Escrito por Fátima Fernández | Músicos de Alto Rendimiento | Cortesía Jesús Alcívar
La profesión del músico desde el punto de vista ocupacional puede definirse como una actividad con altos niveles de precisión, agilidad, coordinación, repetitividad con necesidades musculares y posturales particulares. De estos aspectos es importante destacar que el uso de la motricidad, que se refiere a la destreza para desarrollar patrones de movimientos específicos y complejos, es un factor dependiente de ambos. La mayoría de los instrumentistas requieren del uso de la motricidad fina especialmente relacionada con la digitación, movimientos de los dedos, agarre del instrumento y la sensibilidad para ejecutarlo en cuanto a la precisión, fuerza, velocidad adecuados todo esto por supuesto de acuerdo a la técnica y las habilidades individuales de cada ejecutante.
Identificar qué tipo de procesos peligrosos son frecuentes en los músicos inicia en el reconocimiento de la actividad realizada por el ejecutante de un instrumento como una amplia destreza y conocimiento, adquirido a lo largo de una larga carrera musical, lo que le da un alto nivel de complejidad neuromuscular a la práctica instrumental, es por esto que en la actualidad (según J. Rosset, 2000) “Está documentado que la constante demanda de perfección, los largos periodos de intensa práctica en posturas incómodas, la importante competencia, la inseguridad laboral y los niveles de angustia son condicionantes que ponen a los músicos en una clara situación de riesgo para el desarrollo de problemas médicos”.
El músico no solo trabaja en horas de conciertos, sino que a este trabajo se añaden los ensayos y practicas individuales en las cuales se realizan la repetición de las piezas que generan cierta cantidad de movimientos, esto hasta que el interprete o su director estén satisfechos con el trabajo, influyendo también la dificultad del repertorio a tocar (A. Pellaniz, A. Pascual y F. De Mier, 2008), es entonces la hipermovilidad y la postura forzada elementos habituales dentro de la jornada laboral de un músico, unido a esto se presentan otras situaciones como la aplicación incorrecta de las técnicas, estancias prolongadas de pie o sentado en sillas no adecuadas, el trabajo nocturno, estrés y sobre carga, tomando en cuenta que la preparación para el ejercicio de esta profesión empieza desde la niñez. Que definitivamente pueden convertirse en lesiones de origen músculo esqueléticos así como problemas posturales influenciando negativamente el rendimiento musical.
La pérdida de la audición es otro factor de riesgo asociado a la profesión musical, según la norma técnica de seguridad en el trabajo el máximo permisible de exposición al ruido en una jornada laboral es de 80dB, aunque la música no es catalogada como ruido propiamente, si es sonido combinado por elementos a los que el ejecutante esta expuesto tanto al que produce individualmente con su instrumento como al que se genera a su alrededor. Según (J, Chong 2000) “La duración media de exposición suele ser de unas 40 horas por semana, aunque en ocasiones los músicos pueden llegar a tocar hasta 60 y 80 horas semanales”.
En un estudio realizado por (Chasin y Chong 1992). “En un pasaje tranquilo de una composición orquestal, los niveles de exposición pueden alcanzar 100 dB, con picos de valores de 126 dB medidos a la altura del hombro de un músico situado en el centro de la orquesta y para el director que se encuentra frente a la orquesta es de 110 dB”, partiendo de la premisa de las repeticiones del trabajo como un factor de peligro en el caso de la audición el ejecutante estaría expuesto a por lo menos 50 horas semanales por encima del nivel permisible del sonido de 80dB; lo que varía de acuerdo a las características acústicas de la sala de ensayo, del escenario o foso donde se va a dar la presentación, así como de la amplificación y sonidos de los instrumentos.
La iluminación y el uso exagerado de la vista en la lectura de partituras también puede ser un proceso peligroso relacionado con la perdida de la visión o disminución de la misma y puede ser causada debido a la combinación de estos dos factores es un hecho al que diariamente los ejecutantes se enfrentan, esto no solo depende de la diferencias de los escenarios, montaje del evento o ensayo, la iluminación puede ser variable debido a la utilización de diferentes tipos de reflectores lo que hace que la visión sea irregular o que haya demasiada luz, en otro caso por ejemplo, cuando la orquesta toca en una ópera o ballet se encuentra ubicada en el foso del teatro y este espacio en ese momento es iluminado con pequeñas lámparas colocadas en los atriles donde van las partituras por lo que la visión de la misma es limitada; por lo que el músico se ve forzado a niveles de exigencia visual poco comunes en otras profesiones, a esto también se agrega el tiempo de práctica.
Un elemento al que los músicos están prácticamente acostumbrados es al estrés, presión durante la práctica La exigencia corporal y mental de un músico profesional es un factor psicosocial importante, aunque la mayoría están bien preparados para entender e interpretar su repertorio, no se escapan de padecer de estrés o miedo escénico; es un fenómeno complejo que puede amenazar no solo la estabilidad emocional en este caso del artista generando reacciones cambiantes a nivel social, personal y en el trabajo a realizar sino también en la calidad del trabajo de la ejecución instrumental debido a los efectos físicos causados por este síndrome que son temblor en manos y labios, diarrea, sudoración en las manos y palpitaciones, lo que puede traducirse en estrés y frustraciones para el interprete, esto es parte de la cotidianidad laboral que no los afecta a todos por igual pero está presente especialmente en presentaciones y conciertos.
Es entonces la música también una profesión a la que se le atribuyen riesgos y peligros asociados a enfermedades ocupacionales, directamente relacionadas con las características particulares de cada instrumentista a nivel técnico-corporal, el hecho de contrarrestar los efectos de la repetitividad, la postura y requerimientos técnicos, dependen principalmente del conocimiento de esto a través de procesos educativo- formativos, de un tratamiento terapéutico preventivo adecuado así como de alternativas que faciliten la promoción de la salud del músico desde todo punto de vista.
Finalmente como lo he dicho en artículos anteriores y en este lo reitero, el músico es un profesional que necesita tanto entrenamiento y atención terapéutica como un deportista, es el atleta de las artes, mantener su cuerpo en Pro del instrumento y relajarse para tocar es un valioso regalo para la música de ALTO RENDIMIENTO Y DE CALIDAD AL 100% …
Fátima Fernández
Terapeuta ocupacional especializada en músicos
“Entrenando Músicos de Alto Rendimiento” musicosdealtorendimiento@gmail.com
Teléfono: 04163470815