con la comprensión entre culturas tradicionalmente rivales, y en ella tocan músicos árabes e israelíes, acompañados de españoles, ya que tiene su sede en Sevilla gracias al apoyo de la Junta de Andalucía.
“La West Eastern Divan no se fundó para resolver el conflicto israelí-palestino, pero sí ha cambiado la vida de todos los que han pasado por ella, la mía también”, ha asegurado el músico judío, quien añade que esta orquesta también ha demostrado que “sí hay una posibilidad de coexistencia”.
No obstante, se queja de que “lamentablemente no tiene ninguna influencia en las políticas árabes e israelíes”, aunque destaca que es “musicalmente extraordinaria” y que sus integrantes, gracias a trabajar juntos, sí ven la “posibilidad” de un futuro en paz.
Para Barenboim, este conflicto que va a cumplir ya el medio siglo tiene su principal causa en “la ocupación israelí” de los territorios palestinos, aunque “hay poca gente en Israel que se dé cuenta de que es el principal problema para llegar a un acuerdo”.
Pero esta agrupación le ha permitido además llevar la música clásica a lugares que difícilmente tienen acceso a ella, con conciertos como el ofrecido en 2005 en Ramala (Palestina), el primero de la Divan en un país de Oriente Medio.
El pianista y director de orquesta, que cumplirá en agosto 65 años sobre el escenario, está ahora muy ilusionado con la puesta en marcha de otra extensión de este proyecto, la Academia Barenboim-Said, que abrirá sus puertas en Berlín en octubre de 2016 en un edificio diseñado por Frank Ghery y que será su “actividad principal”, aunque no abandonará los conciertos ni las grabaciones.
En ella cambiará las bases de la formación musical tradicional de los conservatorios y, aunque se prevé una alta demanda de inscripciones, no se superarán “los 50 ó 60 alumnos, porque un número exorbitante de estudiantes no permitiría desarrollar nuestra forma de educar”.
En esta academia, donde el grado tendrá una duración de cuatro años, se impartirá educación instrumental y teórica, con muchas clases prácticas y el piano como segundo instrumento, pero también otro tipo de formación como “una especie de educación filosófica” o sobre el conocimiento y cómo usarlo.
Siguiendo el espíritu de la Orquesta Divan, estará abierta principalmente a músicos de Oriente Medio, aunque no de forma exclusiva.
El director vitalicio de la Staatskapelle de Berlín, con la que ofreció ayer un concierto en Madrid y tiene programados otros dos en Barcelona el 6 y 7 de julio, considera indispensable que la música se enseñe en las escuelas “igual que la literatura o las matemáticas”.
“Pero para aprenderla hay que dar a los alumnos la posibilidad de ejecutarla y, aunque eso puede ser complicado, se puede organizar, por ejemplo con cuartetos”, propone.
Y defiende la música como asignatura porque “ayudaría mucho al desarrollo cerebral de los niños, porque une la parte racional y emotiva”. “Por lo menos para mí fue muy importante para mi desarrollo”, reconoce.
Con más de 40 conciertos programados hasta final de año en Buenos Aires, Salzburgo, Berlín, Lucerna, Londres, Viena, Bruselas y Tokio, entre otras ciudades, Barenboim aprovechó su actuación en Madrid para presentar su último álbum, que saldrá a la venta el 4 de septiembre, en la que interpreta los dos conciertos de piano de Brahms junto con la Staatskapelle, dirigida por Gustavo Dudamel.
“La relación de Dudamel con la Staatskapelle fue extraordinaria, muy cercana, una grandísima contribución. A él le tengo mucha simpatía personal, así que cuando surgió la idea de grabar el concierto dije rápido que sí. Espero que guste este disco”, ha dicho.
Precisamente, sobre los gustos del público, sostiene: “Los músicos a veces se equivocan, los críticos se equivocan, el público nunca se equivoca. Quizá a corto plazo, cuando no profundiza de forma suficientemente rápida en una obra nueva, por eso hay cierta música contemporánea que tiene sus dificultades. Sólo es cuestión de darle tiempo y la posibilidad de familiarizarse con esa música”.
“Somos esclavos de los estrenos, a mí me interesan poco: me gustan más las segundas y terceras buenas ejecuciones”, refiere. Efe