[et_pb_section bb_built=”1″ _builder_version=”3.0.47″][et_pb_row _builder_version=”3.0.47″ background_size=”initial” background_position=”top_left” background_repeat=”repeat”][et_pb_column type=”1_3″][et_pb_text _builder_version=”3.0.106″]
El personaje del cuento de Carlo Collodi permitió a los guionistas de Disney Ben Sharpsteeny y Hamilton Luske llevar a la gran pantalla la que sería una de las películas más míticas de la compañía.
Vía: www.diasdehistoria.com.ar | por Javier Memba
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Sin embargo, en lo que ‘Pinocho’ supera con creces a ‘Blancanieves y los siete enanitos’ es en la canción señera de su banda sonora.
[/et_pb_testimonial][/et_pb_column][et_pb_column type=”2_3″][et_pb_text _builder_version=”3.0.106″ text_orientation=”justified”] Estrenada en febrero de 1940 -el siete o el 23, según distintos autores-, Pinocho, de Ben Sharpsteeny y Hamilton Luske, revalidó la maestría de ‘Blancanieves y los siete enanitos’ (David Hand, 1937), el primer largometraje de Disney. Las dos cuentan con los mismos dibujantes. Pero argumentalmente, el cuento original de Carlo Collodi dio mucho más de sí a los guionistas -los mismos en ambos casos- que el de los hermanos Grimm. Basta un dato, en su afán de redención de la maldad a la que le inducen las malas compañías, el niño de madera -como le llaman Gedeón y Juan el Honesto cuando le descubren caminando inocentemente hacia la escuela- no duda en entregar su vida para salvar la del buen Geppetto. Naturalmente, su sacrificio deja impresionada a su hada madrina, que al punto le resucita con esa carne y hueso tan deseadas. Frente a tan complejo asunto, la primera princesita de la Disney, resucita merced a un beso que argumentalmente sabe a poco. Máxime si se considera que en la manzana que la ha sumido en su sueño letal parecen resonar los frutos de El Árbol del Conocimiento. [/et_pb_text][et_pb_video src=”https://www.youtube.com/watch?v=aafpos35u-s” _builder_version=”3.0.106″ /][/et_pb_column][/et_pb_row][et_pb_row _builder_version=”3.0.47″ background_size=”initial” background_position=”top_left” background_repeat=”repeat”][et_pb_column type=”4_4″][et_pb_text _builder_version=”3.0.106″ text_orientation=”justified” background_layout=”light”]
[/et_pb_text][/et_pb_column][/et_pb_row][et_pb_row _builder_version=”3.0.47″ background_size=”initial” background_position=”top_left” background_repeat=”repeat”][et_pb_column type=”1_3″][et_pb_text _builder_version=”3.0.106″]
Como el título de los mejores cortometrajes de sus comienzos indica -‘Sinfonías tontas’- la Disney, desde sus inicios, concedió a la música una importancia semejante a la jovialidad de sus dibujos.
[/et_pb_text][/et_pb_column][et_pb_column type=”2_3″][et_pb_text _builder_version=”3.0.106″ text_orientation=”justified”] De hecho, el único de sus primeros largometrajes que supuso un relativo fracaso fue ‘Fantasía’ (VV. AA., 1940), en gran medida lo fue porque sus dibujos eran sombríos y su música, en vez de popular, clásica: La consagración de la primavera de Stravinsky, la Noche en el monte Pelado de Moussorgsky y otras grandezas por el estilo. Frente a ellas, las versiones de las orquestas de Harry James y Glenn Miller de When You Wish Upon A Star fueron todo un símbolo de la esperanza durante la guerra. Ya en los años 50, la canción llegó a Europa con los primeros discos estadounidenses. Fue entonces cuando Disney la convirtió en la sinfonía de su programa semanal, Disneylandia, por ende, de todo su imperio corporativo. Y el gran Louis Armstrong grabó su célebre versión para la discográfica de la casa precisamente. Hoy en día consta en los anales. [/et_pb_text][/et_pb_column][/et_pb_row][/et_pb_section]