Ennio Morricone. Un nuevo disco celebra 60 años de carrera del compositor de muchas de las mejores bandas de sonido, desde los éxitos del spaghetti western hasta ”Sacco y Vanzetti” y ”¡Atame!”.
Vía: www.bitacora.com.uy | Por Nicolas Pichersky
Música, maestro. El director italiano, de 88 años, durante una presentación de su gira ”60 Years of Music World Tour”.
A comienzos del siglo XXI, la música de Ennio Morricone es al cine lo que el sueño lennoniano de una música que borre fronteras es al rock. Un mundo de composiciones instrumentales donde las diferencias entre musicalizar cine europeo o americano se desintegran y se funden; en el que las orquestaciones incluyen instrumentos de universos casi antagónicos como guitarra Fender Stratocaster, arpa de boca, látigo, órgano de iglesia y castañuelas. El rock, lo sinfónico y lo étnico, juntos, gracias al camino trazado por un ciudadano del mundo, que nació en Roma hace 88 años.
Morricone 60 puede ser una de las más armónicas pruebas de esa fenomenal potencia de su huella en el cine. El título del disco loa la cifra de 60 años en la música (aunque tal vez sean más, porque Morricone comenzó como un ghost composer, escribiendo música para otros). La colección que se lanzó en todo el mundo el 11 de noviembre un día después del cumpleaños 88 de Morricone celebra el clasicismo de su legado y es Decca Records, uno de los más conspicuos sellos de música instrumental, el encargado de su edición.
Morricone 60 es, además, el primer álbum en el que el compositor condujo y realizó la curaduría y elección de los temas para una compilación suya. Desde El bueno, el malo y el feo hasta Los ocho más odiados , de Quentin Tarantino, ganadora a mejor banda de sonido del último premio Oscar, pasando por megaéxitos como La misión y Cinema paradiso , todas las obras fueron grabadas nuevamente con la Orquesta Sinfónica Nacional checa, con la que Ennio ha trabajado en los últimos años. La selección de 23 obras es hipnótica y a la vez hace bregar por más: el corte final de los 80 minutos máximos del CD dejó afuera a las melodías de Sacco y Vanzetti y films de Pier Paolo Passolini, de Dario Argento. Pero se trata más bien de una crítica utópica a un autor que ha escrito casi 600 composiciones entre bandas de sonido para radioteatros, televisión, cine, conciertos y hasta una misa dedicada al papa Francisco.
”Es casi imposible haber visto una película italiana sin música de Ennio”, bromeó alguna vez Bernardo Bertolucci, para quien justamente Morricone compuso la música de Novecento . En efecto, lo que no puede abarcarse en repertorio, como en el muy completo y hoy inhallable disco doble The Ennio Morricone Anthology – A Fistful Of Film Music , se gana en arreglos y la propia batuta del maestro. No es poco en un género, el de las bandas de sonido, donde suelen bullir en góndolas orquestas dudosas, con frías reversiones, que muchas veces derrochan lo que la educación sentimental cinéfila atesoró en nuestra memoria.
Este disco, no categóricamente nuevo, pero que sirve vino exquisito en ricas odres, coincide con su gira 60 Years of Music World Tour , en la que Morricone dirige a 200 músicos y cantantes en escena. En Europa lo vio una audiencia de 150.000 personas, número que sorprende tratándose de música instrumental. Los comienzos del Maestro, hace seis décadas, fueron más serenos, pero no menos impresionantes. Luego de que Mario Morricone, su padre, trompetista de orquestas de música ligera, le enseñara a leer música, a los 7 años compone sus primeras lieder . Ennio prosiguió sus estudios de trompeta (ese instrumento tan presente en sus Sphagetti westerns , convertido en un torbellino de mariachis, pura fanfarria de frontera tex-mex) en el Conservatorio de Santa Cecilia. Antes de que un promedio de 9,5 lo hallara a los 26 años con su Diplomatura en composición e instrumentación, retorna a la música de su infancia para piano y voz y basada en poesía. ¿Sus elecciones? Giacomo Leopardi, y de Cesare Pavese, ”Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”.
A finales de los 50 Morricone empieza a componer para la radio, la TV y los artistas pop. Después de un breve paso por la RAI, la RCA de Italia lo contrata como su arreglador musical más importante. El Italian beat , ese twist mediterráneo que se expande como un siroco contagioso y sensual a través de la Commedia all italiana , ya tiene en el compositor nacido en el barrio de Trastevere a uno de sus protagonistas principales. Arregla y compone para los más populares cantantes italianos: Rita Pavone (en la época del célebre ”Il ballo dil Mattone”), Gino Paoli, Luigi Tenco, Mario Lanza Algunos proyectos son comerciales y a la vez osados como el disco de la cantante estadounidense Helen Merrill, Helen Merrill Sings Italian Songs , que antes de cada standard incluye a modo de prólogo un recitado de la letra en italiano con un menudo acompañamiento de guitarra. O el éxito ”Se telefonando”, para Mina: combinación de líneas melódicas de trompeta, trombones y coro femenino cuyo estilo puede rastrearse en la actualidad hasta el grupo Divine Comedy o Isobel Campbell de Belle & Sebastian. Para la bellísima Catherine Spaak graba ”Penso a te” y en 1963 compuso junto a Roby Ferrante la música de ”Ogni volta”, canción que Paul Anka cantó en el Festival de San Remo: vendió tres millones de copias en todo el mundo. La música de Il Sorpasso de Dino Risi también lleva sus arreglos, así como el disco debut del cantante italiano de twist más vendedor del momento, Edoardo Vianello, que incluía los hits ”Abbronzatissima” y ”Guarda come dondolo”. Las orquestaciones eran del argentino radicado en Italia, Luis Bacalov. Y sin credenciales en la comprometida, joven y maciza militancia del Partido Comunista Italiano de su tiempo, Morricone era internacionalista a su manera: se encargó de algunos discos de 45 RPM de Chet Baker con baladas cantadas en italiano. Y más tarde, para Chico Buarque durante su exilio, orquestaría el álbum Per Un Pugno Di Samba . Nunca un título sería tan perfectamente sincrético del samba y lo mediterráneo moderno.
