Berlín, Alemania.- El italiano Claudio Abbado, uno de los grandes directores de orquesta de la actualidad, sigue hechizando al público como un auténtico mago desde su atril, más de medio siglo después de debutar al frente de una orquesta.
El laureado director de orquesta cumple 80 años este miércoles. Lejos queda su debut al frente del Teatro de La Scala en 1960 y sus años como director de la Filarmónica de Berlín, donde estuvo hasta 2002, después de suceder a Herbert von Karajan en 1989.
Sin embargo, todos los años acude como artista invitado a la que fuera su casa durante más de una década despertando una gran ovación al final de sus conciertos.
El italiano sigue consiguiendo, como ningún otro, que el exigente público de la Filarmónica de Berlín se postre a sus pies. La etapa berlinesa de Abbado, que terminó hace ya once años, sigue grabada aún a fuego en la memoria de los aficionados a la música clásica de la capital alemana.
Claudio Abbado ama el silencio después de la música. Cuando el público se queda durante un momento en suspenso antes de romper el silencio con un tronador aplauso.
“Aura” o “magia” son siempre palabras constantes en el discurso del italiano. Conceptos muy importantes para el mítico director de orquesta y que deben estar siempre presentes en su modo de hacer música.
Desde que con siete años escuchara “Fêtes” de Claude Debussys, siempre ha ido en busca de esa magia. “Algunas veces la encuentro y entonces soy feliz, pero otras veces no la encuentro. Sin embargo, nunca desistiré de ello”, aseguró en una reciente entrevista en el semanario alemán “Zeit”.
En base a ello, Abbado es, según muchos músicos que han trabajado con él, no sólo un hombre con un aura especial y reservado, sino también meticuloso.
Sus representaciones son muy precisas, sus indicaciones muy decisivas. No obstante, el italiano busca ese momento en el que se logra la obra de arte, aflojando las riendas de la orquesta y al mismo tiempo fascinando al público.
Durante su etapa en Berlín, Abbado intentó imponer un nuevo estilo. Con ciclos temáticos ambiciosos y referencias a la literatura y al cine en el programa tuvo que superar la resistencia inicial de los músicos y del público.
No obstante, Abbado siempre permanece fiel a sí mismo. Asimismo, siempre ha demostrado tener una inclinación especial por apoyar a los jóvenes músicos lo que le llevó en 1978 a fundar la Orquesta Juvenil de la Unión Europea y la de Gustav Mahler en 1986.
Esta pasión le llevó también a mantener una estrecha relación con el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, siendo también el padrino del joven director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel.
Como descendiente de una familia de músicos Abbado tenía casi predeterminada su vocación profesional. Primero aprendió a tocar el piano en su ciudad natal de Milán y después en Viena se formó con el director de orquesta Hans Swarowsky.
Después, en 1958 ganó el concurso Mitropoulos lo que llamó la atención de Leonard Bernstein y dos años después haría su debut en La Scala de Milán donde sería director de orquesta desde 1968 hasta 1986. Sin embargo, una disputa con la ópera de Milán acabó provocando que fuera sustituido por Riccardo Muti.
Tras su etapa en Berlín, el director de La Scala Stephane Lissner intentó volver a captar a Abbado, pero un cáncer de estómago obligó al director de orquesta a tomarse un respiro.
Una vez recuperado regresó finalmente a la Scala de Milán, veinte años después de su salida, para dirigir un concierto conjuntamente con su amigo Daniel Barenboim, actual director musical de la Scala.