Conversaciones de Atril con el maestro Alan Troudart

Músico de profesión, de alma y de corazón. Quien por esas extrañas razones de la vida que pocas veces podemos entender, ya no ejerce la carrera musical desde la ejecución. Pero agradece cada día el poder regalar música a muchas personas, desde otra perspectiva


Conversaciones de Atril | Por Jesús Alcívar | 13/03/2017 | Fotografía : Omar Enrique Pérez

De madre chilena y padre martiniqués, este clarinetista venezolano oriundo de Cumaná que estudió en Francia, trabaja actualmente y desde hace varios años con la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas.

Es un enorme placer poder tener en “Conversaciones de Atril” al maestro, gran amigo, y gran ser humano, Alan Troudart.

¿Alan encontró a la música o la música encontró a Alan?

Yo diría que las dos cosas. Porque de alguna manera mi madre quería que alguno de sus hijos fuese músico, entonces ella me llevó a encontrar la música. Pero la música me encontró a mí, cuando realmente me enamoró. Y eso ocurrió, debo decirlo con la mayor honestidad cuando comencé en la orquesta infantil del estado Sucre. Allí es donde realmente sentí el llamado, el enamoramiento.

¿Por qué el clarinete?

Ah bueno, lo del clarinete es también algo bien curioso. ¿Puedo contar un anécdota?. Claro maestro-

Uno de mis hermanos, el segundo, el del medio; cuando yo estaba bastante niño, tendría como siete u ocho años, él se inscribió en una escuela de música en la ciudad donde vivíamos. Y el instrumento que escogió fue el clarinete piccolo. Y recuerdo que en la escuela le dieron un clarinete piccolo y él lo llevó a la casa, maravillado. Me lo mostró, y me dijo: “Mira, mira las llaves plateadas, y es negro, de madera”. Y esa imagen quedó en mi mente. Cuando voy a la orquesta infantil, me preguntaron: ¿y qué instrumento quieres?, fue como automático, CLARINETE!
Creo que elegí el clarinete porque era un instrumento con el que tenía afiliación, por esa vivencia infantil.

¿Qué significó “El Paíto” para usted?

“El Paíto” significó la realización de un… de un anhelo, de un sueño, y de un deseo. Porque de la música venezolana también me fui enamorando, como me ocurrió con el clarinete. Yo coqueteaba con la música venezolana, pero para mí era algo… un poco como exótico, que estaba allí, pero yo estaba era dentro de la enseñanza académica. Ese acercamiento se fue haciendo cada vez mayor, y yo fui descubriendo por decirlo de alguna manera, lo maravilloso de la música venezolana. Fui aprendiendo más formas de ejecutarla, que es lo que la música venezolana tiene. Ya cuando estaba más inmerso en ella, me sentía con más seguridad, pensé en la posibilidad de poder grabar un disco. Y bueno, “El Paíto” fue ya como la culminación de ese sueño, de ese deseo.

¿Mantiene contacto con algunas de las personas involucradas en ese proyecto?

Sí, con varias. Hay una persona que fue muy importante en ese proyecto, el maestro Raúl Landaeta. Con quien justamente, de la mano de él, comencé a recorrer ese camino de la música venezolana; ya que era una persona que venía de ese mundo. El me enseñó y me fue abriendo puertas; y nos asociamos para la producción de “El Paíto”.

Otra persona con la cual tengo una relación muy profunda, muy bonita, es con mi amigo, el gran trompetista, maestro Eduardo Manzanilla; quien a su vez fue quien realizo los arreglos de varias de las piezas de “El Paíto”. De manera que, mantengo contacto con ellos.

Un hecho que ha marcado su vida…

Bueno, sin duda alguna… hay varios, pero el último, el más fuerte, fue el accidente que sufrí en el año 1999, y que debido a eso no pude seguir ejecutando el clarinete. Me impactó, debo decirlo, de una manera muy dolorosa, pero también siento que me hizo crecer en unos aspectos que yo, mejor dicho, que uno… esos aspectos que tu no sabes que te hacen crecer hasta que te sucede algo como eso. Y si bien tuve una tristeza muy profunda, y un duelo largo, que quizás todavía no cierro; también debo decir que me hizo ver cosas muy importantes, muy hermosas. Como la solidaridad de los amigos, como aprender a ver la música desde otro punto de vista, a disfrutarla. Y también a descubrir gente como… como Jesús Alcívar, que de alguna manera aunque ya yo no era ejecutante, por la realización del disco y las referencias, el se fue acercando a mí, y marqué una influencia para el y que me llena de satisfacción y orgullo.

Alan Troudart en una palabra

¿En una palabra?… (silencio).
Yo diría más bien un artefacto, y tal vez te pueda sonar extraño. Si me miras bien, un kaleidoscopio.
Ok…
(silencio) (risas)

¿Cuál es su visión de la cultura en Venezuela?

Mi visión de la cultura es una mezcla de cosas, porque… yo siento que tenemos unos enormes talentos, para empezar. Juntos con esos talentos, unos grandes desarrollos a través de ellos. Y también unas excelentes trayectorias y resultados, en varias áreas, como la música, las artes plásticas, la literatura, el teatro, últimamente también el cine. Pero a la vez siento que nosotros mismos como venezolanos, no hemos aprendido a ver eso, y tampoco mucho menos, a mostrar eso al mundo.

En el caso de la música, que es mi profesión; te das cuenta con la música venezolana, que hay un sinfín de ritmos, de posibilidades de desarrollo, y que sea una música que ahora se está dando a conocer al mundo, pero que sigue siendo muy desconocida. Y cuando la comparas, porque lamentablemente nace la comparación, con otras músicas de Latinoamérica ampliamente conocidas, salen esas preguntas inevitables ¿Quién no conoce la música mexicana? ¿Quién no conoce la música brasilera?. Entonces uno se pregunta por qué no ocurre esto con la música venezolana. ¿Qué ha pasado?. Qué no hemos hecho. Y a partir de ahí puedo decir que inclusive toca otras áreas. Porque también, quitando los grandes maestros como Soto, Cruz Diez, Otero, el extraordinario abanico de pintores venezolanos es poco conocido si lo comparas (de nuevo) con México o el mismo Chile por ejemplo.

Yo siento que nuestra cultura es amplia, rica, maravillosa, pero que… es anónima.

¿Considera que hay oportunidades para los músicos, actualmente?

Sí, si hay oportunidades; por supuesto que las hay en el campo de la música por ejemplo, para desarrollarse, o para trabajar. 

Vivir en Venezuela, pagado en bolívares. Todo un reto, ¿no?

Sin duda.

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