En sorprendente cadencia con una triunfante carrera en la industria musical más mainstream, desde 1964 hasta su separación en 1980, Morricone fue parte de Gruppo di Improvvisazione di Nuova Consonanza (G.I.N.C. o directamente Il grupo), un grupo de compositores con sede en Roma que grababan improvisaciones, amalgamándolas con free jazz y técnicas vanguardistas noise. Bajo la influencia de compositores contemporáneos italianos como Luigi Nono and Giacinto Scelsi, grabaron 7 discos para sellos internacionales como Deutsche Grammophon. Seguramente el más famoso sea The Feed-back , que combina free jazz, música clásica y funk y que fue frecuentemente sampleado por DJs de hip-hop. Morricone fue uno de los miembros más destacados de Il grupo y además de ser su trompetista los dirigió en varias ocasiones, incluso para varias bandas de sonido de los 70. Reverenciado en círculos de vanguardia, Il grupo está considerado el primer colectivo experimental de compositores, aun antes que el colectivo inglés AAM. Su influencia se percibe en grupos de improvisación como los de Evan Parker y el jazz punk de Naked City.
Todo comenzó con un silbido. O mejor dicho con la negativa profunda de Sergio Leone a que su western de bajo presupuesto Por un puñado de dólares fuera musicalizado por Morricone. Hasta entonces las intervenciones del compositor habían sido en comedias italianas o filmes costumbristas y el director que estaba por mudar de continente a la gran épica estadounidense, el western, buscaba algo radicalmente diferente. Morricone conoció al cantante de folk californiano Peter Tevis, expatriado en Italia, y le hizo escuchar a Leone su versión de ”Pastures of Plenty” (originalmente una obra del héroe de la canción de protesta Woody Guthrie) pero en versión instrumental y con un silbido en vez de con su letra original. Fue el comienzo de una amistad a primera vista entre director y compositor. O como expresó el director :”un casamiento como esos que tenían los católicos antes de las leyes de divorcio”. Desde ese momento todos sus filmes llevarían la marca de Morricone. El rugido estilístico de Leone, que podía pasar en un instante de una toma general de un desierto al primer plano de un revólver, pronto panearía con idéntica velocidad de Italia a EE. UU. y al mundo. La banda de sonido de El bueno, el malo y el feo vendió 3 millones de discos. El aullido del lobo, ese barbárico ”Ay-ee-ay-ee-ay” que toma al cine por asalto y a los tiros en la secuencia animada de los títulos, sigue siendo uno de los momentos musicales más reconocibles en la historia del séptimo arte. ”Morricone es el hombre más responsable de la atmósfera, el impacto y en gran parte de la popularidad de los filmes de Leone”, dice el crítico Robert C. Cumbow en su libro Once Upon a Time: The Films of Sergio Leone .
Desde entonces la carrera de Morricone tuvo un ascenso indeclinable en Hollywood y el mundo: música para filmes de Brian de Palma ( Los Intocables ), Roman Polanski ( Búsqueda frenética ), Pedro Almodóvar ( ¡Atame!) y Margarethe Von Trotta, entre muchos otros. Capaz de los momentos más románticos (como la escena erótico voyeur en Erase una vez en América cuando Deborah/Jeniffer Connelly se deja espiar por el protagonista), de haber encendido la mecha sonora del cine político (en Queimada! , Sacco y Vanzetti junto a Joan Baez o La batalla de Argelia , en la que la percusión musical intensifica la cuenta regresiva de los atentados) o hasta de hacer más siniestro el terror (en Perro blanco de Sam Fuller), Morricone logró el deseo de convertirse en un artista tan popular como anónimo. Hoy su repertorio lo interpreta el grupo Metallica al comienzo de sus shows y se lo puede apreciar en arreglos orquestales de Morrissey y Sting, sin que muchos sepan de su genio en las sombras. Si todo su poder melodramático pudiera concentrarse en una escena, allí está la de Kill Bill en la que Uma Thurman, Beatrix Kiddo, la novia esa madre coraje, más ninja que brechtiana , debe salir de su entierro en vida mientras tintinea en la oscuridad el tema que Morricone hizo para el final de Il mercenario de Sergio Corbucci. Y aunque sea difícil reverla sin llorar, no es tiempo para lágrimas: Morricone está vivo y sus melodías son silbables por todos.