EFE – Panticosa (Huesca) | Vía: Eldiario.es
El compositor español Antón García Abril (Teruel, 1933) asegura que vivir de la composición era y es algo “casi imposible”, lo que obliga a los creadores a realizar actividades diversas y “circundantes” para poder continuar con su pasión por proyectarse sobre la partitura en blanco.
Y García Abril hace esta rotunda afirmación cuando quedan unos meses para que la prestigiosa violinista Hilary Hahn estrene en Washington las seis partitas para violín solo que le encargó y mientras está enfrascado en unas variaciones sinfónicas que le pidió el no menos consagrado violonchelista Truls Mork.
En una entrevista concedida a Efe, el compositor, a sus 83 años, se muestra ágil y rápido al contestar preguntas sobre lo que ha sido el eje central de su vida, la música, en la que empezó en unos momentos en que, según reconoce con humor, “cuando decías que querías ser músico, era una alarma total para la familia”.
García Abril se considera un “niño de posguerra” que aún guarda en su memoria el recuerdo de una ciudad arrasada y derruida por las bombas, Teruel, que, por fortuna, tenía una banda que le permitió iniciarse en el mundo de la música.
Durante muchos años, García Abril tuvo la suerte de recibir numerosos encargos para componer bandas sonoras para cine y televisión, y entre ellas la popular sintonía de “El hombre y la tierra”.
Reconoce que, gracias a estos encargos, se pudo permitir “el lujo” de escribir canciones de concierto, música de cámara y sinfónica, ópera y cantatas, y todo, insiste, “porque tenía la vida resuelta”.
No deja de ser paradójico que ahora se le recuerde más por algunos de sus trabajos para el cine o la televisión, aunque él mismo reconoce que es algo “lógico”, porque series como “El hombre y la tierra” la vieron millones de personas y conciertos en grandes auditorios apenas unos miles.
Considera que las personas que se dedican a la composición sienten ese impulso “de natura”, sin esperar compensación económica alguna, ya que “desgraciadamente cobra más un intérprete de altísimo nivel por un solo concierto que un compositor por el trabajo de uno o dos años”.
A pesar de considerar que hay una “irregularidad total” en la valoración del compositor, se muestra convencido de que los jóvenes que se dedican a crear “se dejan arrastrar exclusivamente por la necesidad de componer, de proyectar su vida interior en la partitura”.
En cuanto a la interpretación, afirma que la formación en conservatorios y escuelas superiores de música está “perfectamente, por encima del nivel europeo en muchas ocasiones”, lo que favorece el “altísimo nivel” de los jóvenes músicos españoles.
Un nivel que hace que estos músicos sean muy bien acogidos en orquestas de distintas partes del mundo y que el compositor cree que habría que recuperar “para traerlos a España”.
Por esta razón, considera que, aunque las orquestas españolas tienen un nivel similar a las del resto de Europa y a las norteamericanas, es necesario abrir canales para propiciar que los jóvenes intérpretes puedan integrarse en ellas.
A pesar de la calidad de la enseñanza profesional, García Abril cree que existe un “fallo estructural muy fuerte” en los institutos y las escuelas, donde, según asegura, la aproximación de la música al niño es “deficitaria”.
El compositor se muestra crítico al afirmar que la música tiene “apoyos desiguales”, subrayando que, mientras la exhibición de la ópera tiene un respaldo económico de “cierto relieve”, la prestada a los creadores sinfónicos o camerísticos está “a cero o bajo cero”.
Lamenta, además, la “animadversión” existente hacia “lo español” entre los programadores de ópera, que, según afirma, han acostumbrado a su público a las grandes obras operísticas de siempre.
“Todo lo que no sea la ópera romántica -subraya-, los Mozart, los Wagner o Puccini, lo miran de reojo, y si encima es español, es una desgracia”, enfatiza.
Así, recuerda que la ópera que escribió para la inauguración del Teatro Real, “Divinas Palabras”, con Plácido Domingo en el elenco, tuvo un gran éxito de público, y, a pesar de ello, ningún teatro español ha vuelto a solicitar su representación.
“Lamentablemente, hay muchas óperas españolas de distintas épocas que son muy importantes pero que siguen siendo desconocidas, porque se prefiere siempre lo mismo, debido a la animadversión hacia todo lo español, que se da muy particularmente en el mundo de la ópera”.
A García Abril no le gustan las etiquetas, pero reconoce que la única que admitiría para sus creaciones es que fuera identificada como “música que emociona”.
Por esta razón, asegura que la música “no tiene edad”, que una obra de Bach es “tan moderna” como cualquiera del compositor más actual y que una música que carezca de emoción “tiene muy poca vida”.