El Domingo 21 de octubre, el público asistió masivamente a disfrutar del tan esperado concierto en la Sala Simón Bolívar, del Centro de Acción Social. Largas colas con entradas en la mano incrementaban la expectativa del público por presenciar los armónicos, tempestuosos y delirantes interpretaciones del tan anunciado programa.
El concierto rebosó todas las expectativas, iniciando con un apropiado cambio en el orden del programa, que presentaba como entrada al Ensamble de Percusión de los Llanos. Los asistentes recibieron cálidamente la presentación de los muy jóvenes músicos, quienes con humor y con destreza para el entretenimiento dibujaron una sonrisa en todos los rostros presentes. Finalizaron con los primeros aplausos de la velada matutina.
Continuó con la entrada del director venezolano Manuel López-Gómez, ofreciendo una estupenda interpretación junto a la Orquesta Sinfónica “Simón Bolívar” de Venezuela, de “La isla de la Muerte Op.29” de Rachmaninoff. Un poema sinfónico que logró sumergirnos en el vaivén de las olas donde la barca Caronte navega. Se podía escuchar el movimiento del agua y del remo, para finalizar en una metáfora que evoca el silencio.
El momento tan esperado, había llegado. Se abre una puerta por la que atraviesa Edicson Ruíz. Lo hemos visto muchas veces en presentaciones junto a talentosos músicos en el país, pero hay que recordar constantemente que es una figura internacional, un hito en la Filarmónica de Berlín, siendo el latinoamericano más joven en sumarse a sus filas, fruto del talento desbordante de su destreza e intelecto. Su presencia es para llevar a cabo el estreno mundial en su segunda versión del Concierto para contrabajo y orquesta de Rolf Martinsson. Éste concierto se repetirá en abril de 2013 junto a la Orquesta Sinfónica de Gotemburgo, Suecia, en la Sala de Conciertos de Gotemburgo. El público atento en silencio absoluto, se deleitó con esta pieza contemporánea y curiosamente, mientras Ruíz interpretaba las partes de solista, todos los músicos de la orquesta se inclinaban delicadamente hacia adelante, en señal de atención a lo que estaba sucediendo. Una delicia para nuestros oídos, ser parte de momentos efímeros como éstos. Nuevamente de pie, las palmas resonaban a rabiar. Había felicidad en el aire.
Tristemente nuestra cita estaba por finalizar con la Sinfonía No. 4 en fa menor de Tchaikovsky, estructurada en cuatro movimientos. En esta pieza, el corno, el oboe y el fagot tienen un papel protagónico junto con el director, que nos inflingía el equivalente al sonido de los relámpagos. Continúa la reminiscencia de las frases de duelo que acompañaron al movimiento de apertura, para concluir en la canción del folklor ruso que incorpora el compositor “En el campo había un árbol de abedul”, cerrando con sonidos fuertes de relámpagos y el estupor de los platillos. Manuel López-Gómez, narró a través de la orquesta y sus solistas una historia, de manera tan clara, que los presentes entendimos por completo el significado de cada una de las emociones que se evocaron. De este modo completamos un estupendo Domingo sinfónico de la mano de “El Sistema”.