El director de escena Phil McKinley habla de la principal diferencia entre la ópera y el musical, también acerca de cómo se fraguó el proyecto de West Side Story y de la satisfacción de trabajar con Gustavo Dudamel y sus músicos en uno de los templos mundiales de la música clásica.
“En la ópera cantas el texto. En el mundo del teatro musical los actores dicen el diálogo y cuando las emociones se hacen tan intensas que ya no pueden hablar, entonces empiezan a cantar, y cuando la emoción se vuelve demasiado fuerte para ellos cantan y bailan. Luego, una vez liberado el sentimiento a través de la danza, empezamos otra vez, y comienza otra canción y subes la montaña una vez más, donde pasas de hablar, de cantar a bailar”.
“Trabajar en el Festival de Salzburgo haciendo el primer musical, eso era lo que me daba miedo, pero le digo cómo fue, porque es una historia maravillosa. Me encontré con Cecilia … vine aquí a Austria para un estreno, me encontré con Cecilia y comimos y en realidad estábamos hablando de un proyecto diferente, de un proyecto de concierto para ella, y le dije ‘¿qué te gustaría hacer? ¿Cuál es la obra que te gustaría hacer? ‘, y ella dijo me gustaría hacer West Side Story, pero nunca he encontrado un director que quiera dirigirla”. Y le dije ‘Bueno, pues ya lo tienes!’ y eso fue todo”.
“Tener al Maestro Gustavo Dudamel con su orquesta es un regalo excepcional que rara vez, muy rara vez se recibe en el mundo del teatro musical. No es sólo el hecho de tener cuarenta y cinco músicos, sino que con esos músicos hay algo especial, y creo que es debido su recorrido musical, ya que vienen de las jóvenes orquestas, pero cuando interpretan esta música la enriquecen en su alma”.