Por Roberto Palmitesta
El octeto de Frank Schubert es una de las obras compuestas para ensamble de cámara más interpretadas del universo académico. Fue escrita en marzo de 1824, obedeciendo un encargo del Conde y clarinetista Ferdinand von Troyer. Schubert de inmediato plasmó todas sus habilidades en este octeto que lleva una instrumentación de dos violines, viola, violonchelo, contrabajo, clarinete, fagote y corno.
Este sábado 22 de julio, será interpretado en la Sala Fedora Alemán del Centro Nacional de Acción Social por la Música, por un grupo de jóvenes virtuosos integrantes de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, quienes se reencuentran con la música, ya que algunos de ellos están de visita en el país y ¡qué mejor que interpretar una obra tan espectacular para estrechar lazos y compartir con amigos!
La pieza es muy similar al célebre septeto de Beethoven, pero con la adición de un segundo violín y consta de seis partes para un total de casi una hora de duración ( 58 minutos aproximadamente). Los ocho jóvenes venezolanos han venido ensayando con mucha dedicación y entusiasmo para el concierto de este sábado, cuya entrada es gratuita.
El octeto está conformado por:
Violín I: Daniela Becerra
Violín II: Anna González
Viola: Isabella Rojas
Violonchelo: Edgar Calderón
Contrabajo: Jorge Moreno
Fagot: Selene Salgado
Corno: Michaelle Hernández
Clarinete: Carlos Escalona
La primera vez que el octeto de Schubert se presentó en concierto y publicamente fue en 1827. Su partitura no se publicó hasta un cuarto de siglo después de la muerte del compositor y no apareció impreso hasta la década de 1880. Actualmente es una de las obras de cámara más interpretadas del repertorio universal y que ha sido grabada por diferentes sellos discográficos.
Su paralelismo y su relación con el Septeto de Beethoven le hicieron sombra al principio, pero luego fue adquiriendo su personalidad y fama propia, gracias al estilo y a la excelencia musical de su compositor, quien, en vida, no pudo disfrutar ni ser testigo de los éxitos que cosecharía con este octeto en el paso del tiempo.
Un texto publicado por la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles en su página web lo describe de la siguiente manera:
“Los ritmos punteados juegan un papel importante en la animación de esta larga obra – tan larga como cualquier pieza instrumental del compositor – y son más prominentemente empleados en el movimiento de apertura, en el Adagio, y a un fare-thee-well en el Scherzo. El Adagio fue diseñado específicamente para la maestría expresiva y técnica del clarinetista Troyer. La trompa, probada al máximo en el movimiento de apertura, es silenciosa durante los primeros 40 compases aquí. Tal vez el compositor pensó que estaría agotado por las exigencias que se le habían impuesto anteriormente. Pero hacia el final se une a una miniatura de cámara mágica, un trío con clarinete y fagot, dentro de la estructura de cámara más grande.”