Cambió el modo de tocar el instrumento. Cayó en el alcohol y las drogas, pero su espíritu religioso lo salvó.
Vía: www.clarin.com | Por César Pradines
Se cumplen 50 años de la muerte de John William Coltrane (1926-1967), un artista extraordinario que revolucionó el mundo del jazz y ejerció una influencia arrolladora sobre la escena musical de los años sesenta. Un saxofonista y compositor que convirtió su música en una experiencia sublime y de una belleza, por momentos, perturbadora. Su obra podría definirse por las tres E: entusiasmo, elevación y elegancia. Como pocos músicos terminó disfrutando de un generalizado consenso acerca de su estatura creativa y su vanguardismo que lo situaron en el panteón de los grandes junto con Louis Armstrong, Duke Ellington y Charlie Parker.
Dirigió una revolución sin proponérselo. Era un hombre de espíritu apacible que buscó de manera incansable ser digno de Dios a través de su música. Su obra tiene dos etapas, en la segunda, a partir de 1960 como líder de su Classic Quartet y con más de 20 discos en sólo siete años se convirtió en guía innovador como instrumentista y compositor. En efecto, a lo largo de los años sesentas la figura de Coltrane creció como artista pero también como ejemplo de una espiritualidad pluralista, sin religión, aunque sus lecturas inducen a pensar que abrazó el hinduismo. Su fe no le dio la espalda a su gente y en los calientes años sesentas, en que los movimientos por los derechos civiles de la comunidad negra se expandieron, asistió a los mitines de Malcom X y de Martin Luther King. Coltrane fue un hombre consustanciado con su comunidad y rechazó el racismo imperante en los Estados Unidos.
A mediados de los cincuenta entró en el quinteto del trompetista Miles Davis desde donde comenzó a construir su personal estilo. En 1956 su sólo en el tema Round About Midnight llamó la atención del mundo del jazz. Trane era la contracara del sonido cool de Davis; solos torrenciales, extensos y lo que se llamó después “sabanas de sonido”. Su crecimiento artístico fue paralelo a su adicción a la heroína y el alcohol que lo llevaron a situaciones lamentables como por ejemplo que varios productores hayan desistido de contratarlo. Davis relata en su autobiografía: “Era el verano de 1957 y estábamos tocando en el Bohemia y Trane sólo cabeceaba sin poder siquiera ponerse el saxo en la boca; en los camarines me enfurecí y lo golpeé. Thelonious Monk, que andaba por ahí, se lo llevó aparte y le dijo que no se dejé tratar así y que si quería tocar tenía lugar en su grupo, Trane se fue de mi banda”.
Regresó a su ciudad, Filadelfia, y se limpió; dejó las drogas y el alcohol y cuenta el contrabajista Reggie Workman que una noche mientras actuaba en un local Coltrane sufrió una crisis de abstinencia. “Fue impresionante ver a Trane que apenas podía tocar, sonaba como un adulto que estaba aprendiendo a hablar”, recordó el contrabajista.
De vuelta a Nueva York comenzó a tocar con Monk, en el Five Spot y nuevamente la atención se dirigió sobre él, más aún con la salida de su disco Blue Train, donde su música causó una honda impresión en los jazz neoyorquino. Davis le pidió que volviese al grupo, que terminaría siendo con Trane una de las formaciones más importantes de la historia del género con célebres trabajos como Milestones y Kind of Blue.
Dispuesto a hacer su propio camino, inició su despegue como líder de su cuarteto con un disco que quedó en la historia, Giant Steps, donde el saxofonista derrumba toda previsión y avanza un paso más en la vanguardia. Sus otros trabajos, en los que incluyó como instrumento el saxo soprano, dejaron en evidencia su fortaleza como saxofonista y compositor Coltrane Jazz, My Favorite Thingsy Olé Coltrane fueron el comienzo de una obra musical magnífica. Coltrane rompió con los arquetipos del jazz al redefinir permanentemente su lenguaje musical; un músico inconformista para quien la aventura no tendría final. A partir de sus discos en el sello Impulse! creció como líder de un movimiento de vanguardia en el que también se permitió trabajos con Duke Ellington (1963) o con el cantante Johnny Hartman (1963). Su esplendor artístico se percibió en el maravilloso Live At Birdland (1964), pero su gran obra sería A Love Supreme (1965), una suite de cuatro movimientos dedicada al Creador y que marca en cada uno de sus temas los pasos hacia la iluminación espiritual. En este disco tocó solos hechizantes y de una desnuda sinceridad sostenido por un ritmo de densas texturas a cargo de su sección rítmica, con McCoy Tyner en piano, Jimmy Garrison en contrabajo y Elvin Jones en batería. A Love Supreme atrajo incluso a los jóvenes del movimiento hippie y de la contracultura de esos años; logró atravesar el rock: Patti Smith, Lou Reed, Roy Orbinson y David Bowie fueron algunos de los que reconocieron su genio. Vendrían luego de este trabajo, discos que anunciaban cambios tanto en el modo de composición como en las sonoridades de su grupo. Uno de las más destacados es la trilogía formada por Ascension, Meditations y su disco póstumo Expression.
Luchó silenciosamente contra un cáncer de hígado y al momento de ingresar al hospital su salud ya estaba muy deteriorada; se cuenta que cuando le quisieron suministrar morfina la rechazó, al parecer apoyado en la creencia kármica. Un hombre de una genuina espiritualidad que murió un caluroso y nublado lunes 17 de julio de 1967; tenía 40 años estaba casado con Alice, arpista y pianista y tenía un hijo, Ravi, saxofonista. Había nacido en septiembre de 1926 en Hamlet, Carolina del Norte. En San Francisco, la Iglesia Africana Ortodoxa Saint John Coltrane lo canonizó y cada domingo en el altar se entona su música.
El estuche que le regaló el Gato Barbieri
Coltrane influyó mucho en los músicos argentinos, en especial en los saxofonistas. Uno de ellos fue el recordado Leandro Gato Barbieri (1932-2016). Tanto lo quería, que mandó hacer un soberbio estuche de saxo tenor en cuero verde, revestido en seda azul y con la palabra Trane en letras de oro. Se lo envió sin darse a conocer, con un mensaje que decía “De parte de un amigo de Buenos Aires”. En 1963, Gato ya instalado en Roma, asistió a un show de Coltrane a quien fue saludar al terminar. En un rincón estaba el estuche. “¿Ah, son argentino?” exclamó Trane y mostró el estuche: “Me lo mandó un argentino”. “Sí, fui yo”, contestó Gato. Asombro y agradecimiento se dibujaron en la cara de Trane, que poco después, medio en broma, medio en serio le preguntó: “¿Crees que podrías enviarme otro para el soprano?”.