Escrito por Luis Pérez Valero[1]
La composición musical en Venezuela encuentra ritmo, lirismo y vivacidad en esta obra presentada en cuatro movimientos que evoca a la génesis de la forma de sonata o incluso al cuadro pictórico y monumental que representa la sinfonía tradicional.
El valor de la forma musical del Concierto para solista y orquesta en la Venezuela de la segunda mitad del siglo XX, aún está por ser investigado, estudiado y difundido. De la nueva generación de solistas son pocas y contadas las excepciones que abordan con esmero, dedicación y verdadera pasión una obra solista de autor venezolano que escape a los linderos del tema criollo, popular o nacionalista.
La composición de una obra como los Cantos Veloces escrito en 2011, de , es una de las excepciones dentro de esta tipificación del concierto solista. Nos enfrentamos a una obra de grandes proporciones en duración: veintiocho minutos; estamos frente a una obra pensada y presentada en cuatro movimientos que pudiese evocar, quizás, a la génesis de la forma de sonata o incluso al cuadro pictórico y monumental que representa la sinfonía tradicional de cuatro movimientos.Forma y proporción. Estilo y estileme. Signos fundamentales en la elaboración de una composición musical. El compositor conoce y usa la técnica, pero sólo el artilugio, el duende –al decir de Lorca- o ‘la sazón’ determinará el resultado final que será apreciado por el oyente.
Luis Ernesto Gómez / Concierto para Clarinete y Orquesta “Cantos Veloces” from Luis Ernesto Gómez
Cantos Veloces (2011), Concierto para clarinete y orquesta por Luis Ernesto Gómez Estreno: Concierto de Clausura del XVII Festival Latinoamericano de Música. Centro de Acción Social por la Música. Sala Simón Bolívar.
Caracas, 27 de Mayo de 2012. Solista: Carmen Borregales (clarinete), Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, Director: Joshua Dos Santos.
El compositor y sus fantasmas
Aún, siguiendo el criterio de las grandes narraciones o discursos historicistas, es muy peligroso comenzar la práctica abominable y mortuoria de catalogar por generación, por estilo o por escuela. Pero existe una nueva generación de compositores que está trabajando frente al papel y el lápiz, frente a la computadora en procesos de síntesis y creación electrónica. Es temprano para encasillar pero no debemos esperar a que mueran jóvenes o viejos para ir mostrando sus nombres, para ir presentando sus trabajos.
En Venezuela de los pocos medios que ha brindado una plataforma persistente para mostrar estos trabajos ha sido el Festival Latinoamericano de Música que, de forma ininterrumpida y con bastante trabajo, han llevado a cabo sus organizadores: Alfredo Rugeles y Diana Arismendi, ambos compositores y, por ende, comprometidos con la difusión de la creación. Han sido ellos quienes han permitido la interacción de la figura compositor-intérprete de una manera intensa como quizás (y me atrevo a la hipérbole) ningún otro festival de la contemporaneidad en Venezuela. Ya en su decimoséptima edición, el Festival sigue brindándonos, una ventana para conocer, apreciar e impulsar la creación del momento actual en Latinoamérica.
Parte de este mérito lo tiene el Festival, pues la obra Cantos Veloces se gestó en el marco de dos ediciones del Festival: en el año 2010, cuando Gómez escribe la versión para clarinete solo y en 2012, cuando finaliza la obra que hoy disertamos. Este Festival es en parte también responsable e incitador de que redactemos estas líneas. La onda expansiva de su acción ha empezado a sentirse, siendo este apenas un solo caso de los diversos ejemplos concretos que podrían estudiarse.
Si hay algo apasionante del mundo de la musicología es descubrir la génesis de las obras. Es una labor entre lo detectivesco y lo morboso: saber cuáles fueron las primeras opciones del compositor al momento de crear, cuáles las últimas, qué decisión tomó y cuáles serían los resultados de haber tomado otras decisiones. Entender el contexto sociocultural de la obra, en algunos casos -extremos a mi juicio- descifrar el tipo de papel y el nivel de plomo de la tinta con que se imprimieron las primeras ediciones o borradores del compositor. Está comprobado que esto es un arte y una neurosis cuando de compositores fallecidos se trata. A veces, dialogar con el compositor vivo no es tan “emocionante” -debería serlo-. Sin embargo, hay quienes prefieren esperar que el compositor caiga en el olvido, para luego levantar su leyenda y aprovechar, justo en ese momento, para la promulgación de ediciones críticas.
