En el verano boreal de 1942, la ciudad rusa de Leningrado (ahora San Petersburgo) se moría de hambre.
Llevaba casi un año bajo asedio y bombardeos de las fuerzas alemanas.
Aun así, una orquesta fue capaz de interpretar una nueva sinfonía del compositor ruso Dimitri Shostakovich y transmitirla por toda la ciudad.
Cuando el director de orquesta Karl Eliasberg recibió instrucciones de ensayar la Séptima Sinfonía de Shostakovich, supo que tenía un problema.
Después de una interpretación el mes de diciembre anterior de la Obertura 1812 de Tchaikovski, que presenta la victoria rusa sobre el ejército invasor de Napoleón, la única orquesta que quedaba en la ciudad, la Orquesta de Radio de Leningrado, se había disuelto.
En los registros del conjunto se puede leer: “No hubo ensayo. Srabian ha muerto. Petrov está enfermo. Borishev ha muerto. La orquesta no trabaja”.
Así que no fue sorprendente que cuando Eliasberg llamó a sus músicos para un ensayo sólo aparecieran 15.
Entre ellos estaba la oboísta Ksenia Matus.
- ¿Qué habría pasado si los nazis hubieran ganado la Segunda Guerra Mundial?
“Cuando empezamos a ensayar para el concierto, tuve que llevar mi oboe a reparar”, recordó Matus años después.
“Fui a recogerlo y pregunté cuánto debía. El hombre respondió: ‘Sólo tráigame un gatito’. Dijo que prefería esa carne a la de pollo”.
El primer ensayo se terminó apenas a los 15 minutos, dada la poca energía que tenía la pequeña banda de sobrevivientes.
Música entre la hambruna
“La orquesta estaba formada por músicos que eran víctimas de bombardeos, inanición, hambruna, y apenas eran capaces de sostener sus instrumentos para tocar”, explica el director de orquesta nacido en la época soviética Semyon Bychkov.
Un trompetista le ofreció a Eliasberg una profunda disculpa después de ser incapaz de generar una sola nota.
Se necesitaban refuerzos.
Las autoridades soviéticas enviaron un comunicado al frente de batalla ordenando que quien fuera músico debía presentarse a los ensayos.
Llegaron hombres de campos militares que ensayaban entre misiones.
Es posible que Shostakovich, que trabajaba en el conservatorio de Leningrado, empezara a trabajar en la sinfonía antes de la invasión alemana de la Unión Soviética en junio de 1941, pero comenzó a desarrollarla con “intensidad inhumana”, como dijo él mismo, en las semanas posteriores a la invasión.
Se quedó en la ciudad tras el comienzo del asedio en septiembre: un recital de piano en primer movimiento que ofreció a un selecto grupo de amigos fue interrumpido por un ataque aéreo.
Finalmente se le ordenó que se marchara el primero de octubre.
Con el corte de suministros, los habitantes de Leningrado se vieron forzados a comer ratas, caballos, gatos y perros.
También hubo informes de canibalismo.
Y mientras el hambre se extendía como una plaga entre los residentes, la Luftwaffe -fuerza aérea alemana- los atacaba desde el aire, llevando a cabo frecuentes y fuertes bombardeos.
Los sobrevivientes del despiadado invierno de 1941-42 en Leningrado recuerdan cuerpos sin vida en la calle, sin nadie que los enterrara.
Eliasberg impuso una disciplina estricta para que sus músicos se pusieran en forma.
En particular, los músicos de instrumentos de viento se podían sentir mareados o desfallecer mientras tocaban.
Aun así, el director les quitaba la ración de pan a los músicos que tocaran mal o llegaran tarde para un ensayo, incluso si se habían retrasado por enterrar a un miembro de la familia.
Los instrumentalistas trabajaban juntos seis días a la semana y, pieza a pieza, se dio forma a la sinfonía.
El día del concierto, el 9 de agosto de 1942, llegó con la orquesta habiendo tocado la sinfonía completa sólo una vez, en un ensayo tres días antes.
“Justo antes, el ejército soviético perpetró un furioso bombardeo sobre las líneas militares de Alemania para silenciar las armas alemanas y que el concierto se pudiera celebrar sin interrupciones”, dice Bychkov.
Se colocaron altavoces en toda la ciudad, no sólo para que la población local escuchara la música, sino también para las tropas alemanas.
“Era increíble”
Una de las personas del público era la joven de 18 años Olga Kvade, cuyo padre y abuelo habían muerto a principios de la guerra.
Ahora con 90 y tantos años, Kvade recuerda el evento con claridad.
