Por: Ana María Romano. Bogotá | Agradecidos con la maestra Adina Izarra por compartir este enlace
La pionera de la música electroacústica en Colombia
En los años sesenta, en un medio musical conservador, la figura de la compositora Jacqueline Nova irrumpió con audacia al incorporar tecnologías nuevas y sonidos poco ortodoxos a su mundo creativo. Esta es la historia de una pasión por los inquietantes sonidos de las máquinas.
“Esa repulsión del mundo inerte hacia los objetos y las máquinas que nos rodean, es una fijación sobre el pasado, como medio de protección; es miedo al presente”. Este comentario, extraído del artículo “El mundo maravilloso de las máquinas”, publicado por Jacqueline Nova en 1966, permite presentar los principales intereses e ideas que rondaron la vida de la compositora. De una parte, el incesante clamor por vivir en el aquí y ahora y no de glorias o nostalgias aferradas a la idea de que todo pasado fue mejor. De otra, la búsqueda por estar al día artísticamente y, en directa relación con esto, la necesidad de asumir la tecnología dentro de la cotidianidad creativa.
Estos fueron aspectos que Nova entrelazó desde muy joven, tanto en sus indagaciones estéticas como en muchas de las actividades que desarrolló y que la ubican como precursora en el campo musical de Colombia. Es recurrente la mención de Jacqueline Nova como la figura que dio inicio a la música electroacústica en Colombia. Sin embargo, la dimensión de sus contribuciones no debe circunscribirse solo a este campo pues sus aportes pioneros se extienden a diversos capítulos en la historia musical colombiana.
Nova nació en Gante, en Bélgica, de donde era su madre. Corría el año de 1935, y su padre, un ingeniero bumangués, estaba allí finalizando estudios de posgrado. Muy poco después, cuando su padre terminó sus estudios, y con Nova recién nacida, la familia regresó a Bucaramanga. En esta ciudad vivió la infancia y adolescencia y, como era la usanza, a la edad de siete años tuvo su iniciación musical con clases privadas de piano. La familia se trasladó a Bogotá cuando Nova tenía veinte años, y tres años después, en 1958, ingresó a la carrera de piano en el Conservatorio de la Universidad Nacional, para luego optar por estudios de composición bajo la tutela de Fabio González Zuleta.
Fue la primera compositora colombiana graduada del Conservatorio Nacional de Música de la Universidad Nacional (1967). Aunque no resultaba una conducta reprochable, su determinación de ser compositora sí transgredía los deseos de clase de su familia, porque contravenía los “buenos modales” de las directrices burguesas decimonónicas en las que, por tradición, la incursión femenina en el mundo de la música se circunscribía a la juiciosa interpretación del piano.
Es posible establecer tres momentos en la vida de Jacqueline Nova, marcados por acontecimientos personales más que como etapas estéticas, que sin duda incidieron en los procesos de creación. Desde la primera etapa, comprendida entre 1965 y 1967, es decir la correspondiente al tiempo de los estudios universitarios, es posible encontrar asomos de indagaciones que posteriormente se afianzarán y se manifestarán de manera más evidente y que la ubican como una compositora de avanzada en su momento. Permanentemente resaltó la importancia de la variedad de recursos –psicológicos, técnicos y de materiales– de los que se goza al componer, y cuyas interacciones están mediadas por la vivencias de quien crea, conciliando los aprendizajes provenientes del afuera con las reflexiones que resultan de los procesos internos.
La segunda etapa puede situarse en el periodo de su estadía en Buenos Aires como becaria del Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales (CLAEM), del Instituto Torcuato di Tella (1967-1968), un espacio que le ofreció la oportunidad única de trabajar el medio electroacústico. Y es que en Buenos Aires Nova contó con el ambiente propicio para crear dentro de los lenguajes vanguardistas y se encontró con un laboratorio dotado con tecnología de punta que animó sus indagaciones en este terreno, algo que no era posible en la Colombia de entonces. Fue a partir de esa experiencia que Nova usó los medios electroacústicos casi de forma permanente, en conjunto con los instrumentos acústicos tradicionales, para crear una música mixta. La experiencia en el Di Tella le ofreció un ambiente en el cual encontraba diálogos enriquecedores y espacios para el debate y la discusión, asuntos que le fueron esquivos en Colombia y le generaron una especie de aislamiento del medio musical nacional. Aunque existen testimonios de intercambios fructíferos con algunos colegas de generación, estos no fueron muy intensos. Al parecer, fue por la hostilidad de un medio marcadamente machista y lesbofóbico, que Nova estableció lazos fuertes con artistas de otras áreas.
