Las décadas que sucedieron a la II Guerra Mundial fueron -aparte de los años de rearme ideológico de la Guerra Fría que hemos visto en la Unidad 31– el periodo de florecimiento en elPrimer Mundo del estado del bienestar y la sociedad de consumo. Una época cuyos avances técnicos y transformaciones sociales tendrán un efecto espectacular en la democratización del acceso a la música, así como en la expansión y/o nacimiento de nuevas modalidades musicales –jazz, rock, disco, etc.- conectadas con los nuevos gustos -y resultantes directas de dichas transformaciones- que desplazarán paulatinamente a la música clásica de su posición central en la cultura occidental.
La sobreproducción musical ligada a las nuevas facilidades tecnológicas creará también las condiciones para una masificación y banalización acelerada de la música, de consecuencias difíciles de valorar todavía hoy en día. Sometida a las leyes de la economía de mercado, la música se convertirá también en un mero objeto de consumo, privado de toda autonomía artística y sometido a intereses puramente comerciales.
La democratización de la música
La democratización de la música a lo largo del siglo XX obedece principalmente a dos impulsos: El primero y más decisivo, el aportado por las tecnologías -radio, televisión, discos, etc.- que trataremos en el apartado siguiente. El segundo, como resultado de la apuesta de las sociedades avanzadas por la educación y socialización de sus miembros, y que servirá para redefinir la relación entre la ciudadanía y la tradición musical occidental.
Un primer resultado de estas políticas será la universalización de la educación musical a través de su inserción en la enseñanza obligatoria primaria y secundaria -un tipo de enseñanza musical basada en los principios pedagógicos establecidos por pioneros comoJacques Dalcroze, Zoltán Kodály o Carl Orff-, la institución de bandas u orquestas en los institutos -especialmente en la órbita anglosajona- o el despliegue televisivo de programas de divulgación y apreciación musical como los Conciertos para jóvenes [1958-72] de Leonard Bernstein para la CBS, la Noche musical con André Previn [1976-84] en la BBC, o la versión más modesta y castiza El mundo de la música [1975-80] en RTVE, presentada por Enrique García Asensio.
También contribuirán a la democratización de la música los cambios de modelo de financiación de las instituciones musicales -orquestas, teatros, festivales, conservatorios- bien mediante el patrocinio público -modelo europeo-, bien mediante el mecenazgo empresarial -modelo anglosajón-. En ambos casos, la música clásica será entendida como un patrimonio cultural que debería ser accesible a todos los ciudadanos y bolsillos, del mismo modo que lo serían las artes plásticas a través de los museos. El crecimiento sostenido de las economías occidentales, unido a la alianza de las más importantes instituciones musicales con la industria discográfica, permitirá la expansión de un modelo -número de orquestas, temporadas, festivales y honorarios- que rozará peligrosamente la categoría de burbuja al finalizar el siglo.
Tres grandes clásicos orquestales del siglo XX
Pese a que las vanguardias musicales europeas se esforzaron por negar el estatus de “música contemporánea” a aquellas manifestaciones musicales que no se inscribieran en la ortodoxia deDarmstadt, los circuitos de música clásica de la segunda mitad del siglo XX dieron cabida a una notable variedad de propuestas musicales más o menos alejadas de sus paradigmas. En este apartado visitaremos tres de las obras inscritas de un modo u otro en la tradición de gran formato sinfónico -o sinfónico-vocal- más exitosas de este periodo.
Olivier Messiaen – Sinfonía Turangalila – 3. Turangalila 1 [1949]. Messiaen siguió siendo un referente de la música clásica contemporánea hasta su muerte en 1992, pese a haber seguido cultivando un lenguaje relativamente impermeable a las corrientes de vanguardia desarrolladas por sus alumnos –Boulez, Stockhausen, Xenakis, etc.-. Esta monumental sinfonía -encargada por la Sinfónica de Boston y estrenada por Leonard Bernstein– consta de diez movimientos y tiene una estructura cíclica. La exuberante orquestación incluye un piano solista, hasta 11 percusionistas y ondas Martenot -instrumento eléctrico que puede escucharse en este movimiento-. Este movimiento introduce dos temas principales (uno lírico en el clarinete y otro majestuoso en los metales que son elaborados y recombinados a lo largo de sucesivas secciones.
