Claudio Naranjo: No se educa para la sabiduría ni para la comprensión, se educa para pasar pruebas, para pasar test. Esa es la terrible pérdida de vida y de tiempo y el robo que le hacen a la gente en sus vidas. No se ve el aspecto perverso de una educación que quiere servir al sistema económico, al sistema de los negocios. Yo tuve la suerte de pasar por la escuela de medicina sin pagar nunca un peso. El hecho de que hoy no se valore la educación como se valoraba antes se refleja no solo en que se use como objeto comercial sino que ni siquiera se puede importar libros al país sin esa exención que tenían los libros cuando yo era joven. Es una vergüenza que Chile haya roto con esa tradición de no pagar impuestos a los libros. Hubo un terremoto en la cultura chilena antigua y no se ha recuperado de ese terremoto. Chile no se ha recuperado del apagón intelectual, el apagón intelectual sigue.
Cómo te imaginarías ese cambio en la educación si uno pudiera aplicarlo ahora, así como un sueño, esa malla curricular ideal.
Empezaría por citar lo que ha dictaminado la Unesco, que muy sabiamente ha dicho: educar debe ser para hacer, aprender a aprender, aprender a convivir y aprender a hacer. Si hiciéramos eso estaríamos muy bien. Hay muchas escuelas que dicen que lo están haciendo, pero confunden ridículamente la retórica con la realidad. En España por ejemplo, que es donde yo paso más tiempo, se está hablando en los últimos 10 años de la importancia de la educación emocional. Aprender a convivir es aprender a gestionar las emociones, a tener cultura emocional y crecimiento emocional y un desarrollo de los distintos matices en la vida amorosa, pero la palabra amor sigue siendo un tabú en el mundo burocrático.
Todos aspiran al amor y está lleno de libros, de revistas, de películas, de telenovelas, pero no entra en el mundo académico, en el mundo del trabajo, es como que tenemos que estar divididos, como que uno ama en la casa un ratito y el resto del tiempo no ama.
Personalmente creo haberlo aprendido a través de muchos años de búsqueda y creo que lo que ha impedido que se haga realidad es que los que saben algo de eso son los terapeutas, no los educadores. Los educadores se han mantenido en la ignorancia de la vida emocional porque hay una división competitiva entre las esferas del trabajo. Los chamanes al mismo tiempo eran terapeutas y educadores y sacerdotes y esas cosas eran una sola. Deberíamos volver a una educación de las tradiciones espirituales que realmente saben hacer crecer a la gente, que se vuelvan a encontrar en la educación lo emocional lo intelectual e incluso lo animal.
Hablaste de los cambios y estos cambios parece que no van a venir nunca de los gobiernos o de la política sino que van a venir de la gente. Pero la gente sale a protestar, quiere los cambios, pero a la vez es como que no supieran dónde encontrarlos, no saben lo que desean.
Es que no saben dónde encontrar a la gente que los sepa implementar. Pero si aparece alguien que los sepa implementar, como yo que he formado mucha gente, se preguntan por qué este y no aquellos otros. Si yo le dijera a un gobierno por qué no me encargan la transformación de la educación –algo para lo que tengo credenciales- sería más difícil de lo que le fue a Freud. Freud estuvo en un mundo menos burocratizado y sus ideas se abrieron paso con el tiempo aunque eran todas intuiciones, eran intuiciones clínicas, no estaban basadas en los estudios experimentales que se pide hoy, con estudios experimentales se puede probar una cosa y la contraria como los abogados que tienen la mitad de la biblioteca al servicio o en contra del individuo que se trate.
Creo que hay poderes fácticos, intereses comerciales demasiado fuertes detrás de todo como para que suceda algo como lo que dices…
La educación está como si hubiera sido diseñada para quitar, para robarle la conciencia a la gente, para tenerlos tan ocupados en cosas estúpidas que no hay posibilidades de desarrollo humano, de desarrollo de la libertad, de la espontaneidad, de la creatividad, desarrollo de cosas que son fundamentales para entenderse a sí mismo y para así cambiar.
Aquí a mí me obligaron a darle a mi hijo ritalín o si no lo echaban del colegio y me dieron melerin cuando yo era niña por muchos años.
Los educadores no reconocen que los trastornos de la atención son una respuesta sana a una educación insana. La educación es la patológica, patologizante, y los trastornos de la atención son simplemente el resultado de que se les está queriendo dar arena de comer a los niños y es normal que no quieran atender a esas banalidades.
Breve extracto de una entrevista con Claudio Naranjo