La tercera etapa, comprendida entre 1969 (año del retorno a Colombia) y 1975, fecha de su muerte, fue un periodo caracterizado por actividades que abrieron nuevos e insospechados espacios dentro del medio musical. Emprendió diversos atrevimientos encausados a la divulgación de la música contemporánea, como por ejemplo la realización de “Asimetrías”, un ciclo radial presentado en la Radiodifusora Nacional de Colombia entre 1969 y 1970. También ideó una conferencia-concierto que denominó “La música electrónica”, que presentó en Bogotá y Medellín en 1970. En ambas actividades, sin precedentes en el país, Jacqueline Nova abordó temáticas de una sorprendente actualidad tanto estética como técnica: muchas de las obras que presentó en esos espacios habían sido compuestas muy poco tiempo atrás. En ellas, manifestó abiertamente el valor de la exploración como parte del ejercicio creativo. Señaló que se debía dar paso a nuevas estructuras pues, después de todo, los cambios ocurridos en la música son una consecuencia natural de los cambios operados en muchos ámbitos de la vida humana. También se preocupó por aclarar a la audiencia temas vitales como la transformación del concepto de sonido musical, dándole cabida a una amplia gama de sonidos no provenientes de los instrumentos acústicos tradicionales y la aceptación del ruido como eventual componente musical.
La otra proeza suya fue la creación de la Agrupación Nueva Música, cuyo nombre tomó del ensamble homónimo argentino. Es cierto que la inauguración de la sala de conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango en 1965 abrió posibilidades para que los músicos se interesaran en la música de cámara y favoreció la creación de ensambles, la Agrupación Nueva Música fue la primera en su especie, pues se dedicó enteramente al repertorio contemporáneo, con especial atención en obras de América Latina, mientras que los otros conjuntos le apostaban a un repertorio más conservador.
Si bien la Agrupación trabajó de manera continuada entre 1970 y 1975, solo pudo llevar a cabo dos presentaciones al público. Las complicaciones en la salud de la compositora, las dificultades económicas y los desencuentros con intérpretes e instituciones impidieron darle regularidad a las presentaciones del grupo; aunque la presencia de los intérpretes variaba de acuerdo con el programa, existió un grupo base conformado por Helvia Mendoza y Cecilia Casas en el piano, Luis Becerra en la flauta, Antonio Becerra en la percusión, Hernando Segura en el contrabajo y Jacqueline Nova a cargo del control de sonido, organización y dirección.
A lo largo de su vida, a manera de celebración de la coexistencia, colaboró desde la música en muchos proyectos interdisciplinares: en teatro, con Enrique Buenaventura y Jorge Alí Triana; en literatura con Dora Castellanos; en el cine con Francisco Norden y en artes plásticas y visuales con artistas como Feliza Bursztyn y Julia Acuña.
A lo largo de su vida Jacqueline Nova contó con el reconocimiento y apoyo certeros de González Zuleta. Desde su cargo de director del Conservatorio, González la escogió para la conducción del laboratorio de música electrónica proyectado dentro de los planos de construcción del nuevo espacio académico de la Universidad Nacional. Tristemente, el proyecto no se llevó a cabo por falta de recursos.
Jacqueline Nova murió de cáncer de huesos en 1975, recién cumplidos los cuarenta años. Su trágica y temprana muerte no solo truncó una carrera en plena fuerza creativa, sino que afectó de manera directa el desarrollo de la música electroacústica en el país: tras su muerte hubo un gran silencio de más de una década en la creación musical con medios electrónicos en el país. Y si bien esto podría explicarse por la carencia de infraestructura para la creación de un espacio con los requerimientos de un estudio, quizás la justificación más importante es que sus compañeros de generación no tuvieron interés en profundizar en la creación con estos medios. Es cierto que algunos tuvieron contacto con la música electroacústica, pero no dejaron de ser aproximaciones circunstanciales.
Jacqueline Nova puso a convivir técnicas, estilos o procedimientos que aparentemente resultaban irreconciliables, como el serialismo libre, la aleatoriedad, referentes de músicas indígenas y evocaciones de músicas populares. Nova integró los medios electrónicos como un instrumento más a la orquesta, un valiosísimo aporte si consideramos que la orquesta es quizás uno de los instrumentos de mayor apego al pasado. Ella trabajó la voz como un instrumento y no solo como una excusa para decir un texto.
De espíritu curioso, le dio cabida a lo extraño y a la experimentación, se permitió el acercamiento a diferentes músicas para nutrirse de ellas, tomar lo que necesitara sin limitarse a seguir normas o dogmas. Se permitió oír, disfrutar y aprender de compositores disímiles y, a veces, ubicados en orillas divergentes.
Su pasión por insertar la música actual dentro de la vida cotidiana la llevó a emprender aventuras que al paso del tiempo se descubren como caminos allanados a las generaciones siguientes y que, gracias a su impetuoso compromiso con la época y sin habérselo propuesto como un objetivo fundacional, la han convertido en una gran precursora.
Nova creó un universo sonoro que como sociedad nos falta terminar de descubrir. No podemos saber si pasados los años la compositora habría renegado de su pasado, como lo han hecho muchos asumiendo las aventuras sonoras como pecados de juventud. Sin embargo, es importante recordar que Jacqueline Nova retó a un medio conservador para abrir espacio a la idea de la música como algo vivo que se desarrolla, al igual que la vida, en el día a día. En una práctica asociada a la realización masculina, fue una mujer la que afianzó el uso de las tecnologías en la música colombiana. Apuestas arriesgadas que tristemente le representaron un alto costo: Nova fue relegada en su momento, pero sus ruidos lograron sacudir y cuestionar las zonas de confort del medio musical del país.