Vía: www.lanacion.com.ar/Por Jorge Aráoz Badí | Para LA NACION
Todos los que tienen que ver con la música saben que el gran invento del venezolano José Antonio Abreu, puesto a andar en 1975, arrasó con supuestas imposibilidades e incorporó una generación de pequeños intérpretes orquestales que ocuparon sitios reservados a veteranos.
No reemplazó a nadie, solo sumó un tropel de aspirantes (hoy más de 200 activos) que mostraron ser capaces de ponerla en práctica con la autoridad de sus abuelos. Así, cuando Gustavo Dudamel dirige su orquesta, suena un nuevo sonido que no existía antes del Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles. El síndrome produjo descendencia y los argentinos se incorporaron eficientemente a la reveladora realidad. El tenaz movilizador y director Mario Benzecry, especie de réplica argentina de Abreu, que lidera desde 1994 la Orquesta Sinfónica Juvenil Nacional José de San Martín, ya logró ubicar a su orquesta como una de las cuatro estables del país y la de actividad más frecuente del panorama nacional.