“Los candelabros brillaban, era una sensación tan extraña… Por una parte no podía ser posible –el bloqueo, los entierros, las muertes, la hambruna y la Sala Filarmónica-, era simplemente increíble”, evoca en un documental para la BBC emitido este fin de semana.
“Lo único que temíamos era que los alemanes empezaran a bombardearnos. Pensaba ‘Dios, deja que escuchemos el concierto hasta el final’. Entonces Eliasberg salió, la orquesta se puso de pie y tocaron. Todos tenían hambre pero estaban vestidos de gala.
“Por alguna razón, inmediatamente pensé en papá. A papá le encantaba la buena música. Él también tocaba y me había enseñado. Recordé que me llevaba a la Filarmónica y me parecía que, de alguna manera, él también estaba escuchando.
“Por un lado quería llorar, pero al mismo tiempo había un sentimiento de orgullo. ‘Maldita sea, ¡tenemos una orquesta! Estamos en la Filarmónica así que ustedes los alemanes ¡quédense donde están!’. Estábamos rodeados de alemanes. Nos estaban bombardeando pero había una sensación de superioridad”.
El final del concierto fue acogido en un principio con silencio.
“Y de repente se produjo una tormenta de aplausos”, relata Ksenia Matus.
“Una niña apareció entre el público con un ramo de flores y se lo dio al director de orquesta. ¿Se puede imaginar? ¡Flores frescas durante el bloqueo! Era insoportablemente alegre”.
Preservar la humanidad
Shostakovich había dedicado su sinfonía a la población de Leningrado, que aún soportó un año y medio de asedio antes de que el ejército soviético rompiera el cerco en enero de 1944.
Para entonces se calcula que unos 750.000 civiles murieron en la ciudad.
Cuando Bychkov escucha la sinfonía piensa en aquellos que “vivieron el asedio, lo sobrevivieron y lograron preservar su humanidad”, incluida su propia madre.
“Durante mi crecimiento, oí de vez en cuando pequeños fragmentos de lo que mi madre vivió”, cuenta.
“Nunca me contaba grandes historias. Pero aquí y allá me contaba un pequeño episodio”.
Uno de estos episodios encontró a su madre metida en el sótano durante un bombardeo alemán.
“La bomba cayó sobre el edificio, atravesó el tejado y llegó hasta el sótano donde estaban”, narra.
Milagrosamente, no explotó.
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La sinfonía de Leningrado
- Shostakovich empezó a trabajar en la sinfonía en julio de 1941, con 35 años, y la completó en Kuibyshev en diciembre
- fue estrenada en Kuibyshev en marzo de 1942 e interpretada en Moscú poco después
- fue incluida en el programa de BBC Proms en Londres en junio de 1942, exactamente un año después de la invasión alemana de la Unión Soviética
- se estrenó en Nueva York bajo la dirección de Arturo Toscanini en julio de 1942, en Leningrado en agosto
- la obra requiere una gran orquesta que incluya ocho trompas, seis trombones y dos arpas.
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En la década de los 50, Eliasberg recibió la visita de un grupo de turistas de Alemania oriental.
“Fueron a verlo y le dijeron que habían sido soldados del ejército alemán justo en los límites de la ciudad. Escucharon la transmisión de aquel concierto de la orquesta, incluida la Séptima Sinfonía de Shostakovich”, explica Bychkov.
“También tenían hambre. Estaban asustados. Muchos de ellos no querían estar allí pero no tenían elección. Muchos de ellos murieron”.
Los hombres le contaron a Eliasberg que cuando escucharon la interpretación de la sinfonía de Shostakovich entendieron que una ciudad de personas que demostraron ese tipo de ánimo no se iba a rendir. Se dice que uno de ellos contó que sus camaradas lloraron cuando escucharon la música.
“He aquí personas que representaban el lado opuesto de la guerra y que necesitaban la música tanto como aquellos para los que fue compuesta”, señala Bychkov.
“Porque a fin de cuentas se compuso para la humanidad. Y la mejor prueba es que todavía la necesitamos hoy día, todavía la estamos escuchando”.
Eliasberg interpretó la sinfonía de nuevo en Leningrado en contadas ocasiones.
Pero su concierto en tiempos de guerra no supuso el lanzamiento de una carrera estelar como director de orquesta ni Eliasberg fue festejado como un héroe de la cultura soviética.
En lugar de eso murió en 1978.
La música que dirigió ha permanecido. Se ha convertido en una de las obras mejor conocidas de Shostakovich, a menudo conocida –apropiadamente- comola Sinfonía de Leningrado.