Al fin y al cabo, ¿qué sería de la obra del compositor sin la recreación del intérprete? Desde luego, hay ejecuciones de pésima calidad que destruyen la obra de arte, como también están los intérpretes magistrales que hacen de obras de calidad dudosa una obra nueva, diferente, mostrando rasgos que nunca creímos que existían y quizás no existen sino que son parte de la magia de la puesta en escena. Pero la obra de los compositores es apenas el comienzo de una compleja red de elementos donde también deben participa la mano del musicólogo y el espíritu del crítico, quienes aportan nuevos rasgos al efímero y volátil arte de la música. Un conjunto que junto al intérprete conjugan los códigos a establecer o desfragmentar en el universo sonoro occidental.
De esta nueva generación de compositores, el presente trabajo versa sobre Luis Ernesto Gómez, compositor y poeta[2], mezcla explosiva y peligrosa para las artes, quien ha realizado una sólida formación académica. Es Magíster en Música Mención Composición, egresado de la Universidad Simón Bolívar (2011); Licenciado en Computación por la Universidad de Carabobo (1999) y Licenciado en Música Mención Composición del Instituto Universitario de Estudios Musicales (2006). Su formación como compositor estuvo en las manos de Federico Ruiz y Diana Arismendi. Realizó estudios en la Cátedra Latinoamericana de Composición y en el Taller de Composición A Tempo. Tuvo la oportunidad de recibir clases también de destacadas figuras de la composición musical como los maestros Marlos Nobre, Mauricio Sotelo, Jesús Rueda, Salvatore Sciarrino, Blas Atehortúa, Juan Carlos Núñez y Roberto Sierra.
Su obra ha sido galardonada en diversos concursos de composición musical tales como el Premio Municipal de Música 2003 en la mención Obra Sinfónica Breve con la Dialéctica de lo incierto. Su Cuarteto de cuerdas nº 2 fue galardonado en 2005 en el II Salón de Jóvenes Compositores. Y en 2010 obtuvo el Primer Lugar en el I Concurso Nacional de Composición Antonio Estévez de la Orquesta Sinfónica de Venezuela, con su Concierto para orquesta, una obra monumental de cincuenta minutos de duración.
Si traigo a colación sus meritos académicos y profesionales no se debe sólo a nuestra obligación de presentarlo al lector. La trayectoria de Luis Ernesto Gómez nos ayuda a seguir un poco la estela de qué es lo que ha sucedido en la composición musical venezolana en los últimos años, qué se ha hecho y sobre todo, en dónde estamos[3].
Cantos Veloces, en torno a la partitura como obra de arte
En el año 2008 Luis Ernesto Gómez compuso Cantos Veloces en su primera versión para clarinete solo, en la cual el compositor indagó en las ideas rítmico-melódicas a lo largo del discurso. Hay un tratamiento de fragmentación de las frases, uso de grandes intervalos y cambio de timbres.
Sobre Cantos Veloces y su génesis el compositor nos habla:
“Me propuse concebir un Concierto para clarinete y orquesta basada íntegramente en la línea del clarinete, tomando como desafío no modificar la parte del solista, sino simplemente intercalar espacios para dar oportunidad que el clarinete pueda dialogar con las intervenciones de la orquesta. De esta forma, luego de estudiar la obra, el solista puede interpretarla tanto en la versión para clarinete solo como en la versión de concierto. Un mismo esfuerzo de estudio para dos posibilidades de interpretación.[4]”
Este procedimiento de composición que consiste en tomar una obra para instrumento solista y después reorganizarla o plantearla como una obra de concierto solista (o viceversa) es inusual, mas podemos observar algunas referencias. En América Latina tenemos el caso del Concierto para clarinete nº 2 opus 201 (1998) del compositor colombiano Blas Emilio Atehortúa basada en sus Tres piezas para clarinete solo (1990). En Venezuela, Alfredo Del Mónaco usó ese procedimiento en sus obras Tientos Del Véspero para guitarra sola (1991) y Tientos de la Noche Imaginada (1990) para guitarra y orquesta.
