Cuando supe de Linda y vi una fotografía, quede obsesionado; su mirada parecía una casa nueva, donde se podría amoblar al gusto, darle cualquier tonalidad; convertir su expresión en un castillo o en una churuata sobre el Lago de Maracaibo era algo al menos dentro de mi imaginación algo factible.
Acto seguido, apareció su disco en mi ciudad, justo el día en que se compraban los últimos regalos de Navidad, no sé si llamarlo casualidad o destino, lo cierto es que su producción termino en mis manos.
Quería apreciar su música de una manera correcta, quería que lo que tuviera que decir sobre su arte fuera una pieza hilvanada de palabras y sentimientos magnos, pero al final no era lo que salía de mi mente. Así que puse manos a las obra para juntarme con alguien que sí sabría qué decir. Puse unos audífonos y el iPod en el morral y me fui al trabajo donde teníamos una máquina del tiempo; estimados lectores, pueden guardarme el secreto o si quieren lo dicen, seguramente nadie les va a creer.
Puse como destino la ciudad de Paris y coloque un día en particular en el mes de mayo del año de 1949, en un dos por tres estaba en medio del Festival Internacional de Jazz de ese país.
Encontré al hombre que buscaba, quien se haría famoso por su música, por el uso de la sordina de acero Harmon, nada más y nada menos que Miles Dewey Davis III.
Me las arreglé para hablar con él en un café de la zona, no se sorprendió para nada; al parecer otros compañeros de la oficina ya habían hablado previamente de otros temas, así que el asunto de que viniera del futuro era algo que no lo sacaba de su zona de confort. Escuchó cada tema y luego me dijo que conectara cada tema con mis propias pasiones y que en esa lectura, encontraría la respuesta que tanto buscaba. Se levantó, estrechó mi mano y se fue.
Regresé a casa y volví a escuchar el disco, en mi cabeza resonaban algunas frases de la conversación de Miles, las cuales de alguna manera se amoldaban a cada pieza de la producción discográfica de Linda, también a mis ideas y esos anteproyectos de sentimientos que comenzaban a surgir en mí.
La primera pista “Oportunidad” es como cuando una presa se rompe y se desborda el contenido; pues sentí que todo el lugar se inundó de sus notas, recordé lo que me comentó el pana Miles quien señaló que cuando cree en sí mismo, ni el cielo es su límite. Linda impregnaba en esta pista mucha seguridad y supe desde ese momento que este paso es uno de los primeros y que ella está destinada a cambiar aunque sea un ápice la historia de la música.
La travesía musical continuó con “Vestido Azul”, la voz de Linda servía de transporte y la imaginé en una esquina al frente del tiempo, porque su música carecía estado cronológico fijo, porque con sus notas cualquier persona se puede proyectar hacia donde se quiera.
“Decidiste Bien” es una ventana a la soledad, a esos momentos en que uno toma un rumbo, alejándose de otra persona; para bien o para mal, siempre hay alguien que gana y otra perder. Una canción que retrata sentimientos comunes, tristezas globales y a pesar de eso, un llamado para seguir adelante.
“Si te vas” me muestra la dimensión previa a la partida, donde cada quien quiere detener los minutos y no ver a la persona amada partir; querer verla llegar y nunca irse. “I’ll Never Give Up On You” es una canción para hacer de ella lo que quieras, el fondo para hacer el amor; para enamorarse, para no rendirse, para viajar, para ser y no ser.
“Pegada a Ti” muestra lo que me comentó Miles Davis, tanto en la vida como en la música hay que tener estilo. Me di cuenta que Linda Briceño lo tenía de sobra y que en esta canción se vestía en él.
“Sueño Latino” resuena en lo más profundo de cada ser, la buena música nos toma por asalto, nos envuelve y nos hace vibrar. “Tu llegaste a mi” suena como a banda sonora de la película “Great Expectations”, pero la versión de Alfonso Cuarón.
“Águilas” es alegría, es ritmo, es amor mayor; en ella todo fluye, se deja colar y se apodera de la dimensión sonora de quien tiene el honor de contactarla. Aunque yo soy agnóstico, esta pieza netamente espiritual, es bastante buena y se deja querer.
Al final de la producción tenemos tres versiones “Tonada El Tormento” de nuestro gran Simón Díaz; “Vengo de la Tierra” del maestro Aquiles Báez y “Bésame Mucho” de Consuelo Velásquez.
Tremendo punto y aparte para el final de un disco; nos invita a continuar en el sendero de Linda, que apenas inicia y nos inunda de buen jazz y de una puerta de escape a nuestras penurias.
En este disco Linda Briceño nos ofrece su propia máquina con la cual ir a cualquier parte de su vida, por eso la producción se llama “Tiempo”; en sus canciones nos muestra su tierna inocencia de los primeros años de su existencia hasta las profundas cavilaciones de su presente; nos deja un sonido a futuro en cada nota que nos deja.
Miles me dijo en Paris “Mi futuro comienza cuando me levanto cada mañana… Cada día busco algo creativo para hacer con mi vida”; me acuerdo en esa frase a Linda Briceño, porque ella con su arte persigue nacimientos, construye rutas y nunca se queda quieta a la hora de emular al ave fénix, ella y su música renace a cada momento.