El pasajero. Alan Troudart
Alan Troudart, venezolano de origen Cumanés e hijo de una chilena y un oriundo de Martinica, es miembro de la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas desde hace 23 años. Muchas tardes de conversas y anécdotas compartidas dieron pie a la realización de esta entrevista, en la cual conoceremos todos aquellos “tras cámaras” que oculta el irse a estudiar más allá de las fronteras de nuestro terruño, en una incomparable aventura.
Sus inicios
Como es común en estos caminos, los inicios de Alan se dan gracias a su madre quien lo inscribió a los 8 años en una escuela de música y luego en una orquesta infantil, donde le pusieron a escoger un instrumento:“Yo inmediatamente dije clarinete. Esa fijación vino porque uno de mis hermanos mayores cuando yo tenía 6 o 5 años, se inscribió en una escuela de música y lllegó a la casa entusiasmadísimo con ese instrumento negro, de llaves plateadas, hermoso”
Al entrar a la Orquesta Infantil Alan se sentía en su mundo: “Yo estaba desesperado por irme para allá todas las tardes a ensayar pero sobre todo a jugar, a pasarla bien y tocar”. Poco a poco descubrió que eso era lo que quería hacer para toda la vida y a los 21 años, se le presentó la oportunidad de presentar concurso para la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas, audición que ganó y que le otorgó un atril en la institución. Una vez allí se da cuenta de que debía perfeccionarse en el estudio del instrumento y Francia se vislumbraba como una buena opción al respecto. Fue así como apostó por irse casi a la aventura, sin ayuda alguna salvo la colaboración y aceptación en sus clases de un excelente profesor en un conservatorio de Niza, con quien había compartido aquí en Caracas.
Carrera de obstáculos
Ya estando en suelo europeo Alan se da cuenta de que las ayudas dentro del país no eran una posibilidad. Francia ofrecía únicamente los estudios, que eran gratuitos, pero el resto corría por su cuenta. Ante este panorama, Alan consigue a través de unos compañeros un trabajo en la banda municipal de la ciudad, lo cual le daba exclusivamente para pagar su habitación. Día a día, Alan triunfaba pues iba asimilando más y más cambios, rodeado de rusos, alemanes, italianos y catalanes, entre otras nacionalidades.
A los 4 meses de estar viviendo todo este maremágnum de emociones, recibe una llamada que le cambia todo: Le habían otorgado una beca desde Venezuela. Este logro lo hizo sentirse más tranquilo, por lo que ahora sí podía dedicarse a estudiar:“Yo pasaba todo el día estudiando, paraba, almorzaba y seguía. Y ese es el ritmo que hay que tener para al menos entrar en el tope básico con respecto a la competencia”.
El regreso
Alan se fue a Francia de 24 años y retorna de 27. Al reintegrarse a la Orquesta se le asignó de inmediato un cargo de mayor nivel, subiendo de tercer clarinete a asistente al principal. Para él no se trata de viajar porque la educación sea mejor en uno u otro lugar del planeta, se trata de tener presente que la música sinfónica nació en otro lado y hay mucho que aprender en el método. Un ejemplo práctico es escuchar un joropo en la torre Eiffel y disfrutarlo, pero escucharlo en una llanura, es una cosa totalmente diferente, y de eso se trata.
Hoy en día Alan Troudart no sigue tocando, pero agradece seguir inmerso en el mundo musical:“Uno es músico para la gente, hay un disfrute tuyo y de quien lo recibe y eso hay que tenerlo claro. Ese es el fin de la música y eso hay que para entenderlo, entregarlo y regalarlo”.