También podemos encontrar casos en que una obra anterior sirve de base para la composición de otra donde los elementos, el color y la estructura terminan configurando otra propuesta, como el caso del Concierto de cámara (2005) del compositor argentino Fabián Panisello, estructurado sobre Lúdica (2004) para acordeón y piano[5].La creación no sólo es originalidad pura – y por ello no pierde su valor, al contrario–, sino también es reutilización y transformación de materiales para darles nueva vida en otros contextos, enriqueciendo el material.
Recorrido y transfiguración en el imaginario del concierto para clarinete
Considerando lo anterior, nos detendremos en las singularidades de cada uno de los movimientos que conforman el Concierto para clarinete y orquesta Cantos Veloces de Luis Ernesto Gómez.
CANTO VIVO
Canto Vivo, primer movimiento de Cantos Veloces, es una ofrenda a lo telúrico. La orquesta, en persistentes entradas acentuadas de forma precisa con la percusión, va creando la atmósfera de lo ritual. El principal enigma es que el oyente no sabe a cuál ritual o mundo simbólico de nuestro imaginario hace referencia. La entrada del clarinete nos presenta la ambigüedad del cuerpo. Es un diálogo, eso está claro, pero es antes que nada una narración. En Canto Vivo estamos en la presencia de una narración que invoca lo más profundo del ser o de la naturaleza y que se ve marcado por la voz emblemática del clarinete. El Adagio, Es un movimiento que contiene pasajes que requieren de gran exigencia al solista. Este segmento contrastante nos presenta el aroma de un sabor inmemorial que parece sacado de otro tiempo pero, sobre todo, de la memoria de la piel.
AEREO (LEGGIERO)
Segundo movimiento. Quizás, si Canto Vivo fue un tributo a lo terrenal, en este movimiento parecía obvio dedicarlo al aire. Pero es un aire con un espectro físico diferente. La interacción entre el clarinete y orquesta es distinta. La metáfora de la narración presentada en el movimiento anterior abre paso a la fábula. Los juegos libres de la imaginación, al decir kantiano, nos presentan una música escrita para el solista en la que, además de exaltar lo lúdico, rinde un canto ceremonial a lo etéreo. El compositor sustenta la obra en constantes cambios de compás, exigiendo además que el ictus de la ejecución solista-orquesta en cada tiempo permanezca libre de acentos que suenen forzados.
ELEGÍA (CADENZA)
La Elegía es, a nuestro parecer, el ‘canto’ más puro de toda la obra. El clarinete, soberbiamente arropado con una orquestación por duplicación de las voces, es ligero en cuanto a discurso y contenido. El inicio del solo del fagot no sólo anuncia un elemento fundamental en el tejido contrapuntístico, sino que también el ataque y el color nos invitan a un mundo de ensoñación que magistralmente nos presenta el clarinete solista. La cadencia es el único fragmento solista presente en la forma concierto de Cantos Veloces del año 2011 que aparece agregada a la versión para clarinete solo del 2008. De amplio virtuosismo, la cadencia aparece en el tercer movimiento, algo inusual frente a los cánones academicistas donde aparece en el primer movimiento. Hay un resumen los de los elementos líricos del movimiento: del grave al agudo, desde la pausa hasta la agitación siempre manteniendo el aspecto lírico del movimiento. Es un movimiento corto con respecto a la proporción de los dos anteriores, con una sensación lírica y trágica, con un excelente manejo de la proporción en donde radica su belleza.
CANTO RÍTMICO
Quizás es un juego casi literario en el cual el compositor nos quiere involucrar, pero el Canto Rítmico no es sólo el manejo muy bien estructurado del ritmo en esta composición. Hay algo que nos llama la atención justo en este movimiento de cierre y se trata de que también es un canto de color. Este movimiento final tiene dos cosas en las que debemos estar atentos: 1.- el juego y contraste de los elementos rítmicos se realzan en una orquestación característica que se perfila como el estilo de orquestación de Gómez: denso y oscuro en los registros graves y medios, y un brillo muy especial en el tratamiento de los agudos. Cambios de colores. No sólo en la mezcla de los conjuntos orquestales sino en el tratamiento del clarinete donde un mismo sonido cambia de color. ¿Acaso el cielo del mediodía es distinto al cielo del ocaso?, ¿es el mismo cielo?, ¿es un devenir cielo así como en el solo del clarinete sería un devenir-clarinete o un devenir-sonido? Quizás la tecnología de punta de la actualidad nos ha diluido el concepto del devenir. Este quizás sea el mérito del último movimiento del Concierto para clarinete de Gómez, bajo la extraordinaria interpretación de Carmen Borregales, quien ha logrado mostrarnos el devenir-esencia del devenir-sonido. Hay un ejercicio de trascendentalidad que escapa al juicio crítico y a la apreciación que podemos tener a nivel musical de la forma, del diseño melódico y del conjunto de la armonía y la orquestación. Fragmentación melódica en el solista, donde destaca un bajo cuya estructura nos recuerda la sincopa latina Sin embargo, lo curioso es que el movimiento no produce un resultado sonoro de salsa o música popular, sino que mantiene el estilo cromático y coherente en todo el concierto.
