Vía: La Verdad.es | FERNANDO ITURRIBARRÍA
Su apellido se parece al de Bertolucci, el del último tango. Pero lo de este artista, a quien también le gusta la música de París, se pasa de peliculero. El neoyorquino Joseph Bertolozzi ha transformado la torre Eiffel en el instrumento musical más grande del mundo. Y en el más original. Durante un par de semanas este compositor y percusionista de 54 años ha inventariado, grabado y catalogado más de 2.000 sonidos diferentes en la estructura metálica del emblemático monumento. Su propósito es editar con el material un disco que se titulará ‘Tower Music’.
Al frente de un equipo de siete personas, Bertolozzi se ha tirado quince días recorriendo de arriba abajo los 324 metros de altura de la ‘dama de hierro’ golpe a golpe. Pertrechado de baquetas, martillos de goma, mazos de madera y utensilios revestidos de lana, ha recogido con micrófonos las diferentes sonoridades de barandillas, escaleras y vigas de hierro sin despreciar ningún recóndito rincón. Secundado por el técnico de sonido Paul Kozel, ha convertido la torre Eiffel en una gigantesca caja de ritmos gracias a sus buenas vibraciones con las que ha dado la nota para asombro de los visitantes de una atracción turística a la que acuden siete millones de personas al año.
«La verticalidad de la torre Eiffel ofrece una gran riqueza en todos los registros y hemos obtenido todo tipo de notas», explica este revolucionario de la voz y el martillo, que ha encontrado en el monumento una «fuente de inspiración para buscar nuevas formas de crear sonidos». «Muchas sonoridades me hacen pensar en la marimba o el gabelán de Balí, instrumentos que entraron en Francia precisamente con motivo de la exposición universal de 1889 para la que la torre fue construida», asegura.
De regreso a su laboratorio en Nueva York, Bertolozzi va a emplear entre dos y tres meses para operar una criba entre los dos millares de sonidos registrados en el colosal instrumento de metal. Luego calcula que tardará otros nueve meses en la tarea de ensamblado y mezclas con el objetivo de componer los diferentes movimientos del insólito concierto para mazo y torre Eiffel. La idea es sacar dentro de un año el disco con una música que «yo mismo ignoro a qué se parecerá».
El proyecto surgió de una broma de la esposa del compositor. «Viéndome tocar mis percusiones en casa, se puso a imitarme delante de un cartel de la torre Eiffel y a hacer como si tocara con ella», cuenta. La principal dificultad consistió en convencer a los responsables de la empresa gestora del monumento de que aquella locura iba en serio. «Yo sabía que Gustave Eiffel fue un ingeniero constructor de puentes. Así que me dije que podía hacer la prueba con un puente en Estados Unidos», relata.
En 2009 grabó en el puente Roosevelt que cruza el río Hudson en Nueva York ‘Bridge Music’, un disco clasificado en el 18º puesto en la lista de música clásica de la revista ‘Bilboard’. Los franceses lo escucharon y le dieron los permisos para llevar adelante un proyecto improbable, extraordinario y excepcional por raro, único y nunca visto.
Ahora su sueño es celebrar un concierto en directo el año que viene con ocasión del 125º aniversario del monumento. El acontecimiento requeriría recurrir a varios cientos de instrumentistas y otros tantos micrófonos y altavoces, además de un dispositivo electroacústico capaz de transformar en tiempo real los sonidos producidos y armonizarlos. Parece una utopía digna de ‘misión imposible’, pero torres más altas han caído.