El tenor dirige musicalmente «Manon Lescaut», título que abre el martes la temporada operística del Palau de les Arts, y participa, a partir del día 15, en la zarzuela «Luisa Fernanda»
Se está convirtiendo en una tradición a la que acude gustoso. Cada año por estas fechas, Plácido Domingo se aleja del frío y se instala en Valencia por unas semanas. A su compromiso habitual con el Palau de les Arts, el cantante y director de orquesta madrileño suma en esta ocasión el protagonismo en el arranque de su novena temporada. Tras la despedida de Zubin Mehta, y con la dirección musical del teatro todavía por cubrir, será él quien se baje al foso este martes para dirigir una nueva producción de «Manon Lescaut». Le seguirán cinco funciones de la zarzuela «Luisa Fernanda», en las que cantará el papel de Vidal Hernando.
Entrevistamos al maestro en su camerino, minutos después de oírlo interpretar al piano un fragmento de la citada ópera de Puccini. Esas notas, recogidas por un cámara, van dirigidas a una de sus grandes compañeras de profesión, Montserrat Caballé, que el próximo martes, mientras Domingo se encuentre en el foso del Palau de les Arts, recibirá un tributo en el Teatro Real. «Siento no poder estar en el homenaje. Es mi manera de felicitarla por su grandísima carrera, en la que hemos compartido tantas funciones y grabaciones».
-Se interpreta que usted es ahora el gran baluarte de un Palau de les Arts huérfano de tutor musical.
-Es un problema que no haya en este momento director musical, pero lo habrá en cuestión de meses. Un año a lo sumo. Siempre pensamos en Mehta, pero no pudo ser. Hay grandes candidatos pero, o no tienen el tiempo suficiente, o no están al nivel de lo que esta orquesta requiere. Hasta que lo encontremos, lo importante es que se siga invitando a directores de calidad y renombre. No se ha abandonado a la orquesta en ese sentido.
-¿Tiene usted predilección por algún candidato?
-Ha habido dos o tres muy fuertes, pero no tienen el tiempo. Uno era Vladimir Jurowski y Gianandrea Noseda. También Chailly, con quien había un gran entendimiento, pero le han reclamado en la Scala.
-Dice a menudo que la Orquesta del Palau de les Arts es probablemente la mejor de España. Y precisamente acaba de conseguir un Grammy Latino con un disco de arias de Verdi que grabó junto a esta formación, a petición suya. ¿Por qué le tiene tanto apego?
-Tanto la orquesta como el coro tienen una disciplina, un sonido y un entusiasmo extraordinarios. Saben que son grandes músicos y que podrían estar en las mejores orquestas del mundo.
-La intendente del teatro, Helga Schmidt, está siendo criticada por sus gastos en dietas entre 2005 y 2011 (391.000 euros). ¿Qué piensa al respecto?
-Creo que es un problema principalmente político. Las elecciones están cerca. Aunque fue ella quien fue a esos hoteles, a quien se acusa es a quien aceptó esos gastos, que además no son ilegales. Espero que todo esto pase pronto, porque hay mucho que hacer. Este edificio, que para mí es un ejemplo de Renacimiento del siglo XXI, está todavía muy desaprovechado.
-¿Cómo sería el Palau de les Arts sin Helga Sdmidt? ¿Seguiría usted haciendo huecos en su agenda?
-Eso no puede suceder. Helga tiene que estar aquí. Si ella se va y llaman a otra persona, no puedo asegurar si yo seguiría viniendo.
-Alaba el entusiasmo de los demás, pero ¿cómo hace para mantener intacto el suyo sin disminuir su actividad frenética?
-Es la pasión. Soy consciente de que soy un privilegiado, porque hay que ver el tipo de trabajos que hace la gente… No puedo entender cuando oigo a algún compañero de profesión quejándose. Por mí, que dure todo lo que se pueda.
-¿Cómo se sabe cuándo ha llegado el momento de dejarlo?
-Yo lo sentiré, porque la garganta no es eterna, pero cuando deje de cantar continuaré dirigiendo orquestas, la ópera de Los Ángeles… Estoy predestinado a estar en el teatro hasta el último día.
-Recientemente sufrió un problema con la voz durante una representación de «Il Trovatore» en Salzburgo. Un mes antes, también en el Teatro Real.
-En Salzburgo tuve un problema respiratorio. Fue mi culpa, porque en esa época del año suelo estar de vacaciones, pero me hacía ilusión actuar allí porque hacía mucho tiempo que no lo hacía. Canté tres funciones y dejé las otras tres. La última la hice a pesar de que me habían puesto una inyección que me causó una infección tremenda. Mi error fue no cancelar o anunciar al público que no estaba en las mejores condiciones. Si lo hubiera hecho no hubiera pasado nada. Pero al no hacerlo, ya di pie a que algunos lo atribuyeran a que no soy barítono.
