Vía: internacional.elpais.com | Mariana Kaipper Ceratti
En una de las áreas más pobres del país, una orquesta filarmónica genera 900 mil dólares al año
Las noches del sertão nordestino suelen ser tranquilas. Menos en Cruzeta, una ciudad a 220 kilómetros de Natal, la capital de Rio Grande do Norte. Todos los días a las siete de la noche, una casa unifamiliar en el centro de la ciudad es invadida por los acordes que ejecutan 60 jóvenes músicos.
¡Con ustedes, señoras y señores, la Orquesta Filarmónica de Cruzeta!, que no sólo ha logrado satisfacer la vocación artística de los jóvenes locales, sino que además ha sido una clave para reducir la pobreza en este municipio de 8,000 habitantes, ubicado en una de las zonas más empobrecidas de Brasil.
En un día típico, la orquesta hace un recorrido por las obras más conocidas de la música brasileña: desde forros auténticos del compositor Luiz Gonzaga al pop rock de hoy. El repertorio es bailable, pero ejecutado con el rigor y la técnica propios de una orquesta.
Por encima de todo, la iniciativa ha probado que la música puede ser una forma digna de ganarse la vida. “Hoy en día movemos 2 millones de reales (cerca de US$900.000) por año entre cachés por las presentaciones y salarios de nuestros músicos. Invertir en música es generar ingresos y desarrollo”, dice su director Humberto Carlos Dantas, ‘Bembem’, un músico autodidacta que dirige el grupo desde 1988, cuando apenas tenía 19 años.
La banda fue uno de los beneficiarios de un proyecto del Banco Mundial, que apoyó orquestas filarmónicas en 43 ciudades de todo el estado. A través de esta iniciativa, se pudo financiar la compra de instrumentos musicales y lecciones a los participantes de estas clases. “Las bandas trajeron no sólo la posibilidad de generar ingresos, sino también desarrollo educativo y cultural para los jóvenes”, recuerda Fátima Amazonas, directora del proyecto.
Durante los ensayos ‘Bembem’ detiene la música, regaña a los ejecutantes, los corrige, los orienta, pero también los elogia. Además, se preocupa por el futuro de los pequeños artistas (el más joven tiene apenas 7 años), todos ellos procedentes de las zonas rurales de esta región, una de las más pobres de Brasil, donde el crack y otras drogas se han vuelto una amenaza para la juventud.
“Cuando yo era joven, el músico era considerado un malviviente. La gente invitaba a mis colegas a tocar en fiestas y pensaban que lo harían gratis, sólo por la cerveza. Nunca acepten esta condición”, aconseja a los jóvenes ejecutantes. “Yo sé que ustedes van ser a profesionales de primer nivel, en la música o cualquier otra área.”
Y no exagera. Ya en su tercera generación de integrantes, del grupo han salido 50 artistas que tocan en bandas profesionales, enseñan en las universidades estatales o dirigen orquestas en otras ciudades de Rio Grande do Norte, como São Tomé, donde la mitad de los miembros de la orquesta filarmónica son mujeres.
“Mi hermano mayor, por ejemplo, todavía está estudiando y ya es considerado uno de los mejores músicos del estado. Siempre lo vi en los ensayos y quería seguir su camino”, recuerda la clarinetista Aline Trajano, de 11 años.
Que siga la música
El gobierno de Río Grande do Norte y el Banco Mundial acaban de firmar un nuevo proyecto que abre la posibilidad de que esta fuerza musical que nace en Cruzeta llegue a todavía más lugares en el estado.
“A pesar de que el estado tienen una gran tradición musical, todavía hay 67 ciudades que no cuentan con una banda filarmónica. Sería bueno que el apoyo llegue hasta allá”, dice ‘Bembem’.
Esa tradición comenzó durante la colonización portuguesa, cuando se formaban bandas para tocar en eventos religiosos y militares. Casi todas las piezas musicales escritas para esas ocasiones eran quemadas por los familiares al morir los compositores.
“La gente de antes no le daba ningún valor (a las composiciones musicales)”, recuerda el director, que tiene tres compositores entre sus ancestros. “Uno de ellos, Tonheca Dantas, tenía las obras mejor conservadas porque era de la policía militar, que mantienen mejor sus documentos”, explica.
Las obras de Tonheca (1871-1940) y muchos otros compositores locales poco conocidos por el público en general, están incluidas en los cinco discos grabados por la orquesta. Descubrir y difundir este repertorio – valses y ritmos brasileños – alegra a los jóvenes músicos cada vez que cae la noche en el sertão.
“La gente que no conoce nuestra cultura tienen que entrar en el mundo de la música, pues van a descubrir ritmos que ni se imaginan que les van a gustar”, dice el trompetista Edjarde Silva, de 14 años. “Es muy bueno estar aquí aprendiendo y en contacto con la música brasileña”.