El batería, compositor y productor, referencia clave de la música contemporánea y aliado de David Bowie en ‘Blackstar’, ofreció ayer un concierto con su cuarteto de jazz en el Picasso
Vía: www.malagahoy.es | Por PABLO BUJALANCE MÁLAGA
Su participación en Blackstar, el último álbum de David Bowie, publicado dos días antes de su muerte, ha realzado últimamente la trayectoria y la influencia de Mark Guiliana (Nueva Jersey, 1980). Pero el músico, considerado uno de los mejores baterías de su generación, atesora ya a pesar de su juventud una década larga de éxitos, en la que ha transitado por los senderos propios de la música electrónica (bajo el credo de la beat music, nombre con el que bautizó su propio sello discográfico) y, desde hace un par de años, por el jazz acústico alumbrado desde su cuarteto, el Mark Guiliana Jazz Quartet, que completan Jason Rigby (saxo), Fabian Almazan (piano) y Chris Morrisey (contrabajo). Con esta formación ofreció ayer un concierto histórico en el Auditorio del Museo Picasso, dentro del ciclo de jazz de la pinacoteca.
-¿Qué le hizo pensar que era buena idea formar su propio cuarteto, dentro del canon del jazz?
-En realidad llevo ya diez años dirigiendo mis propias bandas, desde que hice mi primer disco, Locked in a Basement (2006), con mi primer grupo, Heernt. A partir de entonces me centré en proyectos relacionados con la beat music, haciendo mis propias composiciones con una inspiración esencialmente electrónica. En aquellos años incluía algunas referencias del jazz, pero sin una intención plenamente jazzística. Después de un tiempo me apeteció, sin embargo, darle un giro al asunto porque mis principales influencias proceden de un sonido más acústico, y pensé que era un buen momento para meterme en ese mundo. Así que hace pocos años escribí algunos temas con estos tipos [los otros tres músicos del cuarteto] en mente y así lanzamos el año pasado nuestro primer álbum, Family First. Luego empezamos la gira, con la que seguimos aún, y cuando volvamos a Nueva York grabaremos el segundo disco.
-¿Hay alguna intención relacionada con la pureza? ¿Le dice algo este concepto?
-Hay más bien un ejercicio de desnudarse, de no ocultarse detrás de efectos ni de sintetizadores. Para este proyecto hemos pasado mucho tiempo con nuestros instrumentos y hemos establecido una relación más honda con ellos. Ya cuando me puse a componer me cercioré de que dejaba en los temas espacio suficiente para que los chicos pudieran explayarse con sus instrumentos. Esto nos permite, además, interactuar entre nosotros de una manera más libre.
-¿Es ahora usted, entonces, el músico de jazz que quería ser?
-Bueno, es cierto que le puse al cuarteto el título de jazz, pero la verdad es que no pienso en estilos ni nada de eso. Se trata de juntarte a tocar con gente y ver qué puedes hacer, cómo puedes aprovechar lo que esa gente toca contigo. Eso no cambia nunca, sea cual sea el estilo. No tengo en mi cabeza la palabra jazz cuando toco, lo que me preocupa es el sonido. La diferencia clave para mí es la que distingue entre tocar con instrumentos acústicos y hacerlo con eléctricos. Es verdad que cuando tocas con una formación acústica es más sencillo relacionar lo que haces con el jazz, como que encaja mejor en la etiqueta. Pero para mí se trata de explorar nuevos mundos.
-¿Voy muy desencaminado si le digo que su música más acústica me recuerda a Bela Bartók? ¿Admite alguna influencia?
-No de manera directa. Pero es muy posible que un músico como Bartók haya dejado huella en mí en algún momento, aunque no de una manera, digamos, particular. Pero es una observación muy interesante la que haces con Bartók.
-¿Piensa en la batería, o como un batería, cuando compone?
-En este contexto, con el cuarteto de jazz, casi nunca pienso en la batería cuando me siento a componer. Trabajo con el piano, buscando melodías y acordes que conecten con lo que quiero. Cuando trabajamos con la beat music el proceso es muy distinto, trabajamos con bases electrónicas de bajo y percusión, desarrollamos el beat y a partir de ahí vamos añadiendo elementos encima. El trabajo de composición es diferente en cada caso.
