Vía: www.clarin.com/ Federico Monjeau
Al día siguiente de su arribo a Buenos Aires y una semana antes de su primer concierto en el Colón con su Orquesta del West Eastern Divan, Daniel Barenboim recibe a Clarín en una oficina del Colón. El maestro toma asiento, pide un cenicero y enciende un poderoso cigarro de hoja. “¿Se puede fumar, no?” Nadie desea contrariarlo, por lo que el personal del teatro se apresura a abrir puertas y ventanas, creando unas corrientes de aire mucho más peligrosas que el humo del cigarro. Barenboim acaba de terminar el primer ensayo de la principal apuesta de este Festival en términos de repertorio: el estreno local de Sur Incises, de Pierre Boulez (para tres pianos, tres arpas y tres percusionistas). En cierta forma también es un estreno para Barenboim, ya que será la primera vez que lo hace en público.
Siempre con algún nuevo desafío, maestro.
Si mal no recuerdo fue usted el que en una ocasión me comentó sobre la programación convencional que las orquestas suelen traer a la Argentina. Es preocupante. Este estreno de Boulez es para mí muy importante. Según tengo entendido, su Dérives II se tocó una sola vez aquí, y fue cuando lo hicimos nosotros en el Gran Rex, y esta será la primera audición de Sur Incises. Le aseguro que no es fácil abordarla con todas las cosas que tenemos para hacer.
“Sur Incises” fue primero que nada un modesto estudio para piano solo, ¿no es así?
Es típico de Boulez: tomar obras anteriores y volverlas más complejas. Déjeme contarle algo. No me acuerdo en que año nos dividimos la dirección de las sinfonías de Mahler en Berlín. Nos hicieron una entrevista y nos preguntaron qué era lo que más nos interesaba de Mahler. “La complejidad”, dijo él. ¿Quién hubiera dicho eso? ¿Usted se imagina a Leonard Bernstein o a John Barbirolli diciendo una cosa así? La complejidad es para él un estímulo. Ahora bien, una vez que se entra en ese modo de pensar de él, la complejidad realmente no es tan compleja, porque está basada en principios sencillos que coexisten, y al coexistir el efecto general se vuelve complejo. Hay que tener el knowhowpara limpiar todo, por partes. Hoy estuvimos ensayando casi todo el tiempo el equilibrio de los tres pianos.
Además de exigente, este primer programa tiene una forma muy evolutiva. La secuencia Wagner-Schoenberg-Boulez traza una continuidad. ¿Usted piensa los programas con cierto ánimo pedagógico?
No sé si pedagógico, pero sí me interesa mostrar una línea. No sólo para el público, también es importante para los músicos. En Berlín hice un programa parecido, pero en lugar de Sur Incises, tocamos un quinteto de Brahms, lo que era también interesante porque mostraba cómo Schoenberg provenía por un lado de Wagner y por el otro de Brahms. Me gustan los programas que tienen una forma.
El pianista Charles Rosen decía que por lo general no se reconoce hasta qué punto el gusto es una cuestión de voluntad. No puede amarse la Sinfonía de cámara de Schoenberg sin realizar un esfuerzo, sin la voluntad de oírla una y otra vez.
Lo mismo puede decirse de los últimos cuartetos de Beethoven. Todo depende de la curiosidad. Mi padre siempre me transmitió la curiosidad como principio del conocimiento. Si no tenés curiosidad, todos los conocimientos que te inyecten no sirven para nada. La curiosidad es algo que cuando uno llega a cierta edad tiene que luchar para sostenerla, porque las fuerzas no son las mismas. Sería muy fácil para mí, que voy a cumplir 73 años y que ya he hecho tantas cosas, decir bueno: los años que me quedan voy a tocar y dirigir las cosas que hice toda mi vida. Naturalmente, tengo que tomar ciertos recaudos, porque todo me lleva más tiempo, más esfuerzo.
Recuerdo que cuando lo encontré en el Colón en el cierre del Festival 2014 usted me dijo que había sido un tanto extenuante y que la próxima edición debería estar mejor dosificada. ¿Consiguió dosificar mejor las cosas esta vez?
No lo suficiente. Lo que pasa es que a mí me interesa todo, no es que me obliguen a hacer cosas.
¿Vino con su nuevo piano “Barenboim”?
Sí, lo traje. Se hizo una gran historia con eso y no era mi intención. No es un nuevo descubrimiento de América. Es una mezcla con cualidades que había antes, y a mi modo de ver se perdieron un poco en 1875 cuando empezaron a cruzarse las cuerdas. La diferencia principal entre este y otros instrumentos es que todas las cuerdas están paralelas. En todos los pianos desde 1875 las cuerdas de los agudos y de la parte alta del registro medio son paralelas y las restantes en diagonal. Un día, al tocar en el piano de Liszt, sentí una transparencia que no veía en otros pianos. Me pregunté si no era porque todas las cuerdas estaban paralelas. Y es lógico, porque si hay cuerdas que están debajo de otras, vibran de otra manera. Si se toca un acorde de cuatro voces en los registros agudo o medio, se reconocen como voces independientes, pero cuando tocamos el movimiento lento de la Appasionata de Beethoeven, que empieza en el grave, esa transparencia se pierde.
¿Argerich va a tocar con ese piano en el Concierto N° 2 de Beethoven?
Si ella quiere, por supuesto. Ella lo probó una vez en París un poco por arriba, cuando yo estaba tocando las sonatas de Schubert. Hay que aprender a tocar un poco diferentemente este piano, ya que esa misma transparencia le puede dar cierta dureza a la parte alta. A mí me tomó varios días acostumbrarme. Pero en principio diría que pienso usarlo para todo.
