Desde hace tiempo se define a la música como una de las principales fuentes de placer y emoción de la vida. Nos casamos con música, nos graduamos con música, escuchamos música cuando estamos tristes.
Vía: www.nytimes.com | Por: | Ilustración Marcos Chin
Dada la antigüedad, universalidad y popularidad de la música, hace tiempo que los estudiosos del tema asumieron que el cerebro humano debe estar equipado con algún tipo de lugar destinado a la música, una pieza de exquisita arquitectura cortical dedicada a detectar e interpretar las señales melodiosas de la música.
Sin embargo, los científicos tardaron años en encontrar pruebas concluyentes de ese campo específicamente musical.
Ahora, un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) desarrolló un nuevo enfoque para tomar imágenes del cerebro que permitan revelar lo que los estudios hechos en el pasado habían omitido.
Al analizar matemáticamente los escaneos de la corteza auditiva y agrupar racimos de células cerebrales con patrones de activación similares, los científicos han identificado sendas neuronales que reaccionan casi exclusivamente al sonido de la música.
Un receptor podría disfrutar u odiar el género de muestra. No importa: cuando se reproduce un fragmento musical, se activa un conjunto específico de neuronas en el interior de un surco de la corteza auditiva del receptor.
Otros sonidos como el ladrido de un perro o el agua corriente de un inodoro dejan impasibles a los circuitos musicales.
Nancy Kanwisher y Josh H. McDermott, profesores de neurociencia en el MIT, y su colega de posdoctorado Sam Norman-Haignere publicaron sus resultados en la revista especializada Neuron. Las conclusiones ofrecen a los investigadores una nueva herramienta para explorar los contornos de la musicalidad humana.
“¿Por qué tenemos música?”, dijo Kanwisher en una entrevista. “¿Por qué la disfrutamos tanto y queremos bailar cuando la escuchamos? ¿En qué momento del desarrollo podemos ver esta sensibilidad a la música; es ajustable a la experiencia? Estas son preguntas importantes e interesantes que podemos empezar responder”.
Los investigadores mostraron que su protocolo analítico había detectado una segunda senda neural en el cerebro de la cual los científicos ya tenían evidencia y está sintonizada con los sonidos que genera el habla.
El equipo del MIT también demostró que los circuitos del habla y la música están en partes diferentes de la extensa corteza auditiva del cerebro, donde se interpretan todos los sonidos y que cada una es en gran medida sorda a las pautas de la otra. Cuando se trata de responder a las canciones con letra hay una cierta superposición.
El nuevo estudio “toma un enfoque muy innovador y es de gran importancia”, dijo Josef Rauschecker, director del Laboratorio de Neurociencia Integrativa y Cognición en la Universidad de Georgetown. “La idea de que el cerebro da un tratamiento especializado al reconocimiento de la música, que considera a la música una categoría tan fundamental como el habla, es muy emocionante”.
De hecho, dijo Rauschecker, la sensibilidad musical quizá sea más importante para el cerebro humano que la percepción del habla. “Hay teorías de que la música es más antigua que el habla o el lenguaje”, dijo. “Algunos incluso argumentan que el habla evolucionó a partir de la música”.
Los investigadores del laboratorio de Kanwisher se preguntaron si el sistema auditivo podría estar organizado de modo que diera sentido al paisaje sonoro a través de un tamiz categórico. De ser así, ¿cuáles serían los sonidos o elementos sonoros tan esenciales que el cerebro asigna una parte de la materia gris a la tarea de detectarlos?
Para responder a la pregunta, McDermott, ex-DJ, y Norman-Haignere, guitarrista clásico, empezaron a reunir una biblioteca de sonidos cotidianos: música, habla, risa, llanto, susurros, rechinidos de llantas, banderas ondeando, el tintineo de campanillas.
Los investigadores obtuvieron un conjunto de 165 fragmentos de sonido distintivos y fácilmente identificables de dos segundos cada uno. Luego escanearon los cerebros de 10 voluntarios (ninguno de ellos músico) mientras escuchaban dichos fragmentos sonoros.
Se enfocaron en la región auditiva del cerebro, ubicada en los lóbulos temporales justo por encima de las orejas; analizaron matemáticamente los vóxeles (píxeles tridimensionales) de las imágenes para detectar patrones de excitación o calma neuronal.
“La fortaleza de nuestro método es que es neutral en cuanto a hipótesis”, dijo McDermott. “Solo presentamos un conjunto de sonidos y permitimos que los datos hablen”.
Generaron seis patrones de respuesta básicos, seis formas en que el cerebro catalogaba los ruidos entrantes.
Al emparejar los fragmentos de sonido con los patrones de activación, los investigadores determinaron que cuatro de los patrones estaban vinculados a propiedades físicas generales del sonido como tono y frecuencia.
El quinto seguía la percepción del habla del cerebro, y para el sexto los datos se volvieron operativos al revelar un sitio específico neuronal en el surco de la corteza auditiva que reaccionó a todos los fragmentos musicales que los investigadores habían reproducido.
“El sonido de un baterista, un silbido, canciones… casi todo lo que tenía una cualidad musical, melódica o rítmica, lo activaba”, dijo Norman-Haignere. “Esa es una razón por la que el resultado nos sorprendió. Las señales del habla son mucho más homogéneas”.
Los investigadores aún deben determinar exactamente qué características acústicas de la música estimulan un sendero específico. ¿La constancia relativa del tono de una nota musical? ¿Sus superposiciones armónicas? Puede ser difícil afirmar que la música sea la responsable.