La historia es fortuita y la cuenta el musicólogo Aurelio Tello.
Todo empezó cuando una monja, cuyo nombre se desconoce, llevó varias cajas con papel para su reciclaje, y al ser revisadas aquellas hojas inservibles se descubrieron cientos de partituras antiguas.
El empresario Alberto Lenz guardó aquellas páginas y se las entregó a su amigo Sánchez Garza, un coronel y anticuario que decidió conservarlas.
Hacia 1965 el coronel falleció y su viuda intentó venderlas en el extranjero.
Pero a sugerencia de la especialista Carmen Sordo, el material fue adquirido por el narrador mexicano Agustín Yáñez, entonces titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), para luego depositarlo en el INBA y finalmente, en 1967, llegaran al Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical Carlos Chávez (Cenidim), donde es estudiado.
Desde entonces pasaron 40 años para que los musicólogos, entre ellos el propio Tello y un grupo de investigadores, revisaran aquellos documentos para su catalogación y transcripción, lo cual permitiría conocer todo lo concerniente a la visión musical de México, durante esa época.
Fue así como hace unos meses se consiguió que el Ensamble Bona Fe grabara una selección con 12 obras que pueden ser escuchadas por primera vez en la historia.
Sin embargo, hoy se sabe que el acervo total de esta colección tiene 398 obras de los siglos XVI al XIX y, de acuerdo con el también compositor de origen peruano, proceden del Convento de la Santísima Trinidad, de Puebla, y entre sus manuscritos destaca un importante corpus de villancicos que no son piezas relacionadas con la Navidad.
“Podemos decir que este es el único acervo conventual que ha llegado hasta nuestros días, donde existe una riqueza desmesurada de piezas desconocidas de músicos novohispanos como Francisco Vidales, quien fungió como organista en México y Puebla, y del bajonista sevillano Juan de Baeza Saavedra, o de peninsulares como el portugués fray Francisco de Vega Santiago, Diego José de Salazar y el arpista Juan Hidalgo, entre otros.
Estos nombres sólo son algunos de los descubiertos, pero sirvieron para elaborar un nuevo diccionario, apunta el musicólogo.
“Porque a partir de la investigación conseguimos crear un diccionario de compositores que, por primera vez, tiene una ficha donde podemos leer sus años de nacimiento, muerte, o por lo menos en qué año florecieron y qué vida tuvieron al servicio de la música y la composición”.
Sin embargo, la catalogación los llevó a investigar datos sobre compositores como Baeza o Juan Corchado de los que no existe información, y así llegamos a 65 compositores poblanos, novohispanos o incluso españoles, de quienes no existían biografías, dice.
Además, este diccionario recoge fuentes de primera mano, desde actas capitulares, libros de cuentas, correspondencia, inventarios de música; y fuentes secundarias como diccionarios y catálogos de otros acervos e historias de la música.
Datos insólitos
La historia ha confirmado que aquellas partituras pertenecieron al convento de la Santísima Trinidad de Puebla, espacio que ya ha sido demolido y del cual sólo queda un templo muy intervenido y modernizado, explica el investigador del Cenidim.
Dicho convento se fundó a principios del siglo XVII y a lo largo de 250 años reunió un acervo de papeles que dicen muchas cosas, pues más que las notas y los textos, hay una cantidad de información que los llevó a hacer un trabajo de rescate.
“Por un lado conseguimos identificar las obras de autores anónimos, los cuales forman casi una tercera parte de la colección, aunque nuestro trabajo permitió encontrar obras de Hernando Franco y de José Marín, un compositor español que mandaba su música a las colonias.
El fondo se conforma de 398 obras, de las cuales 394 tienen música y las cuatro restantes sólo la letra.
“En materia religiosa este fondo incluye misas, salmos, antífonas, responsorios, himnos y villancicos; y en lo profano 13 tonos humanos que son canciones de teatro y un libro de piezas para órgano del maestro de capilla de la Corte Real José de Torres y Martínez Bravo, así como un conjunto de cantos gregorianos”.
Otro dato interesante que ha aportado este archivo es la existencia de maestras de capilla.
“Hasta donde sabíamos, dentro de los conventos del mundo hispánico, la música era dirigida sólo por hombres, así que ha sido insólito encontrar maestras de capilla”, explica Tello.
Así lo indican varias partituras firmadas por María Ana Josefa de Santa Bárbara, por ejemplo, lo que ha hecho pensar a los musicólogos que quizá no sólo dirigía la música o interpretaba el órgano, sino que podría ser una de las compositoras de las más de cien partituras anónimas que se han recopilado.
Por último, el también director coral aclara que para quienes piensen en estos villancicos como cancioncillas navideñas, están muy equivocados, pues se trata de composiciones poético-musicales que tuvieron un importante auge durante la Nueva España y eran cantadas en lengua romance (castellano, portugués, asturiano o gallego) o en alguna lengua no latina sujetos a la estructura de estribillo y coplas.
Sin embargo, este tipo de piezas fueron suprimidas hacia 1760 y para 1830 se extinguió su uso, por lo que sólo quedaron en la tradición popular”.
Por último destacar que el ensamble Bona Fe es dirigido por Ethel González y la investigación de Bárbara Pérez Ruiz, quienes dieron vida a piezas como: Despertad, despertad, Dejen me, señores, Entremos, zagales, Yo quiero bien, Folías gallegas, Ay, que me prende el amor, Tortolilla que cantas, Mercader que en un banco, Ay, cómo flecha la niña y Serenísima una noche.
Obra inédita
Entre los autores que reúne el acervo músical Sánchez Garza destacan:
– Música de maestros de la Catedral de México como Hernando Franco, Francisco López y Capillas, José Augusto y Loayza y Antonio Salazar.
– De Puebla se registró a Juan García de Céspedes, Miguel Matheo de Dallo y Lana, Antonio Salazar, Miguel de Riva, Francisco Atienza, Nicolás Ximénez de Cisneros, José Lazo Valero, Joaquín Ugarte y Gutiérrez de Padilla.
– De la Corte Real de España están: Mateo Romero, Juan Hidalgo, Diego de Cáseda, José de Cáseda, Sebastián Durón, José de Torres, José de Nebra y José Marín.
– Y autores italianos como Giovanni Battista Bassani y Francesco Corradini.
Escrito por JUAN CARLOS TALAVERA | Excelsior