¿O sea que este nuevo piano reemplaza al anterior?
No quiero decir eso. Déjeme un poco de tiempo para ver. Hasta ahora toqué sólo Schubert con él y anduvo excelentemente. Ahora lo tocaré en el concierto con Martha en Bartok, Schumann y Debussy, y después con orquesta en los conciertos de Brahms a fin de año en París y Londres. Después iré viendo. Me pareció que valía la pena hacer el experimento. Pero también siento que se ha hecho mucha historia. Cuando toqué en Viena nadie sabía nada del piano y la gente me decía: qué lindo sonido tiene usted. En cambio en Londres fueron a escuchar el piano exclusivamente. Yo pensé que tocaría para un pequeño grupo de personas y vinieron de CNN, Al Jazeera y no sé cuántas cadenas más.
¿Cómo armaron el programa a dos pianos con Argerich?
La Sonata para dos pianos y percusión de Bartok ambos queríamos hacerla. Por otro lado yo tengo un proyecto para 2018, en el centenario de la muerte de Debussy, que incluye tocar las obras a dos pianos y a cuatro manos con Martha. En esa lista surgió la Suite En blanco y negro. Y ella me propuso los Seis estudios canónicos de Schumann, ya que la transcripción es precisamente de Debussy. Originalmente están escritos para piano con pedalera, un instrumento que ya no se usa, y se han hecho transcripciones para varios instrumentos, sobre todo tríos, pero esta versión es especial porque Debussy emplea los distintos registros del piano de una manera muy original y a la vez muy fiel.
Simposio con Felipe González
El Papa, Israel y Palestina
El Festival reeditará el Simposio de Reflexión entre Barenboim y Felipe González, que esta vez se llevará a cabo en dos fechas: sábado 1 y miércoles 5 a las 20, en el Colón. Seguramente no se dejará de hablar del Papa, una referencia insoslayable para Barenboim. “Cuando el Papa fue a Palestina dijo cosas que no eran para agradar a ningún palestino, y lo mismo en Tel Aviv. Tuvo mucho coraje, y después invitó a los presidentes de Israel y de la Autoridad Palestina a que fueran al Vaticano a rezar juntos. El Papa no es ingenuo, y sabe muy bien que un judío no tiene que ir al Vaticano para rezar, y un musulmán tampoco. Creo que el Papa quiso dar otro mensaje: que todo lo que se hizo en Medio Oriente no funcionó. En este sentido Latinoamérica puede jugar un papel muy significativo, y en eso estamos en la misma línea Felipe y yo. La Argentina, Chile y Brasil tienen comunidades judías muy importantes; en la Argentina, dos, la ashkenazy y la sefardí, además de una comunidad árabe muy grande, y todas viven en un ambiente cristiano. Han demostrado que se puede vivir juntos. Vamos a ver si podemos desarrollar esa idea que dio el Papa y que mueva a una reflexión. Cualquiera sabe que Israel vivió siempre en peligro. Cuando yo vivía allá, teníamos arriba a Siria con Assad padre, abajo a Egipto con Naser, y al Este Hussein en Irak. Ahora no hay ninguna potencia árabe. Las tres potencias en Medio Oriente son Irán, Turquía e Israel. El Primer ministro israelí debería poder entender que cualquier acuerdo debe pasar por esas regiones. Debería utilizarse el hecho que Estados Unidos, Europa y China llegaron a ese acuerdo y pedirles que intervengan para crear un diálogo. El conflicto Irán-Israel no es ideológico, sino geopolítico. No olvidemos que fueron los persas quienes más ayudaron a los judíos cuando estos salieron de Babilonia.”
Festival Barenboim 2015
La programación, concierto a concierto
Orquesta West Eastern Divan
Director Daniel Barenboim.
Richard Wagner: Idilio de Sigfrido; Arnold Schönberg: Sinfonía de cámara No. 1; Pierre Boulez: Sur Incises
24 y 25 de julio a las 20
Martha Argerich – Daniel Barenboim (Dúo de pianos)
Béla Bártok: Sonata para dos pianos y percusión; Claude Debussy: En blanco y negro; Robert Schumann: Estudios canónicos.
26 de julio a las 17
Orquesta West Eastern Divan
Director: Daniel Barenboim
Solista: Martha Argerich
L. V. Beethoven: Concierto para piano No. 2; Piotr Chaikovski: Sinfonía No. 4 .
29 y 30 de julio a las 20
Solistas de la Orquesta West Eastern Divan
Música iraní y árabe
4 de agosto a las 20
Orquesta West Eastern Divan
Director: Daniel Barenboim
R. Wagner: Obertura de “Tannhäuser”; L. V. Beethoven: Triple concierto para violín, cello y piano; Arnold Schönberg: Pelleas y Melisande.
7 y 8 de agosto a las 20
Conciertos de la Paz
Lutoslawski: Mini Overture; J. S. Bach: Contrapunctus I; Bruckner: Locus Iste; Shambadal: Rondo for brass quintet; Roustom: Tesserae for brass quintet; Verhelst: Monunmental Etude; Koetsier: Kleiner Zirkusmarsch; Crespo: Suite Americana; Carli: Estampas de Palermo.
2 de agosto a las 20.30, Centro Islámico (Avenida San Juan 3053); 5 de agosto a las 19.30, Templo de Libertad (Libertad 769); 6 de agosto a las 19.30, Catedral Metropolitana (Av. Rivadavia y San Martín).