Por Ana María Hernández Guerra
El guitarrista chileno mostró un repertorio poco convencional reunido bajo el título de Música secreta de la guitarra romántica en Europa y Latinoamérica en el marco del Encuentro Latinoamericano de Música Antigua.
Como la pandemia nos ha volcado al mundo virtual, ahora ese resulta ser el escenario de las citas musicales, y así ocurrió del 24 al 27 de agosto con el Encuentro Latinoamericano de Música Antigua. La ventaja es que los conciertos están a la disposición de los melómanos en YouTube, aunque entre las desventajas se tiene la falta de contacto entre las personas, y la posibilidad de sentir los nervios, el sudor y la piel de los intérpretes en vivo y en directo.
No obstante, no es impedimento para disfrutar del ciclo musical, y en este sentido, comentaremos el primer concierto de ese encuentro que estuvo a cargo del guitarrista chileno Andrés Zapico Maldonado. En sus dedos revivió un programa poco convencional: intérprete de la guitarra del siglo XIX, se alejó de los ya canonizados Sor, Giuliani, Carcassi, Aguado, y se acercó a un repertorio delicado, balanceado y de buen gusto que navegó entre Europa y América Latina. No en balde, el intérprete tituló su concierto como Música secreta de la guitarra romántica en Europa y Latinoamérica.
Para empezar, el abrebocas fueron dos minuetos del recientemente divulgado Libro Sesto de María Antonia Palacios, que data de 1790, acaso el cuaderno de música de esta esclava, al servicio de la señora Gertrudis Palacios, en el Chile colonial. Evidentemente la música no está dedicada a la guitarra, antes bien se tratan de piezas para clavecín, por lo cual para que Zapico pudiera interpretarlas se hizo la transcripción correspondiente, a cargo del guitarrista colombiano Gustavo Niño.
Así, los Minueto 5 y Minueto 8 se lucieron en la guitarra de Zapico, quien seguidamente abordó la Sonata Op. 22 del italovienés Leonhard Von Call (1768-1815), una obra más larga, conformada por cuatro movimientos: Maestoso, Adagio, Polonesa-Andantino y Minore, de música graciosa, virtuosa y galante. La cuarta obra del programa es Gira-Sol, del fadista portugués Joao Dos Anjos (1856-1889), una pieza que hace destacar el estilo potente del siglo diecinueve con toda su prosopopeya, comienza y termina de modo lusitanamente exagerado y hermoso. Luego sigue el programa con La Moreliana, del mexicano Y. Ocadiz, otra pequeña joya sonora y diáfana, para culminar con el vals del chileno Francisco Rubí, titulado El último beso, acaso una gema muy rítmica y de melodía sencilla del repertorio de Zapico.
El conjunto de las obras sirvió para que Zapico demostrara el potencial polifónico de la guitarra decimonónica, con todos los recursos técnicos que logró el instrumento para la época antecesora a la versión moderna de la guitarra. Pero, sobre todo, resalta la destreza del intérprete que debe hacer más consciente el uso de cada dedo que debe resaltar la nota adecuada. Estamos refiriéndonos a la técnica guitarrística que ya comenzaba a consolidarse, gracias a las investigaciones aportadas en su tiempo por maestros como Carulli, Sor o Aguado, y que Zapico demuestra en su video-concierto. Así, la guitarra del siglo XIX sigue ganando en deleite porque tiene la posibilidad de poner sobre el tapete un rico repertorio que no solamente proviene de la Europa, sino que se enriquece cada vez más con los hallazgos e investigaciones de los musicólogos de este lado del mundo.