Vía: www.gramilano.com/ Por: Graham Spicer | The perfect Bohème at La Scala… magisterial, stunning!
Traducción: Luis Contreras (Licenciado en Idiomas Modernos, Profesor de la ULA) | Fotografías Prensa Teatro alla Scala
La presencia de La bohème en La Scala se ha mantenido constante en el programa del teatro por más de medio siglo y ahora se acerca hacía su 240° presentación. La producción de 1963 de Franco Zeffirelli es impresionante en su realismo cinematográfico y tono sepia. El uso de las multitudes es magistral, la comedia perfectamente matizada y la tragedia desgarra el corazón. Esto es todo lo que podrías querer que fuese una Bohème: una mezcla de excelentes cantantes, un conductor fascinante, un coro y orquesta creando una potente combinación.
Déjenme decirles: asistir a una ópera en La Scala a mediados de agosto es una experiencia surreal. Llegar de la costa de Liguria hasta mi casa en Milán fue como regresar a Chernóbil. ¡Todos los bares y tiendas cerrados, aceras desiertas, y espacios para estacionarse! ¡Nunca hay espacios para estacionarse! Milán se va de vacaciones en agosto y básicamente cierra todo a excepción del centro e incluso, cerca de la catedral de Milán, algunos bares están cerrados por un par de semanas. Extraordinariamente, La Scala está abierta por la expo 2015 y en las afueras del teatro había una emocionada multitud conformada por hombres de corbata blanca: La orquesta caminando desde su hotel hasta el teatro. Incluso la propia orquesta de La Scala está de vacaciones ya que los músicos fueron traídos desde Venezuela: la Orquesta y el Coro Simón Bolívar con su dinámico director musical Gustavo Dudamel. Todavía más extraño fue caminar hacia el auditorio, dejando el calor del verano y ver las cortinas levantarse sobre fuentes heladas, nieve cayendo y poetas temblando. Sentada enfrente de mí estaba una turista con ropa muy ligera temblando – probablemente no era un poeta y no se había percatado del aire acondicionado – pero que no tenía nada que ver con la ópera de Puccini.
En el teatro se sentía el entusiasmo, algo raro en La Scala pues siempre hay una gran presencia de personas hastiadas con pases de temporada quienes han visto todo anteriormente y están predispuestos que lo que están a punto de ver en el escenario no estará a la altura de sus expectativas. Pero todos ellos estaban también de vacaciones y la atmósfera era fresca y frizzante. Lo que pasó en el escenario sí llenó mis expectativas (y, poniendo las cosas en contexto, he visto esta producción con la maravillosa Mirella Freni, la Mimí original de Zeffirelli). María Agresta es una cantante con una técnica firme y un elegante fraseo que, a pesar de no tener la fuerte voz de la experimentada Freni, fue una Mimí muy cautivante. Rodolfo fue interpretado por el fascinante Vittorio Grigolo, cuyo entusiasmo es contagioso y apropiado a su vital interpretación. Vocalmente, su poderoso alto es impresionante (algo que algunas veces exagera) pero sus piani son conmovedores y aún más efectivos. Él es un intérprete a quien le tengo mucho cariño, con una transparencia de niño la cual evoca a Cecilia Bartoli – ambos durante la interpretación y la llamada a escena – la cual estoy seguro que puede irritar a algunos, pero, como sabemos, la indiferencia es una reacción más grave. Su último llanto de Mimí fue impulsado por la avasalladora ira de un actor. Ni un solo ojo seco…
Los demás papeles fueron interpretados magníficamente por una gran compañía de actores, quieres resultaron ser también excelentes cantantes, incluyendo a un físicamente ágil y vocalmente extraordinario Schaunard interpretado por Mattia Olivieri, quien poseía una pícara y encantadora presencia en el escenario; un sombrío y firme Carlo Colombara como Colline, y Massimo Cavalleti como Marcello. Musseta fue interpretada por una cantante quien tenía el nombre más glorioso en toda la ópera: ¡Angel Blue! Ella sobrepasó a todos sus colegas en el escenario – vaya que es alta – y tiene una aterciopelada coloratura la cual es muy segura, además de unos ojos y una sonrisa que brillan como diamantes. El sonido del foso fue audaz y lujoso bajo la frenética batuta de Dudamel.
Si se encuentran en Milán por la Expo, o cerca de Milán por cualquier razón, los invito a asistir. No lo olvidarán.