Imágenes cortesía del canal de Instagram de FundaMusical Bolívar
(Fráncfort Alemania, 14 de enero EFE).- El violinista Oscar Medina frota el arco sobre las cuerdas en el mismo lugar de hace 20 años. Frente a él su amigo, con quien tanto viajó en busca de audiciones, Gustavo Dudamel, que ahora levanta la batuta ante la Simón Bolívar, la joya mejor lograda de un sistema que cumple 40 años en 2015.
Medina y Dudamel, cada uno en su puesto, ensayan el concierto que esta noche ofrecerán en Fráncfort en el marco de la gira que el Sistema Nacional de Orquestas venezolano ha programado para que la Simón Bolívar celebre por Europa los cuarenta años de su fundación, que se cumplirán el próximo 12 de febrero.
Los 200 músicos que hoy recorren el viejo continente bajo la batuta de uno de los más reconocidos directores de orquesta internacionales -que entró en el sistema a los cuatro años de edad- son el resultado de un proyecto social que derribó en Venezuela la muralla entre la música y la pobreza.
La historia de cuatro décadas fue concebida en un sótano en una ciudad de Venezuela y ha madurado como el Sistema Nacional de Orquestas venezolano fundado por el músico José Antonio Abreu con el proyecto de fomentar la formación musical como instrumento de cambio social.
Actualmente unos 600.000 niños forman parte del Sistema que busca que los jóvenes de Venezuela, uno de los países con los mayores índices de violencia de América Latina, tomen un instrumento antes que un arma, y se decidan por la música antes que por la violencia.
La orquesta Simón Bolívar, integrada por casi 200 músicos y dirigida por Dudamel, se ha convertido en la agrupación estrella del sistema y sus músicos son historias andantes de su éxito, que han llevado la música clásica a través de las diferencias.
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Cuando Oscar Medina era apenas un niño y soñaba con ser piloto, fue arropado por el proyecto musical, y 20 años después interpretaba a Gustav Mahler como principal en la segunda fila de violines en el Royal Festival Hall de Londres, junto a su compañero de audiciones y el resto de los músicos a quienes ha visto crecer.
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Frente a él en los conciertos se sitúa Ismel Campos, el principal de la primera línea de viola, hijo de la cantante de una coral de una provincia al oeste de Venezuela, que acabó apasionado por la música desde el primer día que entró al Sistema.
“Yo entre a la música por mi mamá, ella ensayaba frente a un núcleo del Sistema en Coro que dirige Matorino Ponte, un hombre de 80 años que aún dirige la orquesta de esa ciudad”, recuerda con exactitud.
Y en una forma graciosa de explicar cómo es que el Sistema le permitió entrar a la música sin burocracia agregó: “Ahí como que hacían falta las violas porque él (Matorino) me llevó directamente para allá y me dijo. ‘Ismel está es la viola, ahí esta la maestra, y desde ese día empecé”.
“En Venezuela, desde que el maestro (Abreu) comenzó en un sótano, dónde llovía más adentro que afuera, la música y las oportunidades son libres (…) y para mi el único requisito fue ser venezolano”, añadió.
El reconocimiento que ha cobrado Dudamel y el Sistema en el mundo se ha reflejado en los últimos días en la gira por Europa, que ha ido sumando auditorios a tope, entradas agotadas y ovaciones de pie.
El éxito de la Simón Bolívar es para los venezolanos uno de los motivos de mayor orgullo en materia de espectáculo y la orquesta funciona quizás como la mejor embajadora del talento del país petrolero agitado por la violencia.
Para Oscar, lo que ocurre con la orquesta que hace apenas una noche puso de pie al auditorio del Palacio de Bellas Artes en Bruselas, es para él una señal de que “algo” esta cambiando.
“La gente en el público a lo mejor se preguntará cuando uno toca: con tantos problemas que hay en Venezuela, por qué esto suena, bueno entonces algo está sucediendo, algo está cambiando”, dijo el joven convencido de que la música es “el camino para solventar cualquier problema”.
Para Ronnie Morales, músico de la agrupación y miembro del Sistema, “la integración es la muestra de que la orquesta es un hecho cultural que va mas allá de la práctica musical” porque para él “la cohesión, la inclusión y la diversidad cultural”, es lo que explica el éxito del proyecto que ha roto el corsé de la música clásica y la clase social.
“Cuando un niño entra en el mundo de la música se rompen las barreras económicas y sociales, y se entra en un mundo más espiritual”, dice Ronnie repitiendo una frase en la que insiste varias veces Abreu.
El éxito de la orquesta la ha llevado a presentarse en las mejores salas de conciertos de los cinco continentes.
Irónicamente, y después de cuarenta años, el violinista que una vez soñó con ser piloto y que ha recorrido el mundo con el violín siente que la música fue su mejor decisión porque, al fin y al cabo -dice- le dan miedo las alturas.