Prensa FundaMusical Bolívar
Desde que entraron a Liverpool, todo tenía impreso (literal o emocionalmente) el nombre de los Beatles. El pequeño y único aeropuerto de la ciudad lleva el nombre de Jonh Lennon, para decir lo primero. Al pasar la aduana, había otro peaje, casi obligado: la escultura del “Yellow Submarine”. En adelante, una arquitectura entre terracota y gris se erigía frente al paso de tres autobuses en los que la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar va tarareando las canciones más populares de la banda, esas que ha escuchado la generación de los coralistas y la de sus padres. Era 29 de marzo. Oscureció pronto.
Al día siguiente, en la mañana, el primer ensayo, la música era otra. Mientras los habitantes de Liverpool estaban ansiosos por el juego de fútbol de la tarde (Liverpool jugaba contra Tottenham), los músicos venezolanos entraban a uno de esos edificios grises que habían visto en el camino: el Liverpool Philharmonic Hall. También estaban ansiosos, por el juego, por el concierto.
Luego de una sesión de calentamiento y vocalización, encabezada por Margot Parés-Reyna; de consejos para adaptarse al clima (para que la voz siga saludable, pese al cambio de temperatura), luego de internalizar el espacio (cada sala es distinta), los coralistas venezolanos comenzaron a ensayar, bajo la dirección de Lourdes Sánchez. A obras de Randall Thompson, Felix Mendelssohn, Claudio Monteverdi, entre otros compositores, siguieron las de Pablo Camacaro, Federico Ruiz, Aldemaro Romero, Modesta Bor y Vinicio Adames, solo por nombrar algunos.
En el ensayo se sumaron los niños y jóvenes del Coro Juvenil de la Filarmónica de Liverpool. Haciendo un gran esfuerzo, los chicos de la ciudad inglesa cantaron, junto a los venezolanos, la obra Pasaje, escrita por Vinicio Adames. Fue una cruzada, pero lo lograron. Los venezolanos le pasaban las páginas, les indicaban por donde iban, los ayudaban. Horas más tarde, esta conjunción de voces terminaba con esta pieza venezolana el primer concierto de la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar en Inglaterra.
En la sala, los espectadores escuchaban y miraban con asombro a los coralistas mientras interpretaban piezas tan complejas como El Santiguao, de Federico Ruiz, o la Fulía de Cumaná, de Modesta Bor. Afuera, ganaba el Liverpool y la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar también anotaba unos goles. Los aplausos eran el grito de gol que se da en una sala de conciertos.
El lunes, 31 de marzo, en la mañana, el canto común es con los niños del Núcleo In Harmony-Liverpool, un programa inspirado en la filosofía de El Sistema. Pero esa es otra pequeña historia que se contará en otras líneas…