“La ópera cose todas mis pasiones juntas. La amo. Me gusta el canto, me gusta el drama y el teatro. La Traviata no es una ópera para nada fácil de montar cuando no hay un buen presupuesto detrás”, señala la músico
-El arte en mi familia se metió por muchos lados. Mi hermana es poeta, entonces los textos me pueden matar. La escena es mi madre (la pintora Luisa Palacios), yo soy hija de estetas y soy una esteta. Lo que me faltó fue casarme y ser la viuda de Cabrujas… Y la ópera es mi recuerdo de niña.
-¿Qué significado tiene para usted La Traviata?
-Es una de mis óperas favoritas, junto con Orfeo, de Monteverdi, y Don Giovanni, de Mozart. Cuando mis padres salían, yo ponía un disco de La Traviata y cantaba frente al espejo. Me disfrazaba y usaba los armadores y las batas de mamá, y con los ganchos de pelo me hacía los zarcillos. Cuando papá llegaba me echaba broma y hacía de Germont. Pero no es una ópera para nada fácil de montar cuando no hay un buen presupuesto detrás. Tiene cuatro actos con cambios de escenografía, y si realizas una visión más contemporánea no puede ser cualquier cosa.
-¿Canto o dirección, qué prefiere?
-Ya hoy en día puedo decir que la dirección escénica y musical. Tengo 64 años, y al menos que me den el papel de la vieja en La dama de picas, de Tchaikovsk, ya no me queda ningún otro. Esa no se montó, así que creo que ya me retiré sin cantarlo.
-¿Se retira?
-Creo que sí, porque amo demasiado la música para hacerla mal. Siempre dije que quería retirarme de la música y no que ella se retirara de mí. Creo que dejaré el canto pronto, pero no la música. Además, no tengo el guáramo de pararme en un escenario y anunciar mi retiro, o preparar un concierto de despedida, porque la tristeza no me dejaría. Ahora doy más clases y estoy menos en el escenario.
-¿Ha mejorado la formación musical en el país?
-No soy alumna de esta generación, no sé mucho de eso. Soy maestra, y al estilo antiguo. Me entrego mucho a mis alumnos y los consiento. Considero que en la formación hay una simbiosis infinita entre profesor y alumno. Yo, que soy una eterna alumna, estoy muy agradecida de mis maestros.
-¿Y cómo evaluaría al público venezolano?
-Tiene que ser más exigente, porque el artista lo necesita para poder decir: “Caramba, hoy no canté bien y se sintió. Tengo que estudiar más, ser más profesional”. La excelencia no se consigue casi nunca; el mejor concierto es el que viene.