Benjamin Britten – Réquiem de guerra – V. Dies irae [1962]. Considerado el más importante compositor británico desde Henry Purcell, Britten es también uno de los compositores más reconocidos de entre los que se mantuvieron al margen de las vanguardias de posguerra. Su monumental Réquiem de guerracombina los textos latinos con poemas deWilfred Owen -muerto en la I Guerra Mundial- y se estrenó con motivo de la consagración de la Catedral de Coventry, destruida por los bombardeos durante la II Guerra Mundial. La obra es un alegato pacifista que pretendió en su estreno apelar simbólicamente a la superación de la Guerra Fría convocando a tres destacados solistas procedentes de Inglaterra –Peter Pears-, Alemania –Dietrich Fischer-Dieskau– y la URSS –Galina Vishnevskaya-, pero las autoridades soviéticas lo abortaron al no permitir a ésta acudir a la cita.
Luciano Berio – Sinfonía – 3. In ruhig fliessender Bewegung [1968/70]. Miembro de las primeras generaciones de Darmstadt y del serialismo integral, su evolución artística lo condujo por vías más heterodoxas a partir de los años 60. Su obra más célebre es esta Sinfonía, ampliación a cinco movimientos de un homenaje a Martin Luther King -O King- compuesto tras el asesinato del líder afroamericano e integrado después en la Sinfonía como su 2º movimiento. Este 3er movimiento es un impresionante collageque ensambla diálogos, sururros y gritos de un conjunto vocal con un variado repertorio de citas musicales que cubren desde Beethoven hasta el propio Berio, tomando como base el 3er movimiento de la Sinfonía nº2 de Mahler.
La era del LP
Pese a todas las políticas educativas y culturales desplegadas en las sociedades de posguerra, el factor que contribuyó de forma más decisiva a la democratización de la música durante este periodo fue el disco. La introducción en 1948 del vinilo -en sustitución de la laca- como material de fabricación de discos, posibilitó alcanzar a este medio una duración -unos 25′ por cara- y una calidad sonora –rango dinámico y de frecuencias, laestereofonía se incorporará a partir de 1954- adecuadas a la naturaleza de la música clásica, convirtiéndose en apenas una década en el heraldo de una nueva época.
El LP inducirá una nueva manera de escuchar la música clásica: una escucha privada que permitirá al aficionado sustraerse de las reglas sociales propias del concierto, escuchar en su casa a los mejores intérpretes y agrupaciones del mundo y acceder a un repertorio musical prácticamente ilimitado: Desde el monumental Anillo del nibelungo wagneriano registrado por Georg Solti frente a la Filarmónica de Viena entre 1958 y 1965, hasta la ampliación -hacia el pasado- de nuevos repertorios gracias a la eclosión del movimiento historicista (ver Unidad 10) a partir de los años 70, fenómeno que difícilmente habría prosperado sin la ayuda del disco. La alianza entre el disco y la música clásica generará un star system a escala planetaria en el que brillarán directores comoHerbert von Karajan, Leonard Bernstein o el propio Georg Solti, o voces como Maria Callas oLuciano Pavarotti, y que se extenderá hasta final de siglo en la etapa del CD. No en vano, la primera grabación digital comercial será un Concierto de Año Nuevo de Viena -el de 1979-. En esta misma línea, las dimensiones del CD se establecerán de modo que tuviera capacidad suficiente para almacenar una interpretación estándar de la Sinfonía nº9 de Beethoven.
El nuevo estatus alcanzado por la música clásica como patrimonio cultural -no solo de sus benefactores, sino de la sociedad en su conjunto-, y la ampliación de los repertorios musicales hacia el pasado -desde la Edad Media hasta la música del Romanticismo interpretada según criterios históricos- serán los signos visibles de un proceso de museificación de la música clásica sintomático de un final de ciclo -el de la música basada en la notación, ver Introducción– y que tendrá como efecto colateral el desplazamiento de los intereses musicales del gran público hacia la música del pasado -remoto o cercano- en perjuicio de sus manifestaciones más recientes.
