Vía: eltiempo.com.ve/ Indira Guerrero / EFE
Hace 15 años que Wilfrido Galarraga entró a las filas de El Sistema. Dice que se crió en uno de las zonas más populares de Caracas, donde abunda la droga y las pistolas
Caracas.- A Wilfrido Galarraga, un trompetista de 30 años que se crió en una de las zonas más humildes y peligrosas de Caracas, la música le ha salvado la vida y le ha llevado a emprender un viaje más allá de la pobreza.
Acaba de terminar una exitosa gira por Europa como uno de las principales trompetas de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, y está convencido de que su historia “es una prueba de que sí se pueden hacer las cosas, con esfuerzo”.
El joven músico, hijo de un vigilante y una empleada gubernamental, creció en Catia, una barriada al oeste de la Capital venezolana en el seno de una familia humilde, y recibió inspiración de un familiar que tocaba la trompeta en una agrupación de salsa.
“Yo veía a mi tío y me gustó ese instrumento, pero cómo me compraba yo una Yamaha si eso era tan caro y yo tan pequeño”, cuenta Wilfrido que recuerda con nostalgia el día que vio por primera vez una orquesta de música clásica y aún sin trompeta se repetía: “yo quiero estar ahí”.
Su entrada a la música fue un ejercicio de perseverancia y madurez, que lo motivó a tomar un autobús todas las tardes hasta el núcleo de El Sistema, y luego cuatro horas para volver al cerro donde se crió aun sin tener tiempo para jugar con sus amigos.
“Un día que un muchacho se aburrió del instrumento y lo dejó en un núcleo de El Sistema me llamaron y me dijeron: mira aquí hay una trompeta para tí”, recuerda el trompetista del día en que empezó a escribir la partitura de su vida.
Cuando Wilfrido llevó por primera vez su trompeta a la casa para empezar a ensayar ninguno en su barrio había escuchado música clásica. Desde entonces él empezó a cambiar y también su entorno.
“La droga la has visto, las pistolas te las ponen en la mano cuando vas a un barrio. Yo he tenido amigos en problemas, que han estado presos, y esto me ha permitido superar pruebas en las que uno puede caer en el alcoholismo, las drogas, cosas que en mi comunidad eran comunes, pero la música te pone en cintura”, cuenta.
Según él, la música hace “este tipo de obras con nosotros”, porque son humanamente “un reto de superación que te mantiene 24 horas ocupado. Hasta cuando duermes estas pensando en cómo vas a enfrentar esos problemas”.
“Entonces uno piensa: prefiero tener un arma o cinco trompetas que pueda ir probando, experimentando una por una hasta superarme”, agrega el muchacho, que dice que “con la madurez tu sabes que hay mayor trascendencia en la música que en el delito”.
“En la calle uno casi todo el tiempo tiene que tomar decisiones, uno dice no actúo de esta forma porque ya a mi me formaron”, confiesa el músico antes de un ensayo junto con la orquesta, donde hay más de 100 músicos.
“Cuando eres adolescente tienes que enfrentar tantas cosas; mientras un grupo está por ahí en malos pasos tú andas con la trompeta, pensando en la música”, cuenta.
Wilfrido explica que en zonas como en las que él se crió, “cuando tu eres músico, la gente respeta, hay distancia, no porque tú seas más que ellos, sino que te respetan porque ellos dicen: ‘deja a ese chamo, que él se está superando.”
Su experiencia ha servido de ejemplo para todos en su comunidad, que ve en él un ejemplo de superación y que, aún 15 años después de haber entrado a la orquesta y empezado a viajar por el mundo, consigue que sus hermanos y vecinos vayan a verle a casa para que les cuente a todos cómo es Europa.
“A mí me gusta hacer muchas analogías con el deporte, y sí te puedo decir que esto es deporte en técnica, pero no en arte. Entonces yo como deportista buscó explotar mi técnica pero en arte, busco entregar emociones”, afirma Wilfrido antes de regresar al ensayo.