En torno al estreno mundial de Cantos Veloces: algunas perspectivas
La composición musical en Venezuela encuentra ritmo, lirismo y vivacidad en esta obra presentada en cuatro movimientos que evoca a la génesis de la forma de sonata o incluso al cuadro pictórico y monumental que representa la sinfonía tradicional.
La sensación sonora y el lenguaje de este concierto nos deja un aroma de juego, incluso en algunas secciones suena a burla, a lo infantil a lo inmaterial en conjunto con el ritmo que no puede faltar en nuestro ser latino, pero sin dejar de lado la reminiscencia de lo trágico y lo dramático. Todo esto se funde en una obra donde al solista se le exige una destreza técnica e interpretativa de alto nivel en sus diálogos con la orquesta.
Los dos primeros movimientos del concierto y el último están cargados de un fuerte carácter humorístico y de pasajes llenos de vigor y energía. El tercer movimiento es una lamentación, un canto lánguido y a la vez una invitación al ensueño que desemboca en un movimiento final lleno de fuerza y vitalidad.
La interpretación de Carmen Borregales traspasa la simple recreación: rompe el umbral del compromiso profesional y se adentra en enseñarnos un mundo musical entre lo mítico, lo trascendental, lo terrenal y lo etéreo.
Carmen Borregales se perfila como una de las mejores intérpretes de la Nueva Música en Venezuela. Destaca su participación en diversos concursos internacionales para el clarinete e invitada en calidad de solista y maestra al I Festival Internacional de Clarinetistas ProClari, celebrado en Costa Rica y al II Festival Internacional de Clarinete en Guatemala. Sus estudios musicales los inició en el Conservatorio de Música de Santa Ana de Coro. Es egresada de la Universidad Metropolitana como Licenciada en Idiomas Modernos con Diplomado en Traducción (2005) y es Magíster en Música (2012) por la Universidad Simón Bolívar, bajo la tutela del Maestro Luis Rossi. Asimismo, Borregales ha incentivado a compositores de la nueva generación a escribir para el clarinete, Luis Ernesto Gómez es un ejemplo, así como también Daniel Hurtado con su Concierto para clarinete y banda sinfónica (2010) y Marlon Hernández con Suburbios para clarinete y cúpula (2009).[6]
Actualmente, Carmen Borregales es asistente de la fila de clarinetes de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y profesora de la cátedra de clarinete del Conservatorio de Música Simón Bolívar. En la memoria visual de muchos de nosotros, la recordamos en su destacada participación protagónica en Maroa, película venezolana dirigida por Solveig Hoogesteijn.
Cuando escuchamos su interpretación de los Cantos Veloces, estamos oyendo a una virtuosa de la sensualidad. En esos momentos, palabras como técnica o interpretación no son adecuadas para expresar el mundo que ella nos muestra. Como el gurú que enseña el sendero, el clarinete de Borregales ha marcado directrices, que incluyen una gran capacidad física, una actitud de entrega que estalla en un despliegue de virtuosismo contundente, aunado a un cuidado especial del resultado sonoro. Es otro mundo el que nos presenta, es un nuevo orden del cosmos a través de los sonidos.
La batuta del director Joshua Dos Santos pone el punto final en la elaboración de la propuesta recreativa de la línea estética que nos propone Gómez. Pocos son los directores que se atreven a abordar la Nueva Música (con mayúscula, porque se merece su tributo) con el ímpetu y el respeto con el cual este director hizo frente a una destacada orquesta y solista. Elementos que se conjugan para ofrecernos el juego de los sentidos, de la imaginación a través de los sonidos.
