Vía: elmundo.es | Blog de pecho | Por: Rubén Amón
He leído precipitadamente que Gustavo Dudamel sustituirá a Simon Rattle. Pensé que la noticia aludía al puesto definitivo de la Filarmónica de Berlín, pero luego he profundizado en la información, aclarándose que se trata de una sustitución temporal, relacionada con que el maestro británico será padre por quinta vez y ha decidido concederse un permiso veraniego, de forma que Dudamel asumirá la agenda en junio y en julio.
Se trataría de una sucesión provisional, pero es cierto que la cesión del testigo, aunque obedezca a esta clase de contingencias domésticas, sobrentiende que el prodigio venezolano es el favorito o el ungido de Rattle en cuanto él mismo concluya su contrato con los “berliner” en la temporada de 2018.
Quiere decirse que el maestro británico habrá permanecido 16 años en el cargo. Más de cuantos estuvo el difunto Claudio Abbado (13) -cuesta trabajo habituarse a la idea de la muerte de Abbado-, pero mi impresión es que el liderazgo de Rattle al frente de los berliner ha sido más elocuente en la apariencia que en el fondo.
De hecho, cuesta trabajo preguntarse si la Filarmónica de Berlín es la mejor orquesta del mundo. Incluso plantearse si es la mejor orquesta alemana, pues la competencia de la Staatskapelle de Berlín (Barenboim), la opulencia de la Orquesta de la Radio de Baviera (Jansons), el sello de Riccardo Chailly en la Gewandhaus de Leipzig y la categoría de la Staatskapelle de Dresde (Thielemann) han cuestionado la jerarquía indiscutible, absoluta, que estableció Herbert von Karajan en la segunda mitad de siglo XX.
Así constaba incluso en la encuesta que promovió la revista Gramophone entre los principales críticos terrícolas. Unos y otros concluyeron que el primado se lo merecía por unanimidad el Concertgebouw de Amsterdam.
Entiendo que esta clase de clasificaciones no deben interpretarse dogmáticamente, pero mi impresión es que la época de Rattle al frente de la Filarmónica de Berlín ha tenido más repercusión en los aspectos cosmopolitas, en la apertura del repertorio y en el compromiso con la música contemporánea que en la obligación del sonido y en los deberes respecto a la custodia de un patrimonio y hasta de una idiosincrasia.
Naturalmente, el peso y la historia de la Filarmónica de Berlín relativizan la impronta que pretenda ejercer un director de orquesta. Que se lo digan al efímero Roberto Paternostro. Karajan pretendió entronizarlo como el maestro del futuro, así es que los músicos aprovecharon el apagón de un ensayo para seguir tocando a oscuras y dejar estupefacto al director italiano en su absurdo papel de timonel de la noche.
Rattle fue una apuesta valiente y descarada, pero se ha mantenido demasiados años. Y no sólo por la buena relación del “Sir” con los músicos en esta concepción democrática y ateniense de la agrupación (United Colors of Berlin). También porque costaba trabajo admitir la posibilidad de que el fichaje de Rattle hubiera sido inadecuado.
El escarmiento tendría que influir en la cuestión sucesoria. ¿Quién podría aspirar al podio de Berlín? ¿Qué criterios van a establecerse? Gustavo Dudamel, insistimos, ha aparecido como candidato favorito. Termina contrato en Los Ángeles en 2019 y forma parte de los directores predilectos en Berlín. Razones ambas que se añaden al extraordinario talento musical, a su pegada mediática y a sus equivalentes aportaciones mercadotécnicas.
Quizá el problema sea la edad. Cumpliría 36 años en la fecha del traspaso de poderes, de tal forma que el precedente de Rattle y hasta las similitudes con el director británico en cuestiones de precocidad y de simpatía universal podrían favorecer la llegada de la alternativa más sensata, incluso natural: Christian Thielemann.
En su campaña de emulación de Karajan, resulta que Thielemann ya ha debutado en el foso del Fesrtival de verano Salzburgo (memorable “Mujer sin sombra” en 2012) y se puso al frente del Festival de Pascua la pasada temporada.
No puede considerarse un cargo tan ambicioso como la sobreintendencia del festival veraniego, pero reviste importancia porque Karajan fue el creador del acontecimiento y del puesto en 1967.
Medio siglo después, Christian Thielemann lleva más lejos su descarada carrerra. Ya ha logrado ponerse el Anillo en el Festival wagneriano de Bayreuth y se ha convertido en director titular de la magnífica Staatskapelle de Dresde, entre otros hitos, aunque el destino cultural de Thielemann se antoja el podio de la Filarmónica de Berlín.
Tanto por los méritos artísticos del candidato como porque le favorece su pasaporte. Sorprenda o no, la eminente orquesta germana no ha contratado a un director titular alemán desde que Furtwängler reasumió el puesto entre 1952 y 1954.
Hay pues razones históricas y musicales en favor de Thielemann, pero creo que Dudamel asumirá el cargo por los valores coyunturales -una imagen, un carisma, un liderazgo simpático, un aire nuevo de Lationamérica- que se añaden a su talento musical y que convierten este verano de sustituto en la antesala de su designación definitiva.