-¿Es una cuestión de límites? ¿Se ve desechando de manera consciente cuando toca con su cuarteto todo lo que tenga que ver con el drum n’ bass o el jungle?
-El límite lo pone el instrumento. Yo mismo, por ejemplo, toco con el cuarteto una batería con una disposición bebop clásica, afinada a imitación de mis baterías preferidos, como Roy Haynes. Llevo sólo dos timbales, nada más, ningún añadido extraordinario. Ése es el límite. Lo mismo pasa con el bajista, Chris. En nuestros proyectos de beat music él toca conmigo el bajo eléctrico, con sus pedales y sus teclados, pero aquí únicamente toca el contrabajo. De manera que, insisto, los límites los ponen los instrumentos. Pero donde nunca hay límites es en las ideas. Si tengo una idea que me parece buena, siempre pondré en marcha todo lo posible por expresarla a través del sonido. Eso sí, he podido comprobar que estableciendo algunos límites encuentras más libertad. Tiene sentido: si trabajas sin una dirección concreta, abierto a todo, hay demasiadas cosas que hacer. Centrarte en un instrumento te facilita las cosas para ser más libre.
-Con respecto al Blackstar de David Bowie, leí unas declaraciones del productor, Tony Visconti, en las que explicaba que habían optado por contar con músicos de jazz para obtener un sonido “más oscuro”. ¿Cree usted aún que fue una buena idea?
-Claro, por eso toqué en el disco.
-Supongo.
-De nuevo se trata de una cuestión que va más allá de los estilos. Blackstar no es un disco de jazz, pero sí contiene una exploración por el sonido que, en determinados momentos, se acerca bastante al jazz. Tony dijo algo así como “en vez de poner a músicos de rock a tocar jazz, vamos a poner a músicos de jazz a tocar rock y así llegaremos a algún sitio distinto”. De cualquier forma, tanto Tony como Bowie estuvieron siempre muy abiertos a las aportaciones de cada uno. Más aún, nos estimulaban siempre para que manifestáramos nuestra visión personal de las cosas. Bowie nos había visto tocar alguna vez y le habíamos gustado mucho. Incluso en cierta ocasión me sugirió que llegaríamos a trabajar juntos. Me dijo: “Sé que serás capaz, Mark”.
-¿Cómo fue el clima en el estudio, dada la enfermedad de Bowie: nublado o soleado?
-Fue una experiencia muy hermosa. Todo se iba resolviendo de manera relajada. Intentábamos hacer un buen disco, lo que por otra parte es algo muy normal. Pero lo cierto es que el hecho de que se tratara de David Bowie no lo hacía menos normal. Simplemente tocábamos lo mejor que sabíamos. La temperatura era la que Tony y él creaban, siempre plácida y agradable. Todo era muy abierto, si alguien tenía una idea siempre escuchaban. Lo pasamos en grande.
-¿Le interesan las conexiones entre el jazz y el rock? Que conste que pienso en Bill Bruford.
-Sí, desde luego. Más aún, justamente eso es lo que hacemos todo el rato. Para mí no hay ninguna diferencia entre tocar jazz y tocar rock. Si pienso en mis músicos favoritos, se trata de gente que en cada momento ha trabajado para hacer la mejor música posible, ya fuera jazz, rock o cualquier otra. Los músicos que prefiero no se preocupan por reglas ni por lo que deben hacer o no. Simplemente, lo hacen. A veces improvisan, otras veces no lo hacen en absoluto.
-¿Le gusta el flamenco?
-Me encanta. De hecho me gusta mucho estar aquí, donde nació el flamenco. A Paco de Lucía no pude conocerlo personalmente, pero sí a algunos músicos que tocaron con él, como Jorge Pardo, Carles Benavent y Rubem Dantas, con quien pasé mucho tiempo intentando aprender a tocar el cajón.