Joshua Dos Santos es uno de los directores venezolanos con mayor proyección internacional con compromisos en Sudamérica, Estados Unidos y Europa. Formado en el seno del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, debutó a los 15 años con la ópera Caballería Rusticana de Pietro Mascagni. Ha dirigido el estreno mundial de diferentes composiciones latinoamericanas en el marco del XVI Festival Latinoamericano de Música. Ya lo venimos diciendo: la luz de este festival ha abierto rutas a las nuevas generaciones que desean promover la creación en todos los sentidos.
CODA
Estos Cantos Veloces nos conducen a sonidos que son una rotunda metáfora de la velocidad, un elogio a lo vivaz de nuestra mundo, al movimiento agitado de la urbe caraqueña, a la agilidad que cada vez más se requiere para apreciar el mundo actual, incluso para ser parte de él.
De hecho, la intérprete del estreno nos expresa sobre los Cantos Veloces que: “empuja al clarinetista al extremo de sus zonas de seguridad haciendo gala de la velocidad, tal como su título lo indica, con que puede mostrar los cambios drásticos indicados entre las dinámicas, la métrica, los tipos de articulación y ataque, cambios de color en una misma nota, así como de efectos y, por sobre todo, ser expresivo.[7]”
Este es apenas uno de los ejemplos que están ocurriendo en la música actual de Venezuela, bajo el reino de lo reciente. Aún está por escribirse la historia de la composición musical académica y experimental de los últimos treinta años. Sabemos, y para nadie es un secreto, que el éxito del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela marca una nueva era en la historia de la música en Venezuela, porque no sólo se trata de una labor monumental llevada a cabo con paciencia y tesón desde sus inicios por el maestro José Antonio Abreu, sino que nos ha brindado ejecutantes y directores de primera línea que están en capacidad de abordar la obra musical de la nueva generación de compositores. Cantos Veloces es apenas el fragmento de un discurso rizomático que se desborda desde la geografía sonora venezolana, plena de creatividad.•
[1] El autor es compositor, director y musicólogo. Inició sus estudios musicales en el Núcleo Lara del Sistema Nacional de Orquestas. Licenciado en Música mención composición (IUDEM-UNEARTE, 2005). Magister en Música (Universidad Simón Bolivar, 2009). Es egresado del Máster en Música Española e Hispanoamericana de la Universidad Complutense de Madrid (2012). Actualmente realiza el Doctorado en Musicología en la Universidad de Salamanca con una tesis sobre la Sociedad Internacional para la Música Contemporánea.
[2] Es interesante destacar que dentro de la generación de Luis Ernesto Gómez, otros compositores comparten notables carreras literarias como Oswaldo Torres, quien ha publicado el libro de poemas Diario de Batalla, editorial El Perro y la Rana (2007); y Andrés Levell, quien ganó el concurso en la mención ensayo del II Premio Nacional Universitario de Literatura con su obra: Apuntes para la decapitación y otros ensayos, editorial Equinoccio (2008).
[3] Recomendamos la lectura del artículo “Luis Ernesto Gómez o del otro lado de la música”, del escritor José Carlos De Nóbrega, profesor del postgrado en Literatura de la Universidad de Carabobo, el cual brinda un especial recorrido de cuatro obras del disco de este compositor, inspirado desde una mirada eminentemente-literaria-y-melómana.-[Disponible-en:-https://www.venezuelasinfonica.com/discos/luis-ernesto-gomez-o-del-otro-lado-de-la-musica].
[4] Luis Ernesto Gómez (2011) Concierto para Clarinete y Orquesta, Cantos Veloces. Edición del autor. Trabajo no publicado.
[5] Belén Pérez Castillo (2011) “Tradición y comunicabilidad: el Concierto de cámara (2005) de Fabián Panisello”, en Musiker: cuaderno de música, nro. 18. Donostia.pp. 141-169 [Disponible en: http://www.euskomedia.org/PDFAnlt/musiker/18/18141169.pdf].
[6] Carmen Borregales (2011). Exigencias del repertorio para clarinete solo de la segunda mitad del siglo XX y su repercusión sobre el intérprete. Trabajo de Grado no publicado. Universidad Simón Bolívar. Adina Izarra, Tutora.
[7] Ibidem.