Vía EL UNIVERSAL, Por Simón Villamizar
Cuatro años atrás los médicos le diagnosticaron una fisura en la columna vertebral que la mantuvo postrada en la cama durante largos meses. Pero la samba, dice la cantante carioca Elizabeth Santos Leal de Carvalho, mejor conocida en su Brasil natal como Beth Carvalho, la ayudó a pararse y vencer la enfermedad.
Y aunque de aquella dolencia quedaron secuelas irreparables que de cuando en cuando la apartan de los escenarios, la llamada “Reina de la samba y del pagode” no pudo negarse cuando fue invitada para viajar Venezuela a cantar en la Semana de Brasil.
Así que a Caracas, cuenta, viene esta semana para interpretar -el sábado 6 de septiembre en la Casa Amarilla Antonio José de Sucre y el domingo 7 de septiembre en el Teatro Teresa Carreño- temas como Folhas secas, Vou festejar, Sólo le pido a Dios -que grabó con Mercedes Sosa- y su clásico Coisinha do pai, que ha sonado hasta en Marte luego de que la Nasa decidiera incluirla en el equipaje transportado por el vehículo Path Finder en 1996. “Lo que voy a llevar es un cargamento de samba”, advierte ella por vía telefónica.
-¿Cómo definiría usted la samba?
-¡Para mí es todo! Generalmente se habla de un sólo tipo de samba, pero hay muchos tipos: samba de cuadra, samba de enredo, samba de partido alto… Y todos permiten contar la historia del país. Fue Getulio Vargas quien obligó a las escuelas de samba a que contaran nuestra historia y se convirtieran en cronistas del día a día de los brasileños. Así que no es sólo un género musical: es una de las manifestaciones más populares de todo el país.
-Le pregunto porque cuando uno escucha la palabra samba piensa en jolgorio y celebración. Pero usted ha dicho que es también botiquín, sufrimiento y favela.
-Y tiene razón, no es sólo alegría. La samba expresa claramente la forma como vive el brasileño. Lo que sucede es que los brasileños vivimos las cosas por encima del sufrimiento. Es decir, le solemos dar la vuelta a todo para dejar el sufrimiento a un lado. Pero igual la samba sirve para expresar lo que nos sucede y hasta para denunciar nuestros problemas políticos. Por eso es que yo canto: “O povo como está? Está com a corda no pescoço, É o dito popular, Deixa a carne e rói o osso. Como ves, la samba es también una forma de hacer crítica.
-También ha dicho: “La samba es el gran poder transformador”. ¿De verdad cree que la música es capaz de transformar algo?
-¡Claro que sí! La samba es sumamente democrática y transformadora. Cuando uno se sienta en una mesa de pagode, todos se igualan. Ahí no hay jerarquías de ningún tipo. Entonces nos enseña a ser iguales y a enfrentar la vida indistintamente de los problemas que se tengan. La samba habla de nuestros sufrimientos, pero también enseña a salir de ellos.
-Desde pequeña tuvo usted contacto con la música.
-Yo cantaba desde pequeña, porque mi familia estaba ligada a la música. Mi abuelo tocaba guitarra. Y mi padre, João Francisco Leal de Carvalho, era amigo de Elizeth Cardoso, Aracy de Almeida y Sílvio Caldas. A todos los escuché y todos tuvieron una gran influencia en mí. Pero ya desde los trece tocaba guitarra. Y después comencé a cantar en fiestas.
-Pero no era usted precisamente una joven del norte de Río, donde se cultiva en realidad la samba. Más bien pertenecía a una zona más clase media: la zona sur.
-Creo que en eso tuvo influencia mi padre, que era un hombre de izquierda, un nacionalista que apoyaba a Getúlio Vargas, las causas sociales y los ideales nacionalistas. Yo siempre conviví con los negros, porque no tengo esa cosa del racismo. Y la samba es hecha por negros. Toda esa musicalidad, esa riqueza, proviene de esos mundos. Claro que la Bossa Nova también me envolvió fuertemente. Pero a mí no me bastó, porque la samba es mucho más contundente, viril y fuerte. Pero lo que dices es cierto: yo soy como el túnel reboucas, que une a la zona sur con la norte de Río.
-Con tantos años de carrera, ¿lleva la cuenta de cuántos discos ha grabado?
-¡Claro! Ya tengo 35 discos grabados, y seguiré grabando. Mi música seguirá sonando.
-Bueno, ha sonado hasta en Marte.
-Es increíble, ¿verdad? Creo que eso no va a pasar más en la vida de nadie. Sucede que cuando hicieron aquel proyecto del Path Finder, a una brasileña que trabaja en la Nasa se le ocurrió que el robot que viajaba a Marte debía llevar una de mis canciones. Y escogieron Coisinha do pai para que despertara al robot todos los días (risas). Sí, mi voz se ha escuchado hasta en Marte, pero yo lo veo más bien como un gran homenaje a la samba.
-Hablemos política. Usted, que se precia de socialista, ha dicho que la samba “es revolucionaria”.
-La samba ha servido como instrumento de protesta en todos los momentos de nuestra historia política. Por ejemplo: yo grabé una samba que se hizo famosa en la época de la virada. Vamos lá rapaziada, tá na hora da virada vamos dar o troco. Vamos botar lenha nesse fogo,vamos virar esse jogo que é jogo de carta marcada. Esa se convirtió en un gran himno.
-¿Cómo ve la política en América Latina?
-Yo veo que hay más felicidad que antes, porque América del Sur se está tornando cada vez más socialista. ¿Quién se iba a imaginar que un indio iba a ser Presidente de Bolivia? ¿O que un hombre como Chávez iba a llegar al poder para transformar al país? Que pena que vaya a Venezuela y él no esté más.
-¿Es cierto que usted lo conoció personalmente?
-Sí, lo conocí gracias a un amigo periodista. Sucede que Chávez quería invitar a una cantante brasileña a su programa y él le habló mí. Yo ya lo seguía, porque me parecía un hombre simpático, culto, de convicciones verdaderas, y de un gran amor por el pueblo. Fue una pena mundial, y sobre toda para la izquierda, que él se fuera. Lo cierto es que me invitó al programa de los domingos y cantó Tristeza conmigo. Tristeza, por favor vai embora. La cantamos a capella.
-Pero Venezuela se ha convertido en un país dividido, y con una crisis que amenaza con hacer aguas.
-Se entiende que hayan manifestaciones y descontento, porque los pueblos no se conforman con perder los espacios que han tenido. Pero eso ocurre siempre. Pero eso, las manifestaciones, las críticas, es lo que hace a una verdadera democracia. Lo importante es que el socialismo se abrió paso en Brasil y Venezuela. Eso sí, ¡falta Colombia!