El músico barcelonés, pionero en el desarrollo polifónico de la guitarra, ofrece en el Ateneo un recital a beneficio de Bienvenidos Refugiados
Vía: www.larioja.com | Por J. SAINZ | LOGROÑO
¿Qué dice con su música sobre la acogida a refugiados?
El mensaje implícito de la música siempre es de generosidad. Los músicos creamos un lenguaje universal que expresa esos valores por encima de todas las fronteras y limitaciones.
También como compositor atraviesa fronteras. Explique sus aportaciones a quienes no estamos familiarizados con la polifonía.
De hecho lo haré antes del recital porque soy consciente de esta peculiaridad. El estilo y la estética que cultivo vienen dados por el análisis que hice del repertorio guitarrístico ya en mi época de estudiante. Y es que adolece de uno de los movimientos más importantes de la historia de la música, que es el Romanticismo.
¿Qué supuso eso?
Pues que durante el siglo XIX la guitarra apenas tuvo compositores que incorporaran los avances de aquella época. Eso ha limitado tanto el repertorio guitarrístico como los aspectos interpretativos que sí tuvieron instrumentos como el piano o los instrumentos de orquesta.
La guitarra ha sido un instrumento muy popular, pero ha estado relegada de la música culta.
Sí que estaba incorporada al gran movimiento musical, pero tiene una evolución un tanta accidentada. El movimiento prerromántico o clásico sí que es rico en aportaciones para guitarra. Por ejemplo, Fernando Sor o Dionisio Aguado fueron excelentes representantes del clasicismo para guitarra.
¿Y qué pasó?
Que sus sucesores siguieron sujetos a sus fórmulas y no supieron adaptarlas a lo que exigía la evolución del lenguaje musical hacia el Romanticismo. Así que la guitarra quedó relegada de los auditorios y de este movimiento tan importante. Giulio Regondi o Kaspar Mertz podrían ser considerados sus representantes, pero quedan muy por detrás del gran lenguaje romántico de Schubert, Brahms, Schumann, Liszt… La guitarra quedó muy lejos de estas aportaciones.
¿Quién la recuperó?
A partir de Tárrega, que era un compositor inspiradísimo, pero de formas menores y obras de salón, lo mismo que Agustín Barrios. Pero aún considerando la importancia de las aportaciones de estos cuatro, de Regondi, Mertz, Tárrega y Barrios, hay muchos elementos estéticos propios del Romanticismo que quedaron sin abordar
Y eso es lo que usted ha tratado de subsanar con sus composiciones.
Mi análisis de juventud se basaba en la idea de que la guitarra no participó del Romanticismo porque no disponía en su paleta modulatoria de las 24 tonalidades. El lenguaje de Sor, el más avanzado y atrevido, cultiva catorce como máximo. Como el lenguaje romántico exige gran libertad modulatoria, la guitarra no puede participar de muchos aspectos. Y en ese sentido es en el que he dirigido parte de mi trabajo de composición sobre el Romanticismo, aunque no el único. En el Ateneo voy a interpretar seis de las 24 ‘Fantasías románticas’ que escribí en 1953 en todas las tonalidades mayores y menores, que fue la primera obra de estas características en la historia de la guitarra.
¿Tiene límites la guitarra?
La guitarra tiene límites, como todos lo instrumentos, pero todavía no los hemos encontrado [risas]. Es un instrumento sorprendente. Sin llegar a ser un piano, porque no tiene sus características polifónicas, hay obras en las que lo parece. Es lo que le concede un aura de magia a su sonido: un instrumento tan popular y entrañable, que, por otro lado, con un técnica muy compleja, puede llegar a parecer un cuarteto de cuerda.
¿Somos duros de oído o de cabeza?
Hace falta escuchar. La música es capaz de incidir en nuestra sensibilidad como ningún otro lenguaje.
¿Qué autor le habría gustado que compusiera para guitarra?
A lo largo del siglo XX ha habido una gran riqueza de aportaciones: Villa-Lobos, Granados, Albéniz, Turina… que también voy a interpretar hoy. La guitarra ha pasado de ser un instrumento español y mediterráneo a ser absolutamente universal.