-¿Qué ocurrió en el Real?
-Eso sí que no me lo explico. Me parece que los dos críticos que escribieron reseñas negativas asistieron a otro espectáculo. En mi opinión, yo realicé un concierto vocalmente estupendo, y el público vivió una noche extraordinaria. Esas críticas fueron una sorpresa tremenda. No soy muy amigo de los conciertos en teatros pequeños como el Real, porque en algún momento uno se fatiga y se le puede escuchar al respirar. Se podría decir que allí cantas a las rodillas del público. Y, ¡mira por dónde!, como el concierto era «A mi España», tenían que decir algo. Eso duele. Qué vamos a hacer.
-Como maestro de cantantes, ¿qué opina del tenor Javier Camarena y sus ya famosos «bises» en Nueva York y el Real?
-Me parece un fenómeno. Tiene una voz que me emociona profundamente. Unos agudos extraordinarios. Canta repertorio ligero, pero tiene una voz que va hacia un lírico más lleno, con una sensibilidad increíble. Creo que es de esos casos que surgen muy de vez en cuando.
-¿Cómo describe el momento en el que un cantante de ópera concede un bis al público?
-Hay que distinguir entre la petición que llega de un público espontáneamente entusiasmado, del de ese otro público que va a pedirte el bis desde el principio. En mi opinión solo hay que hacerlo cuando sientes que la gente está verdaderamente emocionada. Si no, corres el peligro de que el público se acostumbre.
-Esas diferencias de público dependerán también del país, del teatro…
-Sí. Por ejemplo, yo siempre he dicho que cantar «Di quella pira» en Viena es mucho más fácil que en Londres. Hay un DVD con la grabación en directo de una función mía de «Il Trovatore» de Verdi con Karajan como director [Viena, 1978], en la que el público me aplaude tres minutos después de cantar «Ah! sì ben mio». Esos tres minutos me dan un respiro enorme para poder cantar mejor «Di quella pira», que va justo después, lo cual es maravilloso. En Londres el público es extraordinario, y se vuelca mucho al final de la función, pero cuando le gusta una romanza no aplaude más de 20 segundos, de modo que te dan menos tiempo para recuperarte (ríe).
-Imagino que ha dejado de contar las veces que ha tenido que reprimir las lágrimas para poder seguir cantando.
-He llorado muchas veces sobre el escenario, pero las más felices fueron cuando debuté en Madrid en 1970 con «La Gioconda». Después de «Cielo e mar», el aplauso fue tan espontáneo y cariñoso, como de quien recibe a un hijo, que me pasé lloriqueando todo el dueto con la soprano que venía después. Creí que no podía seguir (ríe).
-¿Cómo cree que se está gestionando la salida de la crisis?
-Creo que la economía va mejor, pero no sé si queda tiempo para concentrarse y trabajar con el continuo cruce de reproches y con todas las cosas que se publican. Para muchos políticos sigue siendo más importante el partido que la nación. Y hemos llegado a un punto en el que se necesita la unión de los partidos mayoritarios, porque sino eso provoca que surjan grupos nuevos…
-¿Teme a Podemos?
-Me gustaría saber más de ellos. Pero hay que ver cómo garantizan lo que prometen. En América vemos países que están sufriendo tremendamente porque salieron de gobiernos muy corruptos y eligieron otros caracterizados por un comunismo que no era tal, porque dentro sí había gente que se aprovechaba.
«Siendo algo que une tanto al mundo, el fútbol debería ser un ejemplo para todos»
Plácido Domingo es un apasionado del fútbol, y conocida es su entrega por el club merengue. No hay partido que se pierda, si puede evitarlo. Y muchas han sido las tardes y noches que ha ocupado el palco del Real Madrid, equipo al que ha seguido en sus triunfos y en sus fracasos.
-¿Qué reflexión hace de la violencia en el fútbol y la reciente muerte del ultra del Deportivo Francisco Javier Romero?
-Para empezar me parece increíble lo que ha ocurrido, porque entre los ultras no solo hay adolescentes, sino hombres hechos y derechos, que se escudan en el fútbol para ejercer la violencia. Creo que tenemos que aprender mucho del fútbol inglés actual, porque allí no se silba al equipo contrario. Yo soy del Real Madrid, pero me parece horroroso y me da vergüenza oír silbidos y cánticos obscenos cuando el Barça tiene la pelota. Hay que prohibir y vigilar muy de cerca a todos estos grupos. Siendo algo que une tanto al mundo, este deporte debería ser un ejemplo para todos.