El LP inducirá una nueva manera de escuchar la música clásica: una escucha privada que permitirá al aficionado sustraerse de las reglas sociales propias del concierto, escuchar en su casa a los mejores intérpretes y agrupaciones del mundo y acceder a un repertorio musical prácticamente ilimitado: Desde el monumental Anillo del nibelungo wagneriano registrado por Georg Solti frente a la Filarmónica de Viena entre 1958 y 1965, hasta la ampliación -hacia el pasado- de nuevos repertorios gracias a la eclosión del movimiento historicista (ver Unidad 10) a partir de los años 70, fenómeno que difícilmente habría prosperado sin la ayuda del disco. La alianza entre el disco y la música clásica generará un star system a escala planetaria en el que brillarán directores comoHerbert von Karajan, Leonard Bernstein o el propio Georg Solti, o voces como Maria Callas oLuciano Pavarotti, y que se extenderá hasta final de siglo en la etapa del CD. No en vano, la primera grabación digital comercial será un Concierto de Año Nuevo de Viena -el de 1979-. En esta misma línea, las dimensiones del CD se establecerán de modo que tuviera capacidad suficiente para almacenar una interpretación estándar de la Sinfonía nº9 de Beethoven.
El nuevo estatus alcanzado por la música clásica como patrimonio cultural -no solo de sus benefactores, sino de la sociedad en su conjunto-, y la ampliación de los repertorios musicales hacia el pasado -desde la Edad Media hasta la música del Romanticismo interpretada según criterios históricos- serán los signos visibles de un proceso de museificación de la música clásica sintomático de un final de ciclo -el de la música basada en la notación, ver Introducción– y que tendrá como efecto colateral el desplazamiento de los intereses musicales del gran público hacia la música del pasado -remoto o cercano- en perjuicio de sus manifestaciones más recientes.
Tres hits del minimalismo sacro
Los países bálticos han protagonizado uno de los episodios musicales más llamativos de la segunda mitad del siglo XX: La emergencia de un conjunto de estilos -agrupados por la crítica bajo la etiqueta “minimalismo sacro“- caracterizados por una escritura sencilla, un neomodalismo por lo general muy estático, y cierto tipo de inspiración mística o religiosa. Algunos compositores inscritos en este movimiento han alcanzado una notable proyección internacional gracias al disco.
Einojuhani Rautavaara – Cantus Arcticus op.61– 1er mov. El pantano [1972]. Este prolífico compositor finlandés, autor entre otras obras de ocho sinfonías y nueve óperas, ha recibido numerosas nominaciones a los premios Grammy, así como una atención discográfica poco común en el ámbito de la música clásica contemporánea. Cantus Arcticus, para orquesta y cinta magnetofónica, es una de sus obras más célebres. El movimiento inicial de este “concierto para pájaros y orquesta” retrata -en un estilo reminiscente del Impresionismo “nórdico” deJean Sibelius– los sonidos de un pantano ártico con una economía que se adaptaría plenamente a un medio audiovisual. Por ejemplo, un documental.
Henryk Górecki – Sinfonía nº3 “De las canciones tristes” – II. Lento e largo. Tranquillissimo [1977]. Inscrito en las corrientes postseriales durante la década de 1960, este compositor polaco se alejó progresivamente de la vanguardia musical durante los años 70 para cultivar una línea estilística que fue muy bien recibida en Polonia. Estrenada en el Festival de Música Contemporánea de Royan de 1977 -y presuntamente abucheada por Pierre Boulezcomo “mierda”-, esta sinfonía saltó a la fama repentinamente en 1992, situándose en el puesto nº6 de los discos más vendidos en el Reino Unido y ocupando durante meses en el primer puesto de las ventas de música clásica en este país y en los EE UU. Este segundo movimiento pone música a un mensaje escrito por una joven de 18 años en una celda de laGestapo.
Arvo Pärt – Fratres (versión para violín y piano) [1977/1982]. Fratres se ha convertido ya en un icono sonoro de nuestro tiempo. La obra -que ha sido transcrita para muy diversas formaciones instrumentales- ejemplifica una forma de neomodalismo que al autor ha denominado estilo “tintinnabular“, y que está basado en el canto llano y en formas de polifonía primitivas. Como puedes ver en este vídeo, la obra consiste en la repetición -ocho veces en total- de una sencilla melodía en La frigio mayor compuesta por seis frases irregulares, que va pasando -en transposiciones de terceras diatónicas descendentes- desde la